No olvidemos que emigrar siempre supone problemas para las personas que se desplazan: tener que abandonar la propia tierra, pérdida de relaciones familiares, adaptarse a otra sociedad… Las causas fundamentales de la emigración son las económicas y las relacionadas con la violencia.Los flujos migratorios deben regularse, por supuesto. Es una necesidad y una responsabilidad de las autoridades públicas. Pero esa regulación no debe fundamentarse en el miedo a la invasión ni en la defensa del propio bienestar. Son muy pocos los empobrecidos que emigran a países ricos. En su mayoría se mueven entre países empobrecidos. Por tanto, es responsabilidad de toda la comunidad internacional crear las condiciones para que sea posible la vida digna de todos y todas. Afrontar esta situación mundial supone poner de relieve que es una parte estructural del actual sistema socioeconómico. No es algo pasajero, el sistema necesita empobrecidos y migrantes para seguir funcionando. Son un elemento esencial del funcionamiento del sistema productivo global que atropella a los trabajadores, a las personas. Los emigrantes suponen una parte importante del sector más débil, vulnerable y empobrecido del mundo obrero y del trabajo. Frecuentemente, los trabajadores emigrantes son el prototipo de lo que representa ser un trabajador precario. Desde un punto de vista más humano, el fenómeno migratorio supone un gran intercambio social y cultural. Representa una importante oportunidad para crecer en la globalización de la solidaridad. De hecho, la Iglesia considera el actual fenómeno migratorio como un signo de los tiempos muy importante, un desafío a descubrir y retomar en la construcción de una humanidad renovada. Que aprovechemos o no las oportunidades que presentan estos flujos migratorios dependerá en buena medida de que seamos capaces de afrontar con decisión los males que representa la emigración tal como hoy se realiza, combatiendo sus causas y erradicándolas para siempre.
Frase DSI
La Iglesia defiende el derecho a emigrar. Toda persona tiene derecho a salir de su tierra y buscar fuera un porvenir mejor (…) y el de su familia (…) La Iglesia defiende también el derecho de toda persona a encontrar en su país un nivel de vida digno que le garantice a él y a su familia el derecho a poder llevar una vida digna en su país para no tener que emigrar.
CEE, La Iglesia en España y los inmigrantes n.5
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