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Cursos de verano: Frente al descarte, cultura del encuentro

Colaboraciones

Cursos de verano: Frente al descarte, cultura del encuentro

14 mayo 2019

Berchmans Garrido | Con el título «Una cultura del encuentro para superar la economía del descarte», invitamos a compartir unos días y profundizar en algunos aspectos vinculados con nuestra campaña «Trabajo digno para una sociedad decente».

La estructura de estos Cursos de Verano, como estos años anteriores, se divide en tres momentos diferenciados y con matices distintos.

Los días 15 y 16 se realizarán las Jornadas de Reflexión, dirigidas a consiliarios, animadores y animadoras de la fe y seminaristas. La propuesta que hacemos pretende ahondar en cómo, desde ese servicio que asumen en la vida del equipo y del movimiento, se puede acompañar, ahondar, en una vida de comunión que haga germinar en el mundo obrero y del trabajo la cultura del encuentro.

Los días 17, 18 y 19 se celebrarán las Jornadas de Profundización y Diálogo. Se trata de unas jornadas dirigidas a cualquier persona interesada. Trataremos cómo el sistema capitalista normaliza una manera de sentir, pensar y actuar que «engrasa» su funcionamiento y genera una mentalidad que justifica, como inevitable, un trabajo precario, la exclusión, el descarte. Intentaremos discernir, desde el Evangelio y la aportación de la Doctrina Social de la Iglesia, cuál es el horizonte de trabajo digno y sociedad decente que deseamos y cuál es la mentalidad que nos ha de permitir colaborar en el crecimiento de una cultura fraterna y solidaria que nos acerque a ese horizonte. Compartiremos, desde nuestra experiencia militante, cómo damos pasos, o podemos darlos, hacia una vida de comunión que quiebre la hegemonía de una cultura individualista.

También, como es habitual en el marco de estas Jornadas de Profundización y Diálogo, tendrá lugar un gesto público con el que la HOAC queremos expresar nuestro compromiso comunitario en la consecución de un trabajo digno para una sociedad decente. En esta ocasión, deseamos manifestar la necesidad y la urgencia de una cultura del encuentro, que plante cara a esta economía que mata.

Los días 20 y 21 se dedicarán a las Jornadas de Oración. Se ofrecen a cualquier persona que desee participar. En un clima de serenidad y silencio, pretendemos ofrecer un itinerario, a través de las Bienaventuranzas, que nos permita releer nuestra vida cristiana y orar cómo se abre paso, ese Reino de Paz y Justicia, especialmente en las dolorosas situaciones de precariedad y pobreza con las que convivimos.

De todos modos, los Cursos de Verano ofrecen, también, la valiosa experiencia de la convivencia distendida, la posibilidad de compartir de manera informal lo vivido este tiempo, la alegría de encontrarte o reencontrarte con personas de diferentes diócesis.

Y son un momento privilegiado para celebrar comunitariamente lo esencial que es en nuestra existencia la Vida entregada de Jesucristo, que alimenta nuestra alegría y nuestra esperanza.

Si deseáis participar podéis formalizar vuestras inscripciones en el lugar dedicado a los Cursos de Verano de nuestra página. Encontraréis toda la información necesaria sobre la estancia y alojamiento. Os esperamos este verano.

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Francisco: El sistema económico y la ideología del consumo seleccionan nuestras necesidades y manipulan nuestros sueños

Iglesia

Francisco: El sistema económico y la ideología del consumo seleccionan nuestras necesidades y manipulan nuestros sueños

16 enero 2019

La comunidad humana (Humana communitas), es el título de la Carta remitida por el papa Francisco a mons. Vincenzo Paglia, presidente de la Pontificia Academia para la Vida, con ocasión del XXV aniversario de esta institución, que se celebrará el próximo 11 de febrero.

En una extensa misiva (puede leerse en la parte inferior de esta nota), el obispo de Roma expresa su deseo de que la Pontificia Academia para la Vida sea un lugar lleno de valentía para la interacción y el diálogo al servicio del bien de todos, porque –explica– “ser miembros del único género humano exige un enfoque global y nos pide a todos que abordemos las cuestiones que surgen en el diálogo entre las diferentes culturas y sociedades, que están cada vez más estrechamente relacionadas en el mundo de hoy”.

Fraternidad, un verdadero “tesoro escondido”

Parte del concepto de que “la comunidad humana ha sido el sueño de Dios desde antes de la creación del mundo”. Y es necesario “ser cada vez más conscientes de nuestro común origen en la creación y el amor de Dios”. “La gran familia de la humanidad se reconoce a sí misma en el misterio de la generación –escribe Francisco y de hecho, –prosigue– “entre las criaturas humanas la iniciación familiar en la fraternidad puede ser considerada como un verdadero tesoro escondido, con vistas a la reorganización comunitaria de las políticas sociales y a los derechos humanos, tan necesarios hoy en día”.

La pasión de Dios por la criatura humana

“En nuestro tiempo –continúa el Papa– , la Iglesia está llamada a relanzar vigorosamente el humanismo de la vida que surge de esta pasión de Dios por la criatura humana”, hecha a su imagen, y es precisamente “la relación entre hombre y mujer el lugar por excelencia en el que toda la creación se convierte en interlocutora de Dios y testigo de su amor”.

Cisma entre individuo y comunidad humana

La “pasión por lo humano” encuentra en este momento de la historia serias dificultades”, prosigue la carta, que pone en evidencia “la desconfianza recíproca entre los individuos y entre los pueblos” alimentada por “una búsqueda desmesurada de los propios intereses y de una competencia exasperada, no exenta de violencia”. “La distancia entre la obsesión por el propio bienestar y la felicidad compartida de la humanidad se amplía hasta tal punto que da la impresión de que se está produciendo un verdadero cisma entre el individuo y la comunidad humana”. Francisco recuerda que en la Encíclica Laudato si’ resaltó el “estado de emergencia en el que se encuentra nuestra relación con la tierra y los pueblos” y explica que  “es una alarma causada por la falta de atención a la gran y decisiva cuestión de la unidad de la familia humana y su futuro”.

La paradoja: degradación espiritual y progreso tecnológico

Esta emergencia revela una paradoja, dice el Papa, y se pregunta por qué cuando los recursos económicos y tecnológicos  “nos permitirían cuidar suficientemente de la casa común y de la familia humana”  son precisamente ellos los que provocan “nuestras divisiones más agresivas y nuestras peores pesadillas”. “Los pueblos sienten aguda y dolorosamente, aunque a menudo confusamente, la degradación espiritual —podríamos decir el nihilismo— que subordina la vida a un mundo y a una sociedad sometidos a esta paradoja. La tendencia a anestesiar este profundo malestar, a través de una búsqueda ciega del disfrute material, produce la melancolía de una vida que no encuentra un destino a la altura de su naturaleza espiritual”. “El sistema económico y la ideología del consumo seleccionan nuestras necesidades y manipulan nuestros sueños”.

Tarea difícil para la Iglesia

El santo padre se refiere a la dificultad de reabrir el horizonte humanístico, “incluso dentro de la Iglesia”. “Debemos preguntarnos seriamente si hemos hecho lo suficiente para dar nuestra contribución específica como cristianos a una visión de lo humano que es capaz de sostener la unidad de la familia de los pueblos en las condiciones políticas y culturales actuales”.

Reaccionar frente a la división y la indiferencia

“El pueblo cristiano, haciendo suyo el grito de sufrimiento de los pueblos, debe reaccionar ante los espíritus negativos que fomentan la división, la indiferencia y la hostilidad. Tiene que hacerlo no solo por sí mismo, sino por todos”. “La rehabilitación de la criatura de Dios en la feliz esperanza de su destino tiene que llegar a ser la pasión dominante de nuestro anuncio”.

Perseguir una nueva perspectiva ética universal

El pontífice señala que “es urgente que los ancianos crean aún más en sus mejores ‘sueños’ y que los jóvenes tengan ‘visiones’ capaces de impulsarles a comprometerse con valentía en la historia”. Y agrega que el objetivo a perseguir a nivel cultural es “una nueva perspectiva ética universal, atenta a los temas de la creación y de la vida humana”. “No podemos –agrega el Papa– continuar por el camino del error que se ha seguido en tantas décadas de deconstrucción del humanismo, identificado con toda ideología de voluntad de poder, que se sirve del firme apoyo del mercado y la tecnología, por ello hay que combatirla a favor del humanismo”.

Diversidad humana es bien absoluto

“La diversidad de la vida humana es un bien absoluto, digno de ser custodiado éticamente y muy valioso para la salvaguardia de toda la creación. El escándalo está en que el humanismo se contradiga a sí mismo, en lugar de inspirarse en el acto del amor de Dios”. El Papa exhorta entonces a la Iglesia a “redescubrir la belleza de esta inspiración y empeñarse con renovado entusiasmo”.

La construcción de una fraternidad universal

Francisco advierte que “es hora de relanzar una nueva visión de un humanismo fraterno y solidario de las personas y de los pueblos”. “La conciencia y los afectos de la criatura humana no son de ninguna manera impermeables ni insensibles a la fe y a las obras de esta fraternidad universal”, porque “una cosa es resignarse a concebir la vida como una lucha contra antagonismos interminables, y otra cosa muy distinta es reconocer la familia humana como signo de la vitalidad de Dios Padre y promesa de un destino común para la redención de todo el amor que, ya desde ahora, la mantiene viva”. “Todos los caminos de la Iglesia conducen al hombre”.

La tutela de la vida

Son de consuelo “los signos de la acción de Dios en el tiempo presente”, dice el Papa. Entre ellos los indicados por San Juan Pablo II que se refería a  “los gestos de acogida y defensa de la vida humana, la difusión de una sensibilidad contraria a la guerra y a la pena de muerte”, el “interés creciente por la calidad de la vida y la ecología” y la “difusión de la bioética”. Y en estos 25 años, la comunidad científica de la Pontificia Academia para la Vida ha demostrado, “cómo precisamente desde esta perspectiva puede ofrecer su alta y calificada contribución”.

“Prueba de ello –dice el Papa– es el compromiso con la promoción y protección de la vida humana en todo su desarrollo, la denuncia del aborto y de la supresión de los enfermos como males gravísimos que contradicen el Espíritu de vida y nos hunden en la anticultura de la muerte”. “Hay que continuar en esta línea, –afirma Francisco– prestando atención a otros desafíos que la coyuntura contemporánea presenta para la maduración de la fe, para una comprensión más profunda de la misma y para una comunicación más adecuada a los hombres de hoy”.

Incorporar el anuncio del Evangelio en la experiencia concreta

El futuro de la Academia “es hacer nuestro el lenguaje y la historia de los hombres y mujeres de nuestro tiempo, incorporando el anuncio del Evangelio en la experiencia concreta”, como el Concilio Vaticano II ya nos indicó con determinación. Y para comprender “el sentido de la vida humana”, hay que hacer referencia a la “dinámica de la generación” para evitar de esta manera “reducir la vida a un concepto puramente biológico o a una idea universal abstraída de las relaciones y de la historia”.

Hoy “el umbral del respeto fundamental de la vida humana está siendo transgredido de manera brutal, no solo por el comportamiento individual, sino también por los efectos de las opciones y de los acuerdos estructurales”. “La organización de las ganancias económicas y el ritmo de desarrollo de las tecnologías ofrecen posibilidades nuevas para condicionar la investigación biomédica, la orientación educativa, la selección de necesidades y la calidad humana de los vínculos”, continúa el Papa, evidenciando que “la posibilidad de orientar el desarrollo económico y el progreso científico hacia la alianza del hombre y de la mujer, para el cuidado de la humanidad que nos es común, y hacia la dignidad de la persona humana, se basa ciertamente en un amor por la creación que la fe nos ayuda a profundizar e iluminar”.

“La perspectiva de la bioética global, con su amplia visión y su atención a las repercusiones del medio ambiente en la vida y la salud, constituye una notable oportunidad para profundizar la nueva alianza del Evangelio y de la creación”.

Enfoque global

“No tengan miedo –dice el Papa– de elaborar argumentos y lenguajes que puedan ser utilizados en un diálogo intercultural e interreligioso, así como interdisciplinar” e insta al mismo tiempo a participar “en la reflexión sobre los derechos humanos, que son un punto central en la búsqueda de criterios universalmente compartidos”.

Nuevas tecnologías no oscurezcan la alegría de la fraternidad

“Otro frente en el que hay que profundizar la reflexión, dice Francisco, es sobre todo  el de las nuevas tecnologías hoy definidas como emergentes y convergentes”. Son las tecnologías de la información y de la comunicación, las biotecnologías, las nanotecnologías y la robótica. “Ante todo, es necesario comprender los cambios profundos que se anuncian en estas nuevas fronteras, con el fin de identificar cómo orientarlas hacia el servicio de la persona humana, respetando y promoviendo su dignidad intrínseca”.

Finalmente, “la medicina y la economía, la tecnología y la política que se elaboran en el centro de la ciudad moderna del hombre, deben quedar expuestas también y, sobre todo, al juicio que se pronuncia desde las periferias de la tierra” afirma el Papa, notando que estos “extraordinarios  recursos puestos a disposición de la criatura humana por la investigación científica y tecnológica corren el riesgo de oscurecer la alegría que procede del compartir fraterno y de la belleza de las iniciativas comunes, que les dan realmente su auténtico significado”. “Debemos reconocer que la fraternidad sigue siendo la promesa incumplida de la modernidad. La fuerza de la fraternidad, que la adoración a Dios en espíritu y verdad genera entre los humanos, es la nueva frontera del cristianismo”.

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La comunidad humana (Humana communitas)

Papa Francisco

La comunidad humana ha sido el sueño de Dios desde antes de la creación del mundo (cf. Ef 1,3-14). El Hijo eterno engendrado por Dios tomó en ella carne y sangre, corazón y afectos. La gran familia de la humanidad se reconoce a sí misma en el misterio de la generación. De hecho, entre las criaturas humanas la iniciación familiar en la fraternidad puede ser considerada como un verdadero tesoro escondido, con vistas a la reorganización comunitaria de las políticas sociales y a los derechos humanos, tan necesarios hoy en día. Para que esto pueda darse, necesitamos ser cada vez más conscientes de nuestro común origen en la creación y el amor de Dios. La fe cristiana confiesa la generación del Hijo como el misterio inefable de la unidad eterna entre el “llamar a la existencia” y la “benevolencia”, que reside en lo más profundo del Dios Uno y Trino. El anuncio renovado de esta revelación, que ha sido descuidada, puede abrir un nuevo capítulo en la historia de la comunidad y de la cultura humana, que hoy implora un nuevo nacimiento en el Espíritu —gimiendo y sufriendo los dolores del parto (cf. Rm 8,22)—. En el Hijo unigénito se revela la ternura de Dios, así como su voluntad de redimir a toda la humanidad que se siente perdida, abandonada, descartada y condenada sin remisión. El misterio del Hijo eterno, que se hizo uno de nosotros, sella de una vez para siempre esta pasión de Dios. El misterio de su Cruz —«por nosotros y por nuestra salvación»— y de su Resurrección —como «el primogénito entre muchos hermanos» (Rm 8,29)— dice hasta qué punto esta pasión de Dios está dirigida a la redención y realización de la criatura humana.

Hemos de restaurar la evidencia de esta pasión de Dios por la criatura humana y su mundo. Dios la hizo a su “imagen” —“varón y mujer”, los creó (cf. Gn 1,27)— como una criatura espiritual y sensible, consciente y libre. La relación entre el hombre y la mujer constituye el lugar por excelencia en el que toda la creación se convierte en interlocutora de Dios y testigo de su amor. Nuestro mundo es la morada terrena de nuestra iniciación a la vida, el lugar y el tiempo en los que ya podemos empezar a disfrutar de la morada celestial a la que estamos destinados (cf. 2 Co 5,1), donde viviremos en plenitud la comunión con Dios y con los demás. La familia humana es una comunidad de origen y de destino, cuyo cumplimiento está escondido, con Cristo, en Dios (cf. Col 3,1-4). En nuestro tiempo, la Iglesia está llamada a relanzar vigorosamente el humanismo de la vida que surge de esta pasión de Dios por la criatura humana. El compromiso para comprender, promover y defender la vida de todo ser humano toma su impulso de este amor incondicional de Dios. La belleza y el atractivo del Evangelio nos muestran que el amor al prójimo no se reduce a la aplicación de unos criterios de conveniencia económica y política o a «algunos acentos doctrinales o morales que proceden de determinadas opciones ideológicas» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 24 noviembre 2013, 39).

Una historia apasionada y fecunda

1. Esta pasión ha animado la actividad de la Pontificia Academia para la Vida desde su fundación hace veinticinco años, por san Juan Pablo II, siguiendo la recomendación del siervo de Dios y gran científico Jérôme Lejeune. Este último, claramente convencido de la profundidad y rapidez de los cambios que se producen en el ámbito biomédico, consideró oportuno sostener un compromiso más estructurado y orgánico en este frente. De este modo, la Academia ha podido desarrollar iniciativas de estudio, formación e información para que «quede de manifiesto que la ciencia y la técnica, puestas al servicio de la persona humana y de sus derechos fundamentales, contribuyen al bien integral del hombre y a la realización del proyecto divino de salvación (cf. Gaudium et spes, 35)» (Juan Pablo II, Motu proprio Vitae mysterium, 11 febrero 1994, 3). Las actividades de la Academia recibieron un renovado impulso con el nuevo Estatuto (18 octubre 2016). El propósito era el de hacer que la reflexión sobre estas cuestiones tuviera cada vez más en cuenta el contexto contemporáneo, en el que el ritmo creciente de la innovación tecnológica y científica, y la globalización, multiplican por una parte las interacciones entre las diferentes culturas, religiones y conocimientos y, por otra, entre las múltiples dimensiones de la familia humana y de la casa común en la que habita. «Por lo tanto, es urgente intensificar el estudio y la comparación de los efectos de esta evolución de la sociedad en un sentido tecnológico para articular una síntesis antropológica que esté a la altura de este desafío de época. El área de vuestra experiencia calificada no puede limitarse, pues, a resolver problemas planteados por situaciones específicas de conflicto ético, social o legal. La inspiración de una conducta consistente con la dignidad humana atañe a la teoría y a la práctica de la ciencia y la técnica en su enfoque general de la vida, de su significado y su valor» (Discurso a la Asamblea General de la Pontificia Academia para la Vida, 5 octubre 2017).

Degradación de lo humano y paradoja del “progreso”

2. La pasión por lo humano, por toda la humanidad encuentra en este momento de la historia serias dificultades. Las alegrías de las relaciones familiares y de la convivencia social se muestran profundamente desvaídas. La desconfianza recíproca entre los individuos y entre los pueblos se alimenta de una búsqueda desmesurada de los propios intereses y de una competencia exasperada, no exenta de violencia. La distancia entre la obsesión por el propio bienestar y la felicidad compartida de la humanidad se amplía hasta tal punto que da la impresión de que se está produciendo un verdadero cisma entre el individuo y la comunidad humana. En la Encíclica Laudato si’ he resaltado el estado de emergencia en el que se encuentra nuestra relación con la tierra y los pueblos. Es una alarma causada por la falta de atención a la gran y decisiva cuestión de la unidad de la familia humana y su futuro. La erosión de esta sensibilidad, por parte de las potencias mundanas de la división y la guerra, está creciendo globalmente a una velocidad muy superior a la de la producción de bienes. Es una verdadera y propia cultura —es más, sería mejor decir anti-cultura— de indiferencia hacia la comunidad: hostil a los hombres y mujeres, y aliada con la prepotencia del dinero.

3. Esta emergencia revela una paradoja: ¿Cómo es posible que, en el mismo momento de la historia del mundo en que los recursos económicos y tecnológicos disponibles nos permitirían cuidar suficientemente de la casa común y de la familia humana —honrando así a Dios que nos los ha confiado—, sean precisamente estos recursos económicos y tecnológicos los que provoquen nuestras divisiones más agresivas y nuestras peores pesadillas? Los pueblos sienten aguda y dolorosamente, aunque a menudo confusamente, la degradación espiritual —podríamos decir el nihilismo— que subordina la vida a un mundo y a una sociedad sometidos a esta paradoja. La tendencia a anestesiar este profundo malestar, a través de una búsqueda ciega del disfrute material, produce la melancolía de una vida que no encuentra un destino a la altura de su naturaleza espiritual. Debemos reconocerlo: los hombres y mujeres de nuestro tiempo están a menudo desmoralizados y desorientados, sin ver. Todos estamos un poco replegados sobre nosotros mismos. El sistema económico y la ideología del consumo seleccionan nuestras necesidades y manipulan nuestros sueños, sin tener en cuenta la belleza de la vida compartida y la habitabilidad de la casa común.

Una escucha responsable

4. El pueblo cristiano, haciendo suyo el grito de sufrimiento de los pueblos, debe reaccionar ante los espíritus negativos que fomentan la división, la indiferencia y la hostilidad. Tiene que hacerlo no solo por sí mismo, sino por todos. Y tiene que hacerlo de inmediato, antes de que sea demasiado tarde. La familia eclesial de los discípulos —y de todos los que buscan en la Iglesia las razones de la esperanza (cf. 1 P 3,15)— ha sido plantada en la tierra como «sacramento […] de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano» (Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, 1). La rehabilitación de la criatura de Dios en la feliz esperanza de su destino tiene que llegar a ser la pasión dominante de nuestro anuncio. Es urgente que los ancianos crean aún más en sus mejores “sueños” y que los jóvenes tengan “visiones” capaces de impulsarles a comprometerse con valentía en la historia (cf. Jl 3,1). Una nueva perspectiva ética universal, atenta a los temas de la creación y de la vida humana, es el objetivo que debemos perseguir a nivel cultural. No podemos continuar por el camino del error que se ha seguido en tantas décadas de deconstrucción del humanismo, identificado con toda ideología de voluntad de poder, que se sirve del firme apoyo del mercado y la tecnología, por ello hay que combatirla a favor del humanismo. La diversidad de la vida humana es un bien absoluto, digno de ser custodiado éticamente y muy valioso para la salvaguardia de toda la creación. El escándalo está en que el humanismo se contradiga a sí mismo, en lugar de inspirarse en el acto del amor de Dios. La Iglesia debe primero redescubrir la belleza de esta inspiración y empeñarse con renovado entusiasmo.

Una tarea difícil para la Iglesia

5. Somos conscientes de que tenemos dificultades para reabrir este horizonte humanístico, incluso dentro de la Iglesia. Ante todo, preguntémonos sinceramente: ¿Tienen las comunidades eclesiales hoy en día una visión y dan un testimonio que esté a la altura de esta emergencia de la época presente? ¿Están seriamente enfocadas en la pasión y la alegría de transmitir el amor de Dios por la vida de sus hijos en la Tierra? ¿O se pierden todavía demasiado en sus problemas y en ajustes tímidos que no van más allá de la lógica de un compromiso mundano? Debemos preguntarnos seriamente si hemos hecho lo suficiente para dar nuestra contribución específica como cristianos a una visión de lo humano que es capaz de sostener la unidad de la familia de los pueblos en las condiciones políticas y culturales actuales. O si, por el contrario, hemos perdido de vista su centralidad, anteponiendo las ambiciones de nuestra hegemonía espiritual en el gobierno de la ciudad secular, encerrada en sí misma y en sus bienes, frente al cuidado de la comunidad local abierta a la hospitalidad evangélica hacia los pobres y desesperados.

Construir una fraternidad universal

6. Es hora de relanzar una nueva visión de un humanismo fraterno y solidario de las personas y de los pueblos. Sabemos que la fe y el amor necesarios para esta alianza toman su impulso del misterio de la redención de la historia en Jesucristo, escondido en Dios desde antes de la creación del mundo (cf. Ef 1,7-10; 3,9-11; Col 1,13-14). Y sabemos también que la conciencia y los afectos de la criatura humana no son de ninguna manera impermeables ni insensibles a la fe y a las obras de esta fraternidad universal, plantada por el Evangelio del Reino de Dios. Tenemos que volver a ponerla en primer plano. Porque una cosa es sentirse obligados a vivir juntos, y otra muy diferente es apreciar la riqueza y la belleza de las semillas de la vida en común que hay que buscar y cultivar juntos. Una cosa es resignarse a concebir la vida como una lucha contra antagonismos interminables, y otra cosa muy distinta es reconocer la familia humana como signo de la vitalidad de Dios Padre y promesa de un destino común para la redención de todo el amor que, ya desde ahora, la mantiene viva.

7. Todos los caminos de la Iglesia conducen al hombre, como proclamó solemnemente el santo Papa Juan Pablo II en su Encíclica inaugural (Redemptor hominis, 4 marzo 1979). Antes que él, san Pablo VI también recordó en su Encíclica programática, y según la enseñanza del Concilio, que la familiaridad de la Iglesia se extiende por círculos concéntricos a todos los hombres, incluso a quienes se consideran ajenos a la fe y a la adoración de Dios (cf. Ecclesiam suam, 6 agosto 1964). La Iglesia acoge y custodia los signos de bendición y misericordia destinados por Dios a todo ser humano que viene a este mundo.

Reconocer los signos de esperanza

8. En esta misión nos son de consuelo los signos de la acción de Dios en el tiempo presente. Hay que reconocerlos, para que el horizonte no se vea ensombrecido por los aspectos negativos. Desde este punto de vista, san Juan Pablo II señaló los gestos de acogida y defensa de la vida humana, la difusión de una sensibilidad contraria a la guerra y a la pena de muerte, así como un interés creciente por la calidad de la vida y la ecología. Indicaba también la difusión de la bioética como uno de los signos de esperanza, es decir, como «la reflexión y el diálogo —entre creyentes y no creyentes, así como entre creyentes de diversas religiones— sobre problemas éticos, incluso fundamentales, que afectan a la vida del hombre» (Carta enc. Evangelium vitae, 25 marzo 1995, 27). La comunidad científica de la Pontificia Academia para la Vida ha demostrado, en sus veinticinco años de historia, cómo precisamente desde esta perspectiva puede ofrecer su alta y calificada contribución. Prueba de ello es el compromiso con la promoción y protección de la vida humana en todo su desarrollo, la denuncia del aborto y de la supresión de los enfermos como males gravísimos que contradicen el Espíritu de vida y nos hunden en la anti-cultura de la muerte. Ciertamente hay que continuar en esta línea, prestando atención a otros desafíos que la coyuntura contemporánea presenta para la maduración de la fe, para una comprensión más profunda de la misma y para una comunicación más adecuada a los hombres de hoy.

El futuro de la Academia

9. Debemos, ante todo, hacer nuestro el lenguaje y la historia de los hombres y mujeres de nuestro tiempo, incorporando el anuncio del Evangelio en la experiencia concreta, como el Concilio Vaticano II ya nos indicó con determinación. Para captar el sentido de la vida humana, la experiencia a la que se hace referencia es aquella que puede reconocerse en la dinámica de la generación. De esta manera, se evitará reducir la vida a un concepto puramente biológico o a una idea universal abstraída de las relaciones y de la historia. La pertenencia originaria a la carne precede y hace posible cualquier otro conocimiento y reflexión, evitando la pretensión del sujeto de ser origen de sí mismo. Solo podemos darnos cuenta de que estamos vivos cuando ya hemos recibido la vida, antes de cualquier intención y decisión nuestras. Vivir significa necesariamente ser hijos, acogidos y cuidados, aunque a veces de manera inadecuada.

«Parece, pues, razonable unir el cuidado que se ha recibido desde el comienzo de la vida y que le ha permitido desplegarse en todo el arco de su desarrollo, y el cuidado que se debe prestar responsablemente a los demás […]. Este precioso vínculo defiende una dignidad, humana y teologal, que no cesa de vivir, ni siquiera con la pérdida de la salud, del papel social y del control del propio cuerpo» (Carta del Cardenal Secretario de Estado con ocasión de la Conferencia sobre cuidados paliativos, 27 febrero 2018).

10. Somos plenamente conscientes de que el umbral del respeto fundamental de la vida humana está siendo transgredido hoy en día de manera brutal, no solo por el comportamiento individual, sino también por los efectos de las opciones y de los acuerdos estructurales. La organización de las ganancias económicas y el ritmo de desarrollo de las tecnologías ofrecen posibilidades nuevas para condicionar la investigación biomédica, la orientación educativa, la selección de necesidades y la calidad humana de los vínculos. La posibilidad de orientar el desarrollo económico y el progreso científico hacia la alianza del hombre y de la mujer, para el cuidado de la humanidad que nos es común, y hacia la dignidad de la persona humana, se basa ciertamente en un amor por la creación que la fe nos ayuda a profundizar e iluminar. La perspectiva de la bioética global, con su amplia visión y su atención a las repercusiones del medio ambiente en la vida y la salud, constituye una notable oportunidad para profundizar la nueva alianza del Evangelio y de la creación.

11. Ser miembros del único género humano exige un enfoque global y nos pide a todos que abordemos las cuestiones que surgen en el diálogo entre las diferentes culturas y sociedades, que están cada vez más estrechamente relacionadas en el mundo de hoy. Ojalá la Academia para la Vida sea un lugar lleno de valentía de esta interacción y este diálogo al servicio del bien de todos. No tengan miedo de elaborar argumentos y lenguajes que puedan ser utilizados en un diálogo intercultural e interreligioso, así como interdisciplinar. Participen en la reflexión sobre los derechos humanos, que son un punto central en la búsqueda de criterios universalmente compartidos. Está en juego la comprensión y la práctica de una justicia que muestre el rol irrenunciable de la responsabilidad en el tema de los derechos humanos y su estrecha correlación con los deberes, a partir de la solidaridad con quien está más herido y sufre. El Papa Benedicto XVI ha insistido mucho en la importancia de «urgir una nueva reflexión sobre los deberes que los derechos presuponen, y sin los cuales éstos se convierten en algo arbitrario. Hoy se da una profunda contradicción. Mientras, por un lado, se reivindican presuntos derechos, de carácter arbitrario y superfluo, con la pretensión de que las estructuras públicas los reconozcan y promuevan, por otro, hay derechos elementales y fundamentales que se ignoran y violan en gran parte de la humanidad», entre los que el Papa emérito menciona «la carencia de comida, agua potable, instrucción básica o cuidados sanitarios elementales» (Carta enc. Caritas in veritate, 29 junio 2009, 43).

12. Otro frente en el que hay que profundizar la reflexión es el de las nuevas tecnologías hoy definidas como “emergentes y convergentes”. Se trata de las tecnologías de la información y de la comunicación, las biotecnologías, las nanotecnologías y la robótica. Hoy es posible intervenir con mucha profundidad en la materia viva utilizando los resultados obtenidos por la física, la genética y la neurociencia, así como por la capacidad de cálculo de máquinas cada vez más potentes. También el cuerpo humano es susceptible de intervenciones tales que pueden modificar no solo sus funciones y prestaciones, sino también sus modos de relación, a nivel personal y social, exponiéndolo cada vez más a la lógica del mercado. Ante todo, es necesario comprender los cambios profundos que se anuncian en estas nuevas fronteras, con el fin de identificar cómo orientarlas hacia el servicio de la persona humana, respetando y promoviendo su dignidad intrínseca. Una tarea muy exigente, que requiere un discernimiento aún más atento de lo habitual, a causa de la complejidad e incertidumbre de los posibles desarrollos. Un discernimiento que podemos definir como «la labor sincera de la conciencia, en su empeño por conocer el bien posible, sobre el que decidir responsablemente el ejercicio correcto de la razón práctica» (Sínodo de los Obispos dedicado a los Jóvenes, Documento final, 27 octubre 2018, 109). Se trata de un proceso de investigación y evaluación que se lleva a cabo a través de la dinámica de la conciencia moral y que, para el creyente, tiene lugar dentro y a la luz de la relación con el Señor Jesús, asumiendo su intencionalidad y sus criterios de elección en la acción (cf. Flp 2,5).

13. La medicina y la economía, la tecnología y la política que se elaboran en el centro de la ciudad moderna del hombre, deben quedar expuestas también y, sobre todo, al juicio que se pronuncia desde las periferias de la tierra. De hecho, los numerosos y extraordinarios recursos puestos a disposición de la criatura humana por la investigación científica y tecnológica corren el riesgo de oscurecer la alegría que procede del compartir fraterno y de la belleza de las iniciativas comunes, que les dan realmente su auténtico significado. Debemos reconocer que la fraternidad sigue siendo la promesa incumplida de la modernidad. El aliento universal de la fraternidad que crece en la confianza recíproca parece muy debilitada —dentro de la ciudadanía moderna, como entre pueblos y naciones—. La fuerza de la fraternidad, que la adoración a Dios en espíritu y verdad genera entre los humanos, es la nueva frontera del cristianismo. Cada detalle de la vida del cuerpo y del alma en los que centellea el amor y la redención de la nueva criatura que se está formando en nosotros, nos sorprende como el verdadero y propio milagro de una resurrección ya en acto (cf. Col 3,1-2). ¡Que el Señor nos conceda multiplicar estos milagros!

Que el testimonio de san Francisco de Asís, con su capacidad de reconocerse como hermano de todas las criaturas terrenas y celestiales, nos inspire en su perenne actualidad. Que el Señor les conceda estar preparados para esta nueva fase de la misión, con las lámparas llenas del aceite del Espíritu, para iluminar el camino y guiar sus pasos. Son hermosos los pies de aquellos que llevan el anuncio gozoso del amor de Dios por la vida de cada uno y de todos los habitantes de la tierra (cf. Is 52,7; Rm 10,15).

Vaticano, 6 de enero de 2019

Fuente | Vaticannews | Vatican.va

23º Domingo del Tiempo Ordinario (9 septiembre 2018)

Iglesia

23º Domingo del Tiempo Ordinario (9 septiembre 2018)

06 septiembre 2018

Queridas hermanas y hermanos: Os supongo repuestos, animosos, alegres y esperanzados ante el nuevo curso. Para sustentar esa alegría la oración es insustituible. Esta semana el evangelio nos invita a cultivar la “virtud de escuchar” la vida, para percibir y proclamar su misterio. Jesús, con su gesto, realiza en el sordomudo lo que todos necesitamos: abrir nuestra vida a nuestra realidad más profunda, y ayudarnos a escuchar la llamada de la Vida. Sin oídos para escuchar ni boca para hablar es imposible comunicarse con Dios y con los demás, formar pueblo, acoger el Evangelio.

 

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#DíadelaAcciónCatólica | Discípulos misioneros de Cristo, Iglesia en el mundo

16 mayo 2018

Mensaje de los obispos de la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar con motivo del Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar (Domingo, 20 de mayo de 2018).

En la solemnidad de Pentecostés celebramos el día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar para tomar conciencia de que en la Iglesia, nacida bajo el impulso del Espíritu Santo, el laicado juega un papel fundamental para esta nueva etapa de la evangelización, a la que hemos sido convocados reiteradamente por los últimos pontífices.

El Concilio Vaticano II, en la carta magna del laicado, el Decreto Apostolicam actuositatem, situaba como una urgencia de nuestros tiempos la participación de los fieles laicos en la misión de la Iglesia: «Nuestros tiempos no exigen menos celo en los laicos, sino que, por el contrario, las circunstancias actuales les piden un apostolado mucho más intenso y más amplio… Y este apostolado se hace más urgente porque ha crecido muchísimo, como es justo, la autonomía de muchos sectores de la vida humana, y a veces con cierta separación del orden ético y religioso y con gran peligro de la vida cristiana. Además, en muchas regiones, en que los sacerdotes son muy escasos, o, como sucede con frecuencia, se ven privados de libertad en su ministerio, sin la ayuda de los laicos, la Iglesia a duras penas podría estar presente y trabajar» (AA, n. 1).

En la Evangelii nuntiandi 14, el beato Pablo VI nos recordaba que la Iglesia existe para evangelizar y de un modo especial destacaba el lugar que deben ocupar los seglares en esta misión, afirmando que «su vocación específica los coloca en el corazón del mundo y a la guía de las más variadas tareas temporales» (EN, n. 70).

A los veinte años del Concilio Vaticano II, en la exhortación apostólica postsinodal Christifideles laici, san Juan Pablo II expresará con rotundidad que lo propio y peculiar de los laicos es su dimensión secular: «Ciertamente, todos los miembros de la Iglesia son partícipes de su dimensión secular; pero lo son de formas diversas. En particular, la participación de los fieles laicos tiene una modalidad propia de actuación y de función, que, según el Concilio, “es propia y peculiar” de ellos. Tal modalidad se designa con la expresión “índole secular” [LG, n. 31]» (ChL , n. 15).

En la actualidad, el papa Francisco ha definido este modo de estar la Iglesia en el mundo como una Iglesia en salida, que sale de su propia comodidad y se atreve a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio (cf. Evangelii gaudium, n. 20). En esa Iglesia, que está encarnada en lo profundo del mundo y de la sociedad, evitando la tentación de la autorreferencialidad y sin miedo a las equivocaciones, ocupan un lugar privilegiado los laicos. El papa Francisco está invitando constantemente a que en una Iglesia en salida, tengamos un laicado en salida. Unos laicos bien formados, maduros, animados por una fe sincera y límpida, cuya existencia haya sido tocada por el encuentro personal con Cristo Jesús. Son importantes en este sentido las palabras pronunciadas por el papa Francisco con motivo de la Asamblea del Pontificio Consejo para los Laicos (17.VI.2016): «Necesitamos laicos que se arriesguen, que se ensucien las manos, que no tengan miedo de equivocarse, que salgan adelante. Necesitamos laicos con visión de futuro, no cerrados en las pequeñeces de la vida. Y se lo he dicho a los jóvenes: necesitamos laicos con el sabor de la experiencia de la vida, que se atrevan a soñar. Hoy es el tiempo en que los jóvenes necesitan los sueños de los ancianos».

Ahora bien, los laicos están llamados a ser Iglesia en el mundo porque su apostolado tiene su origen en el bautismo. Por el sacramento del bautismo, cada fiel laico se convierte en discípulo misionero de Cristo, en sal de la tierra y luz del mundo (cf. EG, n. 120).

Ser discípulos misioneros de Cristo significa poner al Señor en el centro de tu propia existencia. El discípulo de Cristo se nutre de la oración, la escucha de la Palabra y los sacramentos, especialmente de la eucaristía.

Ser discípulos misioneros de Cristo se vive en el amor y la fidelidad a la Iglesia, fundada por el mismo Cristo para nuestra salvación. Ser discípulos misioneros de Cristo consiste en estar atentos a las necesidades de nuestros hermanos, especialmente de los pobres y los excluidos y convertirnos para ellos en oasis de misericordia, luchando por un mundo más justo y solidario.

Ser discípulos misioneros de Cristo significa encarnar la vocación al Amor a la que estamos llamados, especialmente en lo cotidiano (familia, trabajo, ocio, etc.), sabiendo acoger y aprender de todos.

Ser discípulos misioneros de Cristo pide el compromiso en el cuidado y respeto de la creación.

El discípulo misionero de Cristo es, en definitiva, aquel que no se deja robar la alegría y la esperanza, porque ha puesto su confianza plena en el Señor, que es «fuente y origen de toda alegría» (cf. EG, n. 1).

Esta llamada a ser discípulos misioneros de Cristo, Iglesia en el mundo es para cada uno personalmente y también como miembros de Acción Católica, de las Delegaciones de Apostolado Seglar, de las Asociaciones y Movimientos de fieles laicos.

Damos gracias al Espíritu Santo por la variedad de carismas laicales con que ha enriquecido a su Iglesia y pedimos que todos sirvan para el bien común, para la edificación de la propia Iglesia.

En este año, en el que el papa Francisco ha convocado un Sínodo sobre los Jóvenes, no podemos olvidar que nuestra Iglesia está llamada a escuchar a los jóvenes y dejar que asuman el protagonismo en la tarea de la evangelización, en comunión con los adultos, con las familias.

Por este motivo, prestamos un especial interés en esta Jornada de Acción Católica y del Apostolado Seglar a los jóvenes, con el deseo de que «reconozcan y acojan la llamada al amor y a la vida en plenitud, y también pedir a los mismos jóvenes que ayuden a identificar las modalidades más eficaces de hoy para anunciar la Buena Noticia. A través de los jóvenes, la Iglesia podrá percibir la voz del Señor que resuena también hoy»1.

Que la Virgen María, que estuvo presente en oración junto a los Apóstoles en el día de Pentecostés, interceda por nuestro laicado para que promueva en nuestra Iglesia española un nuevo, y tan necesario, Pentecostés.

Documento preparatorio para el Sínodo de los Obispos, XV Asamblea General Ordinaria sobre los Jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional (13.I.2017)

Presidente
✠ Mons. Javier Salinas Viñals, obispo auxiliar de Valencia.

Vicepresidente y presidente de la subcomisión para la Familia y la Defensa de la Vida
✠ Mons. Mario Iceta Gavicagogeascoa, obispo de Bilbao

Consiliario de pastoral de Juventud, Acción Católica y Manos Unidas
✠ Mons. Carlos Manuel Escribano Subías,  obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño.

Pastoral de Juventud
✠ Mons. Antonio Gómez Cantero, obispo de Teruel y Albarracín.
✠ Mons. Arturo Ros Murgadas, obispo auxiliar de Valencia.

Pastoral Obrera
✠ Mons. Antonio Ángel Algora Hernando, obispo emérito de Ciudad Real.

Consiliario de Cursillos de Cristiandad
✠ Mons. Josep Àngel Sáiz Meneses, obispo de Tarrasa.

Foro de Laicos
✠ Mons. Arturo Ros Murgadas, obispo auxiliar de Valencia.

Familia y Vida
✠ Mons. Juan Antonio Reig Plá, obispo de Alcalá de Henares.
✠ Mons. José Mazuelos Pérez, obispo de Jerez de la Frontera.
✠ Mons. Juan Antonio Aznárez Cobo, obispo auxiliar de Pamplona.
✠ Mons. Francisco Gil Hellín, arzobispo emérito de Burgos.
✠ Mons. Sergi Gordo Rodríguez, obispo auxiliar de Barcelona.

■ Más información

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Para que los fieles laicos cumplan su misión específica poniendo su creatividad al servicio de los desafíos del mundo actual.

Los laicos están en primera línea de la vida de la Iglesia.
Necesitamos su testimonio sobre la verdad del Evangelio y su ejemplo al expresar su fe con la práctica de la solidaridad.
Demos gracias por los laicos que arriesgan, que no tienen miedo y que ofrecen razones de esperanza a los más pobres, a los excluidos, los marginados.
Pidamos juntos este mes para que los fieles laicos cumplan su misión específica, la misión que han recibido en el bautismo, poniendo su creatividad al servicio de los desafíos del mundo actual.

—Papa Francisco, mayo 2018

Valencia | Un mundo de fueguitos: celebración del Primero de Mayo

Mujer trabajadora

Valencia | Un mundo de fueguitos: celebración del Primero de Mayo

02 mayo 2018

Olivia Pérez | periodista colaboradora de Noticias Obreras.

¿Puede iluminarse completamente un cielo por medio de cientos, miles de lucecitas? Por supuesto que es posible. Para demostrarlo, la tarde del sábado, 28 de abril, la acogedora parroquia de la Buena Guía de Valencia se fue llenando de luces, de pequeñas y grandes luces que iban poniendo a la vista sus propias protagonistas.

En el origen de la convocatoria planearon dos textos: Un mar de fueguitos, de Eduardo Galeano, que forma parte de su Libro de los abrazos (pdf) y que es uno de los más compartidos en redes sociales; y el archiconocido fragmento del evangelio de Mateo 5, 14-16, La luz del mundo, ya que ambos nos hablan de eso mismo, de ser luz, de iluminar, de encender la vida, aunque sea a poquitos.

Por eso, desde el Sector Dona de la HOAC de Valencia pensamos que una buena forma de adelantar la celebración del Primero de Mayo podía consistir en reunir a mujeres empoderadas participantes de diversos proyectos, de encuentro, sociales y culturales que ya están siendo luz en nuestra diócesis. En el encuentro participaron Sanae, Daniela… mujeres de Espai Obert, el proyecto intercultural de la parroquia que nos acogía; Pepa, militante de la HOAC, que nos habló del recién nacido Mare-Dona de Alcoi; Cruzana y Gloria, que explicaron su actividad en Mujeres en acción, del Servicio Jesuita de Migrantes; y, finalmente, la investigadora social Donatella Donato, que explicó dos proyectos en los que se ha embarcado junto a dos grupos de mujeres en El Cabanyal, Ganchilleras luchadoras y el coro L’Anticor.

Espai Obert es un proyecto intercultural que reúne a hombres, mujeres, niños y niñas de distintas nacionalidades y procedencias. En cuanto al trabajo de las mujeres, sus representantes coincidieron en explicar que se trata de un espacio “de escucha, de acogida, de acompañamiento en el que las mujeres se encuentran como amigas, iniciando en ellas mismas el cambio para crear una sociedad que se mueve”. Espai Obert comparte espacio con la parroquia de la Buena Guía, así como el apoyo de su párroco y de Cáritas Diocesana.

Dona-Mare de Alcoi, que se inició en el mes de marzo, ha empezado a trabajar con trece mujeres, marroquíes y de etnia gitana, todas receptoras de ayudas de Cáritas parroquial o de los Servicios Sociales municipales. Con el apoyo del ayuntamiento de la localidad alicantina, que destina una trabajadora social al proyecto y otra contratada por la Cáritas a media jornada, y un equipo de personas voluntarias, las mujeres reciben apoyo y acompañamiento y participan en talleres de crecimiento personal, costura y cocina, así como en actividades para toda la familia.

Mujeres en acción nació como respuesta a la necesidad de un grupo de mujeres que participaron en un curso de formación para personas del sector hogar-cuidados. Al finalizar el curso, expresaron la necesidad de contar con un espacio de encuentro y desde entonces se reúnen cada domingo por la tarde en un ámbito de carácter asambleario y totalmente horizontal donde son ellas las que deciden qué hacen y a qué dedican ese tiempo donde cuentan, además, con la ayuda de una psicóloga.

Las Ganchilleras luchadoras se reúnen cada semana para, a través del trabajo manual “tejer los hilos y las relaciones”. Por medio de esta tarea sencilla, las Ganchilleras, ocho mujeres de etnia gitana, han experimentado un crecimiento personal muy importante y ahora forman parte de los consejos escolares de los centros educativos del barrio.

El coro L’Anticor está formado por una veintena de mujeres, también vecinas de El Cabanyal. Se trata de un coro sin directora, o donde todas lo son, ya que cada una de ellas se encarga de dirigir al resto cuando aprenden e interpretan la canción que ha propuesto incorporar al repertorio. Ambos proyectos responden a un intento de crear cohesión social en un barrio donde, como en la mayoría de nuestras ciudades, las personas no se conocen y propiciar, que con los encuentros, caigan los estereotipos que nos alejan.

Con las canciones de las mujeres de L’Anticor, traídas de más allá y más acá de los mares; con el canto compartido y entusiasta del Bella Ciao y la lectura del Manifiesto para el Primero de Mayo finalizó el acto, pero no el encuentro, que se prolongó un rato más en torno a una mesa y la alegría de haber encontrado otro puñado de luces que alumbran el camino y que “quien se acerca se enciende”.

https://www.facebook.com/pg/HoacValencia/photos/?tab=album&album_id=1803758066350072

Semblanza del sacerdote Francisco Gómez Luque, consiliario de la HOAC de Málaga

Iglesia

Semblanza del sacerdote Francisco Gómez Luque, consiliario de la HOAC de Málaga

22 marzo 2018

Pepe Sánchez Luque | En estos días me he acordado de una frase emblemática que pronunció un teólogo belga hace muchos años. Su nombre era Eduard Scchiliberk, uno de los teólogos que más influyeron en el Concilio Vaticano II. La frase dice “Los hombres son las palabras mediante las cuales Dios nos cuenta su historia”.

A través de la vida de Paco, Dios nos ha hablado y nos sigue hablando para que nos animemos a seguir su ejemplo, a continuar con su tarea en el mundo y en la Iglesia. Destaco en Paco varias actitudes y compromiso por los que el Padre Dios nos ha contado su historia de Amor, de Salvación, de Justicia y de Fraternidad:

• Su opción por Jesucristo y su Evangelio leído con el espíritu del Vaticano II y del Papa Francisco. Esta opción fue el motor de sus otras opciones.

• Como fue su opción por los más empobrecidos y por el mundo obrero, especialmente por los obreros más necesitados de ayuda y comprensión.

• Su opción por los movimientos más renovadores dentro de nuestra Iglesia: El Movimiento Rural Cristiano, el Movimiento Junior de Acción Católica y la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC). En estos movimientos ha estado siempre con un talante evangelizador, renovador y comprometido al máximo. ¡Con qué entusiasmo y dedicación llevaba preparada todas las reuniones, aportando, escuchando y dialogando con todos! Destacamos la importancia que para él tenía la Pastoral Obrera como cauce de la Iglesia Española para la liberación y evangelización del mundo obrero tan castigado por la crisis y la corrupción.

• Su opción por aquellas plataformas de renovación social y creadoras de conciencia humanizadora: Círculo del Silencio, Comunidades de Base, Foro Andaluz Diamantino García, Misión del Sur, etc.

• Su opción por la renovación evangélica de nuestra Iglesia. Casi semanalmente nos enviaba por internet decenas de artículos sobre temas eclesiales y sociales. Se desvivía por hacer presente las enseñanzas y actitudes del Papa Francisco que tanto bien están haciendo al mundo y a la Iglesia.

En estos momentos en que celebramos la muerte de Paco y su paso a la otra orilla junto a Cristo Resucitado yo me atrevería a animaros a seguir el programa que el Papa Francisco nos proponía para esta Cuaresma desde la Basílica de Santa Sabina y que Paco nos difundió a todos. El Papa nos marcaba nuestro camino cuaresmal y nuestro camino cristiano con tres palabras: Párate, mira y camina.

Que la vida de Paco, nuestro amigo consiliario y compañero que tanto bien hizo en los pueblos donde desarrolló su labor: Cortes de la Frontera, Antequera, Mollina y Torrox y últimamente como colaborador en la parroquia de Santa Rosa de Lima, sea para nosotros ejemplo nos ayude a todos a pararnos, esto es, a reflexionar, a detenernos ante los problemas de nuestro mundo y de nuestra Iglesia, viendo sus causas y posibles soluciones.

Que la vida de Paco nos ayude también a mirar con los ojos de Dios la realidad en la que vivimos. Que nuestra visión de las cosas y acontecimientos sea una visión creyente y evangelizadora.

Y, por último, que todo ello nos impulse a caminar por caminos de Paz, de Evangelio, de Solidaridad y de lucha por la transformación de nuestra sociedad como hizo él, aunque el cansancio, la distancia, el clima o la enfermedad le pudiera limitar, estando siempre allí donde el pueblo se manifestaba a favor de la igualdad y una justicia permanente.

Paco, nos ha marcado un camino. Continuemos llevando adelante sus aspiraciones, sus proyectos, su forma de acompañar a la gente y de tender puentes rompiendo muros y fronteras. Su conciencia una conciencia crítica desde el Evangelio de Jesús. Qué ella nos acompañe siempre.

Demos gracias al Padre por él, por su vida, por la Luz, la Esperanza y el consuelo que nos deja Paco a todos los que le conocimos: familiares, sacerdotes, militantes de la HOAC, amigos y demás realidades eclesiales. Sentimos su muerte, pero sabemos que su espíritu goza ya de la Alegría, la Paz y el Amor entrañable de Jesucristo y esto nos llene a todos de una Esperanza inconmovible.

Murcia | Una experiencia renovada del compromiso personal y comunitario #Cuaresma2018

Mundo obrero y del trabajo

Murcia | Una experiencia renovada del compromiso personal y comunitario #Cuaresma2018

26 febrero 2018

HOAC MurciaReflexión compartida  en el Encuentro sobre el Compromiso celebrado el pasado 18 de febrero en la parroquia de Nuestra Señora de Loreto, en Algezares.

Las mujeres y hombres de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) de la Diócesis de Cartagena hemos celebrado un Encuentro sobre el Compromiso. En el inicio de la Cuaresma, no perdemos de vista en nuestros corazones y en nuestra comunidad (como nos recuerda el papa Francisco en su Mensaje para la Cuaresma de este año) el calor que mantiene viva la llama del trabajo por la justicia y por la caridad, que es amor, y ambos alimentados por la oración para mirar con los ojos del Padre las realidades de cada día.

Esta reflexión queremos compartirla con el conjunto de la Iglesia diocesana, con quienes trabajamos a diario en organizaciones sociales, políticas y sindicales, en plataformas, en proyectos de solidaridad… Y lo hacemos tras haber compartido nuestra vida y experiencias a partir de la lectura del texto del Evangelio de Marcos (Mc 5, 21-43), con el encuentro de Jesús con dos mujeres: la hija de Jairo y la enferma de hemorragias. Dos mujeres a las que Jesús sitúa en primer plano, como lo hace hoy en un mundo en el que la brecha salarial se ceba con las mujeres, y donde aún parecemos relegadas a ocupar un lugar secundario.

Mapa del Compromiso

Ya el curso pasado tuvimos la oportunidad de reflexionar acerca de aquellos lugares y ambientes en los que estamos presentes las personas que militamos en este movimiento apostólico de la Acción Católica. Completamos un Mapa del Compromiso que incluye la cercanía y el trabajo con la población inmigrante, la que trata de vivir con nosotros como especialmente aquella que sufre las políticas de control migratorio y acaba en el Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) de Sangonera la Verde, en Murcia. Hablamos de la Plataforma de la Emigración de Molina, Convivir Sin Racismo, Murcia Acoge y, por supuesto, en la Asociación de Ayuda a los Refugiados, que pone sobre la mesa el drama de quienes han tenido que abandonar sus países a causa de los conflictos provocados por una guerra que obliga a huir a millones de personas de sus casas.

También el acompañamiento, la sensibilización y denuncia de todos aquellos que sufrimos más directamente las consecuencias de este injusto sistema económico, a causa de lo que algunos llaman crisis y nosotros decimos que es una estafa económica. Desde la Plataforma de Afectados por las Hipotecas (PAH) o la de Defensa de las Pensiones y en las Marchas por la Dignidad. De igual forma, nuestro compromiso está presente en la lucha contra la exclusión social en la Coordinadora de Barrios, la Red de Lucha contra la Pobreza EAPN-Murcia, o en los proyectos del barrio de San José Obrero de Alcantarilla, el CAYAM de Cáritas y otras iniciativas.

No podemos olvidar a quienes tratan de construir otro modelo de educación, como el de la Escuela Equipo del barrio del Progreso, y la presencia en la Marea Verde en defensa de la enseñanza pública, o en la Marea Blanca, junto a los que unimos por una sanidad para todos y todas desde la Plataforma en Defensa de la Sanidad Pública.

Mención especial merece el compromiso y la movilización vecinal en el sur de la ciudad de Murcia en torno a la Plataforma Pro Soterramiento, en la que hemos estado desde sus inicios hace treinta años con una lucha no violenta a favor de la dignidad de quienes vivimos en los barrios afectados por el trazado ferroviario en nuestra capital. Una lucha que hay conseguido unir a una ciudad en defensa de la calidad de vida y contra la hipocresía y falsas promesas de nuestros gobernantes.

Dificultades ante el compromiso

Un Mapa del Compromiso que completamos con la presencia de militantes en sindicatos y partidos políticos, donde tratamos de hacer presente los valores de Jesús de Nazaret a través del compromiso público al que nos invita la Iglesia para dar testimonio de nuestra fe. Y por supuesto, la implicación de personas concretas de la HOAC en la Delegación de Apostolado Seglar, el Consejo Diocesano de Acción Católica, la Delegación de Pastoral Obrera y el compromiso en instituciones eclesiales como Cáritas. Con ello hacemos presente nuestra identidad de Acción Católica y de Iglesia en la realidad del mundo obrero.

En el encuentro celebrado este pasado fin de semana en la parroquia de Nuestra Señora de Loreto de Algezares compartimos una serie de dificultades que encontramos a la hora de llevar adelante nuestro compromiso cristiano. Por una parte, constatamos las propias limitaciones físicas que muchos de nosotros tenemos por la edad y por las circunstancias de vivir con personas dependientes o con llevar el peso de la casa al tener que afrontar las situaciones de desempleo o precariedad que viven nuestros hijos e hijas, lo que les impide tener un proyecto de vida y familia acorde con la dignidad de cualquier ser humano.

La atención a nuestros padres o madres que son mayores pone de manifiesto que cada día cobra más peso la llamada economía de cuidados, en su mayoría protagonizada por las mujeres. Es una realidad invisibilizada pero que condiciona el desarrollo cotidiano de la vida. No podemos, sin embargo, ocultar (como lo hacen expertas en análisis de género) que los cuidados se reconocen como una dimensión de la vida humana que es también económica en la medida en que comporta uso de recursos escasos, materiales, inmateriales, de energía y tiempo, con costes directos e indirectos evidentes y la realización de un auténtico trabajo que satisface de necesidades humanas básicas.

Otras dificultades tienen que ver con la falta de tiempo para poder hacer frente a todas las situaciones que se nos presentan para expresar nuestro compromiso. Son muchas las movilizaciones, propuestas, acciones de solidaridad e iniciativas a las que somos invitados a sumarnos. Y a veces, tratar de responder a lo inmediato nos impide perder la perspectiva de que el compromiso humano y creyente es para toda la vida.

Logros y esperanzas

También constatamos, en ocasiones, que no somos muchas las personas dedicadas al compromiso solidario con los más desfavorecidos, o que a veces nos agobiamos ante todo lo que tenemos que hacer, y perdemos la esperanza. Igualmente, nos cuesta encontrar el lenguaje y las metodologías más adecuadas para trabajar con las personas empobrecidas y que sean ellas mismas las protagonistas de sus luchas y acciones transformadoras.

Pero no solamente reflexionamos sobre las dificultades, sino que descubrimos logros y celebramos alegrías en nuestro compromiso militantes junto con los compañeros de nuestro grupo de acción, con las víctimas a las que dirigimos nuestro esfuerzo, en la cultura que estamos inmersos, en las estructuras que pretendemos transformar.

En ese sentido hemos visto mejorar la vida de nuestros barrios y de sus gentes, con las que llevamos años compartiendo sus alegrías y penas, sus deseos de mejora y sus logros. Hablamos de familias del barrio de San José Obrero de Alcantarilla, o de aquellos que fueron niños en el Centro de Acogida y Atención al Menor (Cayam) ‘Virgen de la Fuensanta’, en El Palmar. También de parejas desahuciadas en su viviendas o personas afectadas por conflictos laborales, como las trabajadoras de Ayuda a Domicilio de Murcia o los afectados por la huelga de Juver.

No podemos olvidar la rica experiencia de movilización vecinal de los barrios afectados por el soterramiento de las vías del tren a su paso por el municipio de Murcia. Ya nada volverá a ser como antes, puesto que su lucha ya ha merecido la pena, sea el resultado que sea. La solidaridad, los gestos de fraternidad y descubrir que merece la pena estar unidos en la calle para reclamar el protagonismo como ciudadanía.

Somos conscientes que los frutos se alcanzan a largo plazo, que la constancia y la paciencia son valores a la hora de vivir el compromiso. De igual forma, que la esperanza es un rasgo de nuestra fe en Jesús de Nazaret que compartimos con muchas otras personas que, en principio, no se declaran creyentes, pero con las que trabajamos y nos encontramos codo a codo para cambiar nuestro pequeño mundo. Esos frutos también los vivimos en nuestra propia Iglesia diocesana, pese a que en ocasiones la voz del mundo obrero cuesta llegar a nuestras parroquias y comunidades desde la Pastoral Obrera. En este sentido, ha sido y es determinante el testimonio del Papa Francisco, en un pontificado marcado por la alegría del Evangelio y el oler a oveja que nos anima a seguir dando muestras de nuestro compromiso cristiano, al reconocer el papel de los movimientos populares en todo el mundo.

Testimonio y claves para la comunión con los empobrecidos

Descubrimos que el compromiso se puede vivir en nuestras propias casas, en nuestras familias, a la hora de afrontar las situaciones de enfermedad, precariedad y desempleo, dedicando nuestro tiempo, nuestras atenciones, nuestros desvelos… a quienes un día se dedicaron a nosotros o a quienes aún están en las primeras etapas de su vida.

En la última parte del Encuentro de Cuaresma reflexionamos de qué manera y en qué medida ofrecemos testimonio de Jesús a través de nuestros modos de vida y acción. Una reflexión que hacíamos partiendo de la experiencia de comunión con los empobrecidos del mundo obrero, en el acompañamiento de nuestros compañeros de acción, en nuestra forma de denunciar las situaciones de injusticia, en el uso de nuestro tiempo y de nuestros bienes al servicio de las víctimas del sistema…

Y en este sentido, reconocemos que en nosotros predomina el testimonio en la acción y que aún es necesaria una implicación más directa en la vida de quienes peor lo están pasando en nuestros pueblos y ciudades. Es lo que los cristianos llamamos la encarnación en las realidades del mundo obrero y del trabajo. Bien es cierto que nos sentimos reconocidos entre quienes compartimos luchas y esperanzas, entre quienes vivimos experiencias de denuncia profética de múltiples realidades, o entre quienes vivimos movilizaciones y acciones políticas y sindicales.

En nuestra XIII Asamblea General, que celebramos en 2015 en Segovia, compartimos cuatro claves que deben presidir todas las actuaciones que como militantes cristianos desarrollamos en nuestros ambientes, en nuestros pueblos y ciudades, en las realidades más cercanas. Hablamos, por una parte, de acompañar la vida de las personas en sus ambientes (familiar, eclesial, social y laboral) y colaborar con ellos a que se den las condiciones para que podamos vivir nuestra humanidad de manera plena. También de colaborar a un cambio de mentalidad (a una nueva manera de entender y comprender la realidad, el sentido que atribuimos a la vida personal y social, al ser humano y a su actividad, trabajo y política, etc.) y de la atmósfera cultural que nos envuelve y condiciona.

De igual forma asumimos el impulso a colaborar al cambio de las instituciones para que estén mucho más al servicio de las necesidades de las personas, en particular de los empobrecidos y para animar y renovar el tejido social. Y, finalmente, a colaborar a construir y dar visibilidad a experiencias alternativas en la forma de ser y trabajar (en el uso de los bienes, en las formas de trabajo, en la vida política, en la solidaridad con las personas empobrecidas).

Finalmente, en esta Cuaresma renovada con nuestro compromiso personal y comunitario, nos sentimos una comunidad que madura con el paso del tiempo en el amor, en la unidad, en el respeto… y, sobre todo, en sentirse parte de una Iglesia peregrina que busca espacios de diálogo y encuentro, desde la realidad de las personas empobrecidas, desde la realidad del mundo obrero y del trabajo.

29º Domingo del Tiempo Ordinario (22 octubre)

Iglesia

29º Domingo del Tiempo Ordinario (22 octubre)

19 octubre 2017

Dar a Dios lo que es de Dios supone poner nuestra vida personal en esa clave de búsqueda del Reino de Dios y su justicia capaz de ir haciendo de la fraternidad compasiva un proyecto de vida concreto que nos lleva a compartir la vida de los empobrecidos, a llorar su mismo dolor, y a reír su alegría, con la misma Esperanza.

A eso nos llama el Evangelio del próximo domingo, y a eso nos empuja la oración.

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Declaración final del Movimiento Mundial de Trabajadores cristianos

Iglesia, Internacional, Mundo obrero y del trabajo

Declaración final del Movimiento Mundial de Trabajadores cristianos

21 julio 2017

Convocados para dialogar y renovar nuestro compromiso de acercar el Evangelio al mundo del trabajo, concluyen los trabajos del Seminario Internacional y la Asamblea General cuyo lema ha sido “Tierra, techo y TRABAJO para una vida digna”,  que nos ha reunido en Ávila, España, del 15 al 21 de julio de 2017 a 120 delegados y delegadas de 42 movimientos de trabajadores cristianos de África, América, Asia y Europa.

En estos días hemos compartido vida, solidaridad y fraternidad. Hemos sido testigos de la acogida de la ciudad, de su diócesis, de sus medios de comunicación, sintiéndonos muy afortunados. Nos acompañaron a nuestro encuentro los principales responsables de la Iglesia y representantes sindicales de España, que nos alentaron a seguir construyendo puentes entre la Iglesia y el mundo del trabajo.

Hemos dado gracias a Dios, por estos 50 años de presencia cristiana en el mundo del trabajo y de camino al lado de tantos hermanos trabajadores, compartiendo sus gozos y esperanzas, sus alegrías y sus penas.

Nos sentimos acompañados en nuestra tarea evangelizadora por el papa Francisco, que en su mensaje a los participantes de este encuentro, a través del obispo de Ávila, nos emplaza a un “renovado impulso para acercar el Evangelio al mundo del trabajo y también para que la voz de los trabajadores siga resonando en el seno de la Iglesia”, y a “luchar para que todo el mundo viva conforme a su dignidad y nadie se vea descartado”.

En nuestra mirada creyente, hemos compartido la vivencia y presencia en las distintas realidades en los lugares de origen de los movimientos que integran el MMTC. En este discernimiento nos han aportado su experiencia la Organización Internacional del Trabajo (OIT),  la Confederación Europea de Sindicatos (CES) y el movimiento popular de barrios ignorados; profundizando en la enseñanza del papa Francisco en relación a la pastoral obrera, la economía del descarte y el trabajo decente.

Compartimos nuestra preocupación por el desempleo, la falta de empleo digno y la alta precarización de las relaciones laborales en todo el mundo, que generan dolor, sufrimiento muerte, insolidaridad, desesperación, guerra, violencia, emigración. El dominio del lucro se sustenta bajo un modelo de relaciones laborales basado en el debilitamiento del derecho laboral, de la negociación colectiva, de la protección y los derechos sociales, de la representación y defensa de los trabajadores y las trabajadoras… en definitiva, un empobrecimiento de la vida y la deshumanización y desigualdad del trabajo. Estas condiciones atentan contra la vida de millones de personas y de familias enteras, sin distinción de edad, género, raza o lugar… especialmente jóvenes, mujeres y niños (trabajo infantil).

Una realidad sufriente que es fruto de un sistema basado en la cultura del descarte que convierte a las personas en mercancías. Estos rasgos son comunes en todos los países en el marco de una globalización económica que se desentiende de la solidaridad y del respeto a la casa común.

Nos sentimos interpelados. Es también nuestro el dolor de toda la familia trabajadora. Queremos ser y mostrar signos de esperanza personal y comunitariamente. Depende de nuestro compromiso personal mantener una actitud que refuerce nuestra presencia entre nuestros hermanos y hermanas trabajadoras para escuchar, acompañar, formar, denunciar… aportando así procesos de humanización y transparentando a Jesús a través nuestro, como gesto y acción de amor a los demás en nuestros  ámbitos más cercanos, precarios y pobres, pero también con el compromiso explícito con la dimensión internacional de nuestros movimientos para así crecer en solidaridad global.

Nuestros desafíos pasan por seguir evangelizando el mundo del trabajo, anunciando la buena noticia que supone el proyecto de humanización que Dios tiene para todos y situando a la persona, a su imagen y semejanza, en el centro de todas las preocupaciones…

Somos consciente de nuestras limitaciones en esta tarea pero también somos sabedores del compromiso de otros actores protagonistas, que coinciden en la lucha por la sagrada dignidad de la persona, con el clamor compartido de tierra, techo y trabajo para una vida digna; que construyen alternativas, por pequeñas o grandes que sean, y son esa poesía social que el papa Francisco anima a seguir realizando. El proyecto puente que constituye el Movimiento Mundial de Trabajadores Cristianos quiere seguir creciendo, en alianza con otras realidades, para ir construyendo un mundo más justo, solidario y sostenible.

Ofrecemos nuestro compromiso, nuestro trabajo y nuestras luchas, a todos los trabajadores del mundo, desde el ámbito local, regional y global para responder a nuestra misión evangelizadora y, con ello, adecuar la organización del MMTC para responder mejor a esta tarea.

Asumimos:

1. Fortalecer nuestro estilo de vida militante, nuestra formación y Revisión de Vida, en coherencia con nuestra fe en Jesucristo, el Evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia.

2. Impulsar la relación entre los movimientos y el ministerio pastoral. Construyendo con ello pastoral obrera: siendo voz en la Iglesia y voz en el mundo del trabajo, con especial atención en los más excluidos y precarios.

3. Analizar la situación regional de los trabajadores y las trabajadoras, para establecer dinámicas de trabajo que denuncien las situaciones de vulnerabilidad de derechos y protejan la dignidad de la persona. Favorecer la igualdad de oportunidades para hombres y mujeres en todos los ámbitos, también en nuestras organizaciones. Contribuir a la formación de jóvenes trabajadores cristianos.

4. Animar alianzas con otros actores protagonistas en los ámbitos locales y regionales cuyos planteamientos por el trabajo decente y la construcción del bien común sean objetivos compartidos.

5. Potenciar la solidaridad y la acción común con los movimientos populares, a través de los Encuentros Mundiales en diálogo con el Papa y mediante Encuentros específicos de zona o región.

6. Seguir convocando a todos los movimientos de trabajadores cristianos a sumarse a la Jornada Mundial por el Trabajo Decente (7 octubre), junto con el movimiento sindical mundial, la Organización Internacional del Trabajo y otras organizaciones.

7. Proponer a nivel local y regional una confluencia de organizaciones de inspiración católica para poner en marcha una iniciativa de Iglesia universal por el Trabajo Decente.

8. Exigir un trabajo decente para todos.

9. Reclamar a los Estados a que garanticen un salario social o renta de ciudadanía, que evite el descarte de millones de personas, en los casos de que no se garantice el acceso a un trabajo decente.

 

En la Universidad de la Mística de Ávila, España. Julio 2017

Francisco: «El mundo del trabajo es una prioridad humana. Por lo tanto, es una prioridad cristiana»

Iglesia

Francisco: «El mundo del trabajo es una prioridad humana. Por lo tanto, es una prioridad cristiana»

05 junio 2017

Discurso del papa Francisco en su encuentro con el mundo del trabajo realizado en el establecimiento siderúrgico Ilva, durante su visita pastoral a Génova (sábado 27 de mayo de 2017). A las palabras del papa, le preceden cuatro intervenciones efectuadas por un empresario, una representante sindical, un trabajador y una desempleada.

[Ferdinando Garré, empresario del sector de reparaciones navales] En nuestro trabajo nos encontramos que tenemos que luchar contra tantos obstáculos —la excesiva burocracia, la lentitud de las decisiones públicas, la falta de servicios e infraestructuras adecuadas— que a menudo no permiten liberar las mejores energías de esta ciudad. Compartimos este camino arduo con nuestro capellán y nos anima nuestro arzobispo, el cardenal Angelo Bagnasco. Nos dirigimos a usted, Santidad, para pedirle una palabra de cercanía. Una palabra que nos conforte y nos anime frente a los obstáculos que cada día nosotros como empresarios nos encontramos.

¡Buenos días a todos! Es la primera vez que vengo a Génova, estar tan cerca del puerto me recuerda de dónde salió mi padre… Esto me emociona mucho. Y gracias por vuestra acogida. El señor Ferdinando Garré: yo conocía las preguntas, y para algunas escribí ideas para responder; y tengo también el bolígrafo en la mano para retomar cualquier cosa que me venga a la mente en el momento, para responder. Pero en estas preguntas sobre el mundo del trabajo he querido pensar bien para responder bien, porque hoy el trabajo está en riesgo. Es un mundo donde el trabajo no se considera con la dignidad que tiene y que da. Por esto responderé con las cosas que he pensado y algunas las diré en el momento.

Hago una premisa. La premisa es: el mundo del trabajo es una prioridad humana. Y, por lo tanto, es una prioridad cristiana, una prioridad nuestra, y también una prioridad del Papa. Porque viene de aquel primer mandamiento que Dios dio a Abrahán: «ve, haz crecer la tierra, trabaja la tierra, domínala». Ha existido siempre una amistad entre la Iglesia y el trabajo, comenzando por Jesús trabajador. Donde hay un trabajador, ahí está el interés y la mirada de amor del Señor y de la Iglesia. Pienso que esto está claro. Es muy hermosa esta pregunta que proviene de un empresario, de un ingeniero; de su modo de hablar de la empresa surgen las típicas virtudes del empresario. Y dado que esta pregunta la formula un empresario, hablaremos de ellos. La creatividad, el amor por la propia empresa, la pasión y el orgullo por la obra de sus manos, de su inteligencia y de los trabajadores. El empresario es una figura fundamental de toda buena economía: no hay una buena economía sin un buen empresario. No hay buena economía sin buenos empresarios, sin vuestra capacidad para crear, crear trabajo, crear productos. En sus palabras se percibe también el amor por la ciudad —y se entiende esto— por su economía, por la cualidad de las personas, de los trabajadores, y también del ambiente, del mar… Es importante reconocer las virtudes de los trabajadores y las trabajadoras. Sus necesidades —de los trabajadores y las trabajadoras— tienen que ver con el hacer bien el trabajo porque el trabajo hay que hacerlo bien. A veces se piensa que un trabajador trabaja bien sólo porque se le paga: esta es una grave desestima de los trabajadores y del trabajo, porque niega la dignidad del trabajo, que inicia precisamente en trabajar bien por dignidad, por honor. El verdadero empresario —intentaré dibujar el perfil de un buen empresario— el verdadero empresario conoce a sus trabajadores, porque trabaja junto a ellos, trabaja con ellos. No olvidemos que el empresario debe ser antes que nada un trabajador. Si él no tiene esta experiencia de la dignidad del trabajo, no será un buen empresario. Comparte las fatigas de los trabajadores y comparte las alegrías del trabajo, la solución de los problemas, crear algo juntos. Y si debe despedir a alguien es siempre una decisión dolorosa y no lo haría, si pudiese. Ningún buen empresario ama despedir a su gente —no, quien piensa resolver el problema de su empresa despidiendo a la gente, no es un buen empresario, es un comerciante, hoy vende a su gente, mañana vende la propia dignidad—, sufre siempre, y a veces de este sufrimiento nacen nuevas ideas para evitar el despido. Este es el buen empresario. Yo recuerdo, hace casi un año, un poco menos, en la misa en Santa Marta a las 7 de la mañana, a la salida saludo a la gente que está ahí, y se acercó un hombre. Lloraba. Dijo: “he venido a pedir un favor: estoy al límite y debo hacer una declaración de quiebra. Esto significaría despedir unos 60 trabajadores, y no quiero, porque siento que me despido a mí mismo”. Y aquel hombre lloraba. Él era un buen empresario. Luchaba y pedía por su gente, porque era “suya”: “Es mi familia”. Están unidos…

Una enfermedad de la economía es la progresiva transformación de los empresarios en especuladores. Al empresario no se le debe confundir de ninguna manera con el especulador: son dos tipos diversos. Al empresario no se le debe confundir con el especulador: el especulador es una figura semejante a la que Jesús en el Evangelio llama “mercenario”, para contraponerlo al Buen Pastor. El especulador no ama a su empresa, no ama a los trabajadores, sino que ve a la empresa y los trabajadores sólo como medios para obtener provecho. Usa, usa a la empresa y a los trabajadores para sacar provecho. Despedir, cerrar, mover la empresa no le crea problema alguno, porque el especulador usa, instrumentaliza, “come” personas y medios en favor de sus objetivos de provecho. Cuando la economía la habitan, en cambio, los buenos empresarios, las empresas son amigas de la gente y también de los pobres. Cuando pasa a manos de los especuladores, todo se echa a perder. Con el especulador, la economía pierde rostro y pierde los rostros. Es una economía sin rostros. Una economía abstracta. Detrás de las decisiones del especulador no hay personas y, por lo tanto, no se ven las personas que hay que despedir y recortar. Cuando la economía pierde contacto con los rostros de las personas concretas, ella misma se convierte en una economía sin rostro y, por lo tanto, una economía despiadada. Hay que tener miedo a los especuladores, no a los empresarios; no, no hay que temer a los empresarios porque hay muchos muy buenos. No. Hay que temer a los especuladores. Pero paradójicamente, a veces el sistema político parece alentar a quien especula sobre el trabajo y no a quien invierte y cree en el trabajo. ¿Por qué? Porque crea burocracia y controles partiendo de la hipótesis de que los agentes de la economía son especuladores, y de este modo quien no lo es se ve en desventaja y quien lo es, logra encontrar los medios para eludir los controles y lograr sus objetivos. Se sabe que los reglamentos y las leyes pensadas para los deshonestos acaban por penalizar a los honestos. Y hoy existen muchos verdaderos empresarios, empresarios honestos que aman a sus trabajadores, que aman a la empresa, que trabajan junto a ellos para llevar adelante la empresa, y estos son los más desfavorecidos por estas políticas que favorecen a los especuladores. Pero los empresarios honestos y virtuosos salen adelante, al final, no obstante todo. Me gusta citar a este propósito, una bella frase de Luigi Einaudi, economista y presidente de la República italiana. Escribía: “Miles, millones de individuos trabajan, producen y ahorran, no obstante todo lo que nosotros podemos inventar para molestarles, obstaculizarles, desanimarles. Es la vocación natural la que les empuja, no sólo la sed de ganancia. El gusto, el orgullo de ver la propia empresa prosperar, adquirir crédito, inspirar confianza a cada vez más clientes, ampliar las instalaciones, constituyen un motivo de progreso tan potente como la ganancia. Si no fuera así, no se explicaría cómo hay empresarios que en el propio trabajo prodigan todas sus energías e invierten todos sus capitales para retirar a menudo ganancias mucho más modestas de las que seguramente y cómodamente podrían obtener con otros trabajos”. Tienen esa mística del amor…

Le agradezco por lo que usted ha dicho, porque usted es un representante de estos empresarios. Vosotros estad atentos, empresarios, y también vosotros, trabajadores: estad atentos con los especuladores. Y también con las reglas y las leyes que al final favorecen a los especuladores y no a verdaderos empresarios. Y al final dejan a la gente sin trabajo. Gracias.

[Micaela, representante sindical] Hoy se habla nuevamente de industria gracias a la cuarta revolución industrial o industria 4.0. Bien: el mundo del trabajo está preparado para aceptar nuevos desafíos productivos que aporten bienestar. Nuestra preocupación es que esta nueva frontera tecnológica y la remontada económica y productiva que antes o después se dará, no traigan consigo un nuevo empleo de calidad, sino que por el contrario contribuyan a incrementar la precariedad y el malestar social. Hoy la verdadera revolución en cambio sería precisamente la de transformar la palabra «trabajo» en una forma concreta de rescate social.

Me viene a la cabeza responder, al principio, con un juego de palabras… Tú has terminado con la palabra “rescate social”, y me viene el “chantaje social”. Lo que digo ahora es una cosa real, que ocurrió en Italia hace un año. Había una fila de gente desempleada para encontrar un trabajo, un trabajo interesante, de oficina. La chica que me lo contó —una chica culta, hablaba algunos idiomas, que eran importantes para ese puesto— y le dijeron: “Sí, puede ir bien…; serán 10-11 horas al día…” — “¡Sí, sí!” —dijo ella enseguida, porque necesitaba trabajo— “Y se comienza con —creo que dijeron, no quiero equivocarme, pero no más de— 800 euros al mes”. Y ella dijo: “pero … ¿800 solamente? ¿11 horas?”. Y el señor —el especulador, no era empresario, el empleado del especulador— le dijo: “Señorita, mire detrás de usted la fila: si no le gusta, váyase”. ¡Esto no es rescate sino chantaje!

Ahora diré lo que había escrito, pero tu última palabra me inspiró este recuerdo. El trabajo en negro. Otra persona me contó que trabajó, pero desde septiembre a junio, y volvía a comenzar en octubre, septiembre. Y así se juega… El trabajo en negro.

He aceptado la propuesta de tener este encuentro hoy, en un lugar de trabajo y de trabajadores, porque también estos son lugares del pueblo de Dios.

Los diálogos en los lugares del trabajo no son menos importantes que los diálogos que hacemos dentro de las parroquias o en las solemnes salas de convenciones, porque los lugares de la Iglesia son los lugares de la vida y en consecuencia también las plazas y las fábricas. Porque alguien puede decir: “¿Pero este sacerdote, qué nos está diciendo? ¡Váyase a la parroquia!”. No, el mundo del trabajo es el mundo del pueblo de Dios: todos somos Iglesia, todos pueblo de Dios. Muchos de nuestros encuentros entre Dios y los hombres, de los que nos habla la Biblia y los Evangelios, han ocurrido mientras las personas trabajaban: Moisés oye la voz de Dios que le llama y le revela su nombre mientras llevaba a pastar el rebaño del suegro; los primeros discípulos de Jesús eran pescadores y son llamados por Él mientras trabajaban a orillas del lago. Es muy cierto lo que usted dice: la falta de trabajo es mucho más que la falta de una fuente de ingresos para poder vivir. El trabajo es también esto, pero es mucho, mucho más. Trabajando nosotros nos hacemos más persona, nuestra humanidad florece, los jóvenes se convierten en adultos solamente trabajando. La Doctrina social de la Iglesia ha visto siempre el trabajo humano como participación en la creación que continúa cada día, también gracias a las manos, a la mente y al corazón de los trabajadores. Sobre la tierra hay pocas alegrías más grandes que las que se experimentan trabajando, así como hay pocos dolores más grandes que los dolores del trabajo, cuando el trabajo explota, aplasta, humilla, mata. El trabajo puede hacer mucho daño porque puede hacer mucho bien. El trabajo es amigo del hombre y el hombre es amigo del trabajo, y por esto no es fácil reconocerlo como enemigo, porque se presenta como una persona de casa, también cuando nos golpea y nos hiere. Los hombres y las mujeres se nutren del trabajo: con el trabajo están “ungidos de dignidad”. Por esta razón, entorno al trabajo se edifica el entero pacto social. Este es el núcleo del problema. Porque cuando no se trabaja, o se trabaja mal, se trabaja poco o se trabaja demasiado, es la democracia la que entra en crisis, es todo el pacto social. Es también este el sentido del artículo 1 de la Constitución italiana, que es muy bonito: “Italia es una República democrática, fundada en el trabajo”. Con base en esto podemos decir que quitar el trabajo a la gente o explotar a la gente con trabajo indigno o mal pagado o come sea, es anticonstitucional. Si no estuviera fundada en el trabajo, la República italiana no sería una democracia, porque el puesto de trabajo lo ocupan y lo han ocupado siempre privilegios, castas, rentas. Entonces es necesario mirar sin miedo, pero con responsabilidad, a las transformaciones tecnológicas de la economía y de la vida y no resignarse a la ideología que está imponiéndose por doquier, que imagina un mundo donde solo la mitad o quizás dos tercios de los trabajadores trabajarán, y los demás serán mantenidos por una ayuda social. Debe quedar claro que el objetivo verdadero que hay que alcanzar no es la “renta para todos”, sino ¡el “trabajo para todos”! Porque sin trabajo, sin trabajo para todos no habrá dignidad para todos. El trabajo de hoy y de mañana será distinto, quizás muy distinto —pensemos en la revolución industrial hubo un cambio, también aquí habrá una revolución— será distinto del trabajo de ayer pero deberá ser trabajo no pensión, no jubilados: trabajo. Se jubila con la edad justa, es un acto de justicia; pero está contra la dignidad de las personas jubilarlas con 35 o 40 años, dar un subsidio del Estado, y arréglatelas. “Pero, ¿tengo para comer?”. Sí. “¿Tengo para sacar adelante a mi familia, con este subsidio?” Sí. “¿Tengo dignidad?” ¡No! ¿Por qué? Porque no tengo trabajo. El trabajo de hoy será diverso. Sin trabajo, se puede sobrevivir; pero para vivir, es necesario el trabajo. La elección es entre el sobrevivir y el vivir. Y se necesita trabajo para todos. Para los jóvenes… ¿Vosotros sabéis el porcentaje de jóvenes de 25 años para abajo, desempleados, que hay en Italia? Yo no lo diré: buscad las estadísticas. Y esto es una hipotéca sobre el futuro. Porque estos jóvenes crecen sin dignidad, porque no son “ungidos” con el trabajo que es lo que da la dignidad. Pero el núcleo de la pregunta es este: un subsidio estatal, mensual, que te permite sacar adelante una familia no resuelve el problema. El problema se resuelve con el trabajo para todos. Creo haber respondido más o menos…

[Sergio, un trabajador que hace un camino de formación promovido por los capellanes] No es raro que en los ambientes de trabajo prevalezca la competición, la carrera, los aspectos económicos, mientras que el trabajo es una ocasión privilegiada de testimonio y de anuncio del Evangelio, vivido adoptando actitudes de hermandad, colaboración y solidaridad. Pedimos a Su Santidad consejos para caminar mejor hacia estos ideales.

Los valores del trabajo están cambiando muy rápidamente, y muchos de estos nuevos valores de la gran empresa y de la gran finanza no son valores en línea con la dimensión humana, y por lo tanto con el humanismo cristiano. El acento sobre la competición al interno de la empresa, además de ser un error antropológico y cristiano, es también un error económico, porque olvida que la empresa es ante todo cooperación, asistencia mutua, reciprocidad. Cuando una empresa crea científicamente un sistema de incentivos individuales que ponen a los trabajadores en competición entre ellos, quizás en breve periodo puede obtener alguna ventaja, pero termina pronto por minar ese tejido de confianza que es el alma de cada organización. Y así, cuando llega una crisis, la empresa se deshace e implosiona, porque no hay ninguna cuerda que la sujete. Se necesita decir con fuerza que esta cultura competitiva entre los trabajadores dentro de la empresa es un error, y por tanto una visión que hay que cambiar si queremos el bien de una empresa, de los trabajadores y de la economía. Otro valor que en realidad es un desvalor es la muy celebrada “meritocracia”. La meritocracia fascina mucho porque usa una palabra bonita: “el mérito”; pero como la instrumentaliza y la usa de manera ideológica, la desnaturaliza y pervierte. La meritocracia, más allá de la buena fe de los muchos que la invocan, está convirtiéndose en una legitimación ética de la desigualdad. El nuevo capitalismo a través de la meritocracia da un carácter moral a la desigualdad, porque interpreta los talentos de las personas como un don: el talento no es un don según esta interpretación: es un mérito, determinando un sistema de ventajas y desventajas acumulativas. Así, si dos niños desde el nacimiento nacen diferentes por talentos u oportunidades sociales y económicas, el mundo económico leerá los distintos talentos como mérito, y les remunerará diversamente. Y así, cuando esos dos niños se jubilen, la desigualdad entre ellos se habrá multiplicado. Una segunda consecuencia de la llamada “meritocracia” es el cambio de la cultura de la pobreza. El pobre es considerado un desmerecedor y por tanto un culpable. Y si la pobreza es culpa del pobre, los ricos son exonerados de hacer algo. Esta es la vieja lógica de los amigos de Job, que querían convencerle que fuese culpable de su desaventura. Pero esta no es la lógica del Evangelio, no es la lógica de la vida: la meritocracia en el Evangelio la encontramos en cambio en la figura del hermano mayor en la parábola del hijo pródigo. Él desprecia al hermano menor y piensa que debe permanecer como un fracasado porque se lo ha merecido; en cambio el padre piensa que ningún hijo se merece las bellotas de los cerdos.

[Vittoria, desempleada] Nosotros desempleados sentimos las instituciones no solo lejanas sino madrastras, más ocupadas por un asistencialismo pasivo que por trabajar para crear las condiciones que favorezcan el trabajo. Nos conforta el calor humano con el que la Iglesia nos es cercana y la acogida que cada uno encuentra en la casa de los capellanes. Santidad, ¿dónde podemos encontrar la fuerza para creer siempre y no tirar la toalla nunca no obstante todo esto?

¡Es exactamente así! Quien pierde el trabajo y no consigue encontrar otro buen trabajo, siente que pierde la dignidad, como pierde la dignidad quien está obligado por necesidad a aceptar trabajos malos y equivocados. No todos los trabajos son buenos: hay todavía demasiados trabajos malos y sin dignidad, en el tráfico ilegal de armas, en la pornografía, en los juegos de azar y en todas esas empresas que no respetan los derechos de los trabajadores o de la naturaleza. Igual de malo es el trabajo de quien le pagan mucho para que no tenga horarios, límites, confines entre trabajo y vida para que el trabajo se convierta en toda su vida. Una paradoja de nuestra sociedad es la coexistencia de una creciente cuota de personas que querrían trabajar y no lo consiguen, y otros que trabajan demasiado, que querrían trabajar menos pero no lo consiguen porque han sido “comprados” por las empresas. El trabajo, en cambio, se convierte en “hermano trabajo” cuando junto a ello está el tiempo del no-trabajo, el tiempo de la fiesta. Los esclavos no tienen tiempo libre: sin el tiempo de la fiesta el trabajo se vuelve esclavista, aunque sea muy bien pagado; y para poder hacer fiesta debemos trabajar. En las familias donde hay desempleados, nunca es verdaderamente domingo y las fiestas se convierten a veces en días de tristeza porque falta el trabajo del lunes. Para celebrar la fiesta, es necesario poder celebrar el trabajo. Uno marca el tiempo y el ritmo del otro. Van juntos.

Comparto también que el consumo es un ídolo de nuestro tiempo. El consumo es el centro de nuestra sociedad, y por tanto el placer que el consumo promete. Grandes tiendas, abiertas 24 horas al día, todos los días, nuevos “templos” que prometen la salvación, la vida eterna; cultos de puro consumo y por tanto de puro placer. Es también esta la raíz de la crisis del trabajo de nuestra sociedad: el trabajo es fatiga, sudor. La Biblia lo sabía muy bien y nos lo recuerda. Pero una sociedad hedonista, que ve y quiere solo el consumo, no entiende el valor de la fatiga y del sudor y entonces no entiende el trabajo. Todas las idolatrías son experiencias de puro consumo: los ídolos no trabajan. El trabajo es alumbramiento: son dolores para poder generar luego alegría por lo que se ha generado juntos. Sin encontrar una cultura que estima la fatiga y el sudor, no encontraremos una nueva relación con el trabajo y continuaremos soñando con el consumo de puro placer. El trabajo es el centro de cada pacto social: no es un medio para poder consumir, no. Es el centro de cada pacto social. Entre el trabajo y el consumo hay muchas cosas, todas importantes y bonitas, que se llaman dignidad, respeto, honor, libertad, derechos, derechos de todos, de las mujeres, de los niños, de las niñas, de los ancianos… Si malvendemos el trabajo al consumo, con el trabajo pronto malvenderemos también todas estas palabras hermanas suyas: dignidad, respeto, honor, libertad. No debemos permitirlo, y debemos continuar pidiendo trabajo, generándolo, estimándolo, amándolo. También a rezándolo: muchas de las oraciones más bonitas de nuestros padres y abuelos eran oraciones de trabajo, aprendidas y rezadas antes, depués y durante el trabajo. El trabajo es amigo de la oración; el trabajo está presente todos los días en la Eucaristía, cuyos dones son el fruto de la tierra y del trabajo del hombre. Un mundo que ya no conoce los valores y el valor del trabajo, no entiende ya ni siquiera la Eucaristía, la oración verdadera y humilde de las trabajadoras y los trabajadores. Los campos, el mar, las fábricas han sido siempre “altares” desde los cuales se han elevado oraciones bonitas y puras, que Dios ha acogido y guardado. Oraciones dichas y rezadas por quien sabía y quería rezar pero también dichas con las manos, con el sudor, con la fatiga del trabajo por quien no sabía rezar con la boca. Dios ha acogido también estas y continúa acogiéndolas también hoy.

Por esto, querría terminar este diálogo con una oración: es una oración antigua, el “Ven, Espíritu Santo”, que es también una oración del trabajo y por el trabajo:

“Ven Espíritu Santo, envía tu luz desde el cielo. Ven Padre amoroso del pobre; Padre de los trabajadores y de las trabajadoras. Don, en tus dones espléndido; luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo. Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo, tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos. Entra hasta el fondo del alma, divina luz y enriquécenos. Lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo, doma el espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero. Reparte tus Siete Dones según la fe de tus siervos. Por tu bondad y tu gracia dale al esfuerzo su mérito; salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno. Amén”.

¡Gracias!

Y ahora, pido al Señor que os bendiga a todos vosotros, bendiga a todos los trabajadores, los empresarios, los desempleados. Cada uno de nosotros piense en los empresarios que hacen de todo para dar trabajo; piense en los desempleados, piense en los trabajadores y trabajadoras. Y descienda esta bendición sobre todos nosotros y sobre ellos.

[Bendición]

¡Muchas gracias!

***
Fuente original

 

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