El destino universal de los bienes

Si queremos que el bien común sea una realidad práctica y efectiva no podemos pasar por alto toda la cuestión relativa al uso de los bienes y el derecho a la propiedad. En la tradición cristiana se ha insistido siempre en que no somos dueños absolutos y exclusivos de los bienes, sino administradores de los bienes que Dios ha puesto en nuestras manos para uso de todos. La Iglesia afirma que es un derecho básico de toda persona poseer los bienes necesarios para vivir y desarrollarse humanamente. Este derecho, vinculado a la dignidad de la persona, es anterior a cualquier forma de organización social de la propiedad.
Los bienes no deben ser un fin en sí mismos, sino un medio para hacer posible la vida y una vida digna. Los bienes, fruto de la naturaleza y el trabajo de las personas, son de todos y para todos, y su uso debe regirse por el principio de justicia que decíamos hace un momento: que puedan ser usados por todos y todas.
La DSI llama a esto el destino universal de los bienes, al que considera como primer principio del ordenamiento ético-social, y tiene varias implicaciones:
  • Todos tenemos derecho a poseer y usar los bienes necesarios para una vida digna
  • Existe el deber de realizar un esfuerzo común dirigido a construir las condiciones necesarias para un desarrollo integral y de una vida digna.
  • Tenemos el deber de la solidaridad con los empobrecidos para que nadie carezca de los bienes necesarios para una vida digna.
  • Y también el deber de plantearnos la propiedad y el uso de los bienes desde la comunión y el destino universal de los bienes.
La Iglesia defiende el derecho de propiedad personal como derecho propio de la naturaleza humana, pero al mismo tiempo sostiene que existe una hipoteca social de cualquier tipo de propiedad, relacionada con la responsabilidad hacia uno mismo, hacia los demás y hacia la sociedad, en particular, hacia los empobrecidos. El problema no consiste tanto en la forma jurídica de la propiedad (privada, pública, comunitaria, colectiva, etc…) sino en la orientación de la misma, que nunca debe perder la perspectiva del destino universal de los bienes. Todas esas formas de propiedad pueden ser legítimas sólo si favorecen el acceso de todos a los bienes necesarios para vivir dignamente. El derecho a la propiedad está también relacionado con los medios de producción. La DSI considera que la única legitimidad de la posesión de los medios de producción es ponerlos al servicio de una economía para las personas, que sirva a las necesidades del ser humano desde la perspectiva del destino universal de los bienes. La Iglesia considera que la propiedad se adquiere ante todo mediante el trabajo. El fruto del trabajo debe llegar a todos y todas de forma justa, lo que también vale para los medios de producción. Además de plantear la necesidad de la participación de los trabajadores en la propiedad de los medios de producción que utilizan, la Iglesia insiste también en que los medios de producción no pueden ser poseídos contra el trabajo. Tanto el destino universal de los bienes como el derecho de propiedad implican una responsabilidad de cada persona, de toda la sociedad y de la comunidad política. Por eso el Estado tiene un conjunto de funciones que no puede eludir en este sentido, como promover el ejercicio del derecho a la propiedad personal dentro de los límites del bien común, velar porque se cumpla la función social de la propiedad y promover la redistribución de los bienes a través de las políticas económicas, fiscales, laborales, sociales, de servicios públicos, de modo que se corrijan las desigualdades sociales.
Pero sucede que nuestro sistema social se encuentra en las antípodas de lo que significa el destino universal de los bienes. El liberalismo sin freno genera un imperialismo internacional del dinero que conduce a una dictadura económica. La propiedad privada que se defiende es excluyente y deja afuera a muchos.
La propiedad de los medios de producción se tiene y se ejerce de forma inmoral e ilegítima, y lo más grave es que esto ocurre legalmente y es considerado como lo normal, lo natural. Existe la creencia socialmente extendida de que tener más es ser más, se nos confunde el ser con el tener. Por eso es fundamental que replanteemos la propia responsabilidad personal en el uso de los bienes.

Frase DSI

El principio del destino universal de los bienes exige que se vele con particular solicitud por los pobres (…), por las personas cuyas condiciones de vida les impiden un crecimiento adecuado.

Compendio de la DSI, n. 182

Actuar

Fijémonos en dos cosas: el uso que nosotros mismos hacemos de nuestros bienes y la mentalidad que predomina en nuestros ambientes sobre la propiedad y el uso de los bienes. ¿En qué consideras que necesita cambiar cada una de estas realidades, nuestro comportamiento y la mentalidad de nuestros ambientes?

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