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El papa Francisco convoca a los sindicatos para abordar conjuntamente los desafíos del trabajo

Nota de prensa

El papa Francisco convoca a los sindicatos para abordar conjuntamente los desafíos del trabajo

16 noviembre 2017

En este diálogo participarán los principales sindicatos del mundo, CCOO y UGT por España; la Organización Internacional del Trabajo (OIT); el Movimiento Mundial de Trabajadores Cristianos (MMTC), al que pertenece la HOAC; Conjuntamente con el obispo de la Pastoral Obrera de la Conferencia Episcopal Española; el prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral de la Santa Sede y el papa Francisco, entre otros.

Durante los días 23 y 24 de noviembre, en el Aula Nueva del Sínodo de la Ciudad del Vaticano, el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, del Cardenal Peter Turkson, ha convocado el Encuentro Internacional de Organizaciones Sindicales –histórico, pues no consta un precedente similar– con el lema «De Populorum progressio a Laudato si’. El trabajo y el movimiento de los trabajadores en el centro del desarrollo humano integral, sostenible y solidario. ¿Por qué el mundo del trabajo sigue siendo la clave del desarrollo en el mundo global?». El Vaticano vuelve a poner el foco en el trabajo humano y en la dignidad de la persona.

La perspectiva del encuentro es muy significativa. De un lado, la Doctrina Social de la Iglesia en cuyos principios se inspira esta iniciativa, apuesta por «generar acuerdos que promuevan un desarrollo humano integral, sostenible y solidario». En la propuesta y documento preparatorio, se referencian las encíclicas: Populorum progressio, sobre el desarrollo de los pueblos; Sollicitudo rei socialis, sobre la preocupación social de la Iglesia; Laborem exercens, sobre el trabajo humano; Caritas in veritate, sobre el desarrollo humano integral y Laudato si’, sobre el cuidado de la casa común. La aportación de cinco papas pone en valor la vigencia del pensamiento social de la Iglesia en relación con el trabajo y el desarrollo humano integral, sostenible y solidario.

El papa Francisco llama a «descubrir un nuevo diálogo sobre el modo como estamos construyendo el futuro de nuestro planeta» que tenga en cuenta las dimensiones ambiental, económica, social, cultural y religiosa. «El mundo del trabajo es una prioridad humana. Por lo tanto, es una prioridad cristiana», manifestó recientemente en su asamblea en la fábrica de Ilva (Génova). Desde ese diálogo prioritario se pretende atender las problemáticas y desafíos del trabajo que, para la Iglesia, «sigue siendo la clave del desarrollo en el mundo global». Una constante irrenunciable en estos cuatro intensos años de pontificado, tal y como recoge de manera explícita la encíclica Laudato sí’ (LS): situar el valor del trabajo como indispensable, irrenunciable e irremplazable para cubrir las necesidades de las personas y alcanzar una vida digna, una vida buena. (LS 127:129).

Francisco es particularmente insistente en la importancia del trabajo digno en la lucha contra la pobreza, una de las principales preocupaciones de su pontificado, expresado en: «¡Ah, cómo quisiera una Iglesia pobre y para los pobres!» priorizando la atención evangélica en las periferias, entre quienes sufren «la cultura del descarte» .

El trabajo decente es el hilo conductor en sus recientes visitas pastorales; lo ha sido ante diversas instituciones y organizaciones; o en sus distintos mensajes. Lo ha sido, durante tres años consecutivos, mediante el diálogo mantenido en los tres encuentros mundiales de movimientos populares, «un signo de esperanza» –según sus propias palabras– para millones de trabajadoras y trabajadores «descartados» que luchan por «los derechos sagrados al Techo, al Trabajo y a la Tierra».

CCOO, UGT y Conferencia Episcopal Española confirma su participación

La convocatoria impulsada por Bergoglio está siendo bien recibida por las instituciones y entidades del mundo obrero y del trabajo. La OIT, inmersa en un diálogo global en torno a la iniciativa sobre el futuro del trabajo como respuesta a los desafíos en favor de la justicia social, participa a través de su director general, Guy Ryder.

La presencia de CCOO y UGT está confirmada con sus responsables de Internacional, Cristina Faciaben y Jesús Gallego, respectivamente –no la de USO al coincidir con su Congreso– para compartir acción sindical, experiencias y compromisos. El encuentro pretende, consecuentemente, animar a los sindicatos del mundo a seguir construyendo y mejorando una sociedad más fraterna, justa e inclusiva que situé «el trabajo humano en el centro y la clave del proceso de civilización».

Por otro lado, el Movimiento Mundial de Trabajadores Cristianos (MMTC), internacional a la que pertenece la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) y que recientemente realizó su asamblea general en Ávila, con el lema Tierra, Techo y Trabajo para una vida digna construye parte de su pastoral obrera reclamando un trabajo decente o un salario social, para evitar el descarte de millones de personas, estará representado por Fátima Almeida, copresidenta, y por el director de la revista Noticias Obreras, Abraham Canales, quien además atenderá comunicativamente esta cita.

Finalmente, por la Conferencia Episcopal Española (CEE) ha confirmado su participación el obispo responsable de la Pastoral Obrera, Monseñor Antonio Algora, emérito de Ciudad Real, y por Fernando Díaz Abajo, a su vez, consiliario general de la HOAC. La CEE tiene entre sus compromisos inmediatos abordar el quehacer de la Pastoral Obrera ante el futuro del trabajo.

Contacto e información del encuentro

​Abraham Canales
Director de Noticias Obreras ​(MMTC/HOAC)​

T | 91 701 40 81
C | comunicacion@hoac.es
T | @otromundoesposi

Papa Francisco: «La precariedad en el trabajo es inmoral»

Internacional, Mundo obrero y del trabajo

Papa Francisco: «La precariedad en el trabajo es inmoral»

27 octubre 2017

Publicamos el texto del mensaje en vídeo que el papa Francisco envió a los participantes en la 48ª Semana Social de los Católicos Italianos (Cagliari, 26-29 octubre de 2017) convocada con el tema «El trabajo que queremos: libre, creativo, participativo y solidario»

Queridos hermanos y hermanas:

Saludo cordialmente a todos vosotros que participáis en la 48ª Semana Social de los Católicos Italianos, convocada en Cagliari. Saludo fraternalmente al cardenal Gualtiero Bassetti, presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, a los obispos presentes, al arzobispo Filippo Santoro, a los miembros del Comité Científico y Organizador, a los delegados de las diócesis italianas, a los representantes de movimientos y asociaciones relacionados con el trabajo y a todos los invitados.

Os reunís bajo la protección y con el ejemplo del beato Giuseppe Toniolo, que en 1907 promovió la Semana Social en Italia. Vivió su testimonio de laico en todas las dimensiones de la vida: espiritual, familiar, profesional, social y política. Para inspirar vuestros trabajos, os propongo una enseñanza suya. “Nosotros, los creyentes -escribía- sentimos, en el fondo del  alma […] que el que salvará definitivamente la sociedad actual no será un diplomático, un erudito, un héroe, sino un santo, más bien una sociedad de santos” (Del ensayo Indirizzi e concetti  sociali). Haced vuestra esta “memoria de la fundación”: Nos santificamos trabajando para los demás, prolongando así en la historia el acto creador de Dios.

En las Escrituras encontramos muchos personajes definidos por su trabajo: el sembrador, el segador, los viñadores, los administradores, los pescadores, los pastores, los carpinteros, como San José. De la Palabra de Dios emerge un mundo en el que se trabaja. La Palabra de Dios, Jesús, no se encarnó en un emperador o en un rey, sino que “se despojó a sí mismo, asumiendo la condición de siervo” (Fil 2,7) para compartir nuestra historia humana, incluyendo los sacrificios que el trabajo requiere, hasta el punto de ser conocido como carpintero o hijo de un carpintero (cf. Mc 6, 3; Mt 13, 55). Pero hay más. El Señor llama durante el trabajo, como fue el caso de los pescadores a los que  invita a ser pescadores de hombres (Mc 1.16 a 18; Mt 4.18 a 20). También los talentos recibidos podemos leerlos como dones y habilidades para dedicarlos al mundo laboral a fin de construir comunidades, comunidades solidarias y para ayudar a quien atraviesa por dificultades.

El tema de esta Semana Social es “El trabajo que queremos: libre, creativo, participativo y solidario”. Así quise definir el trabajo humano en la Exhortación Apostólica Evangelii gaudium (n. 192). Gracias por elegir el tema del trabajo. “Sin trabajo no hay dignidad”: lo repito a menudo, me acuerdo precisamente en Cagliari en 2013, y en mayo pasado en Génova. Pero no todos los trabajos son “trabajos dignos”. Hay trabajos que humillan la dignidad de las personas, los que alimentan las guerras con la construcción de armas, los que rebajan  el valor del cuerpo con el tráfico sexual y la explotación de los niños. También ofenden la dignidad del trabajador, el trabajo en negro, el gestionado por la contratación ilegal, los trabajos que discriminan a las mujeres y no incluyen a aquellos que tienen una discapacidad. Asimismo el trabajo precario es una herida abierta para muchos trabajadores, que viven con el temor de perder sus trabajos. He escuchado esta angustia muchas veces: la angustia de perder el propio trabajo; la angustia de la persona que tiene un trabajo de septiembre a junio y no sabe si lo tendrá el próximo septiembre. La precariedad total. Esto es inmoral. Esto mata: mata la dignidad, mata la salud, mata a la familia, mata a la sociedad. El trabajo negro y el trabajo precario matan. A esto hay que añadir la  preocupación por los trabajos peligrosos e insalubres que cada año causan cientos de muertes e inválidos en Italia.

La dignidad del trabajo es una condición para crear un buen trabajo: Por lo tanto, es necesario defenderla y promoverla. Con la encíclica Rerum Novarum (1891) del papa León XIII, nacía la Doctrina Social de la Iglesia para defender a los trabajadores de la explotación, para combatir el trabajo infantil, las jornadas de trabajo de 12 horas, las condiciones higiénicas insuficientes de las fábricas.

Pienso también en los parados que buscan trabajo y no lo encuentran, en los desanimados que ya no tienen fuerzas para buscarlo, en los subempleados, que trabajan solo unas pocas horas al mes sin llegar a superar la línea de pobreza. Les digo: No perdáis la confianza. Se lo digo también a los que viven en las áreas del sur de Italia con más problemas. La Iglesia trabaja por una economía al servicio de la persona, que reduce las desigualdades y tiene como fin el trabajo para todos.

La crisis económica mundial comenzó como una crisis financiera y luego se convirtió en una crisis económica y laboral. La crisis laboral es una crisis ambiental y social al mismo tiempo (Laudato si’ 13). El sistema económico está dirigido al consumo, sin preocuparse por la dignidad del trabajo y la protección del medio ambiente. Pero esto es algo así como ir en bicicleta con las ruedas desinfladas: ¡es peligroso! La dignidad y la protección se mortifican cuando se considera al trabajador como una línea del presupuesto, cuando se ignora el grito de los descartados. No escapan a esta lógica las administraciones públicas, cuando firman contratos con el criterio del descuento más grande sin tener en cuenta la dignidad del trabajo ni la responsabilidad ambiental y fiscal de las empresas. Creyendo lograr ahorro y eficiencia, terminan traicionando su propia misión social al servicio de la comunidad.

Entre muchas dificultades no faltan, sin embargo, signos de esperanza. Las muchas buenas prácticas que habéis recopilado son como el bosque que crece sin ruido, y nos enseñan dos virtudes: servir a las personas que lo necesitan y formar comunidades donde la comunión prevalezca sobre la competición. Competición: está es la enfermedad de la meritocracia… Es hermoso ver que la innovación social también surge del encuentro y de las relaciones, y que no todos los bienes son mercancías: por ejemplo, la confianza, la autoestima, la amistad, el amor.

Que nada se anteponga al bien de la persona y al cuidado de la casa común, a menudo desfigurada por un modelo de desarrollo que ha producido una deuda ecológica grave. La innovación tecnológica debe estar guiada por la conciencia y los principios de subsidiariedad y solidaridad. El robot debe seguir siendo un medio y no convertirse en el ídolo de una economía en las manos de los poderosos: tendrá que estar al servicio de la persona y de sus necesidades humanas.

El Evangelio nos enseña que el Señor es también justo con los trabajadores de la última hora, sin perjuicio de lo que es  “justo” para los trabajadores de la primera hora (cf. Mt 20, 1 -16). La diferencia entre el primer y el último trabajador no merma la remuneración que todos necesitan para vivir. Este es el “principio de bondad” gracias al cual, también hoy en día, se consigue que no le falta nada a nadie y que fertilicen los procesos de trabajo, la vida de las empresas, las comunidades de trabajadores. La tarea del empresario es entregar los  talentos a sus colaboradores, llamados a su vez, a no enterrar lo que han recibido, sino a sacarle partido al servicio de los demás. ¡En el mundo del trabajo, la comunión debe ganar a la competición!

Quiero desearos que seáis una “levadura social” para la sociedad italiana y que viváis una fuerte experiencia sinodal. Veo con interés que tocaréis problemas muy importantes, tales como la reducción de la brecha entre la escuela y el mundo laboral, la cuestión del trabajo femenino, el llamado trabajo de cuidados, el trabajo de las personas con discapacidad y el trabajo de los migrantes, que serán acogidos realmente cuando puedan integrarse en actividades laborales. Ojalá vuestras reflexiones y debates se traduzcan en hechos y en un compromiso renovado al servicio de la sociedad italiana.

Aseguro a la gran asamblea de la Semana Social de Cagliari mi recuerdo en la oración y, mientras os pido que recéis por mí y por mi servicio a Iglesia, os envío de todo corazón la bendición apostólica.

 

El papa Francisco dedica el mes de octubre al trabajo

Iglesia

El papa Francisco dedica el mes de octubre al trabajo

11 octubre 2017

Este mes de oc­tu­bre el papa Fran­cis­co de­ci­dió tra­ba­jar so­bre el tema del em­pleo por­que cons­ti­tu­ye uno de los desa­fíos prin­ci­pa­les del mun­do de hoy. Toca la vida de mu­chí­si­mas per­so­nas, de ma­ne­ra muy con­cre­ta y co­ti­dia­na. To­dos co­no­ce­mos fa­mi­lia, ami­gos que se han en­con­tra­do sin tra­ba­jo, que tie­nen que bus­car a ve­ces me­ses y me­ses, es­pe­rar, pre­sen­tar cu­rri­cu­lum una y otra vez, “ven­der­se” lo me­jor po­si­ble para ser se­lec­cio­na­do, bus­car, de­ses­pe­rar, vol­ver a en­con­trar es­pe­ran­za, sin con­tar el en­fren­tar­se a su en­torno los cua­les pre­gun­tan, sin mu­cho sa­ber a ve­ces como si­tuar­se y ser so­li­da­rios.

A lo me­jor he­mos he­cho esta ex­pe­rien­cia y ha­bre­mos vis­to que afec­ta pro­fun­da­men­te nues­tra ima­gen, nues­tra re­la­ción con los de­más y nues­tra fa­mi­lia. Como dice Fran­cis­co: “El va­lor prin­ci­pal del tra­ba­jo es el bien de la per­so­na hu­ma­na, por­que la rea­li­za como tal, con sus ac­ti­tu­des y ca­pa­ci­da­des in­te­lec­ti­vas, crea­ti­vas y ma­nua­les. De aquí de­ri­va que el tra­ba­jo no tie­ne so­la­men­te una fi­na­li­dad eco­nó­mi­ca y de ga­nan­cia, sino so­bre todo una fi­na­li­dad que im­pli­ca al hom­bre y su dig­ni­dad”.

En el mun­do hay si­tua­cio­nes crí­ti­cas de des­em­pleo. Se­gún la Or­ga­ni­za­ción In­ter­na­cio­nal del Tra­ba­jo (OIT) en­tre los paí­ses con las ta­sas más al­tas son por ejem­plo Ma­ce­do­nia con el 26,7%, Gre­cia con 23,9% y Es­pa­ña con 19,45%, para Eu­ro­pa; en Áfri­ca, Gam­bia tie­ne el 29,69%, Le­so­to 27,42% y Sua­zi­lan­dia 25,98%; y en Amé­ri­ca, Re­pú­bli­ca Do­mi­ni­ca­na tie­ne un 14,36%, Ja­mai­ca 13,26 y Hai­tí 13,19%.

El des­em­pleo afec­ta pro­fun­da­men­te una so­cie­dad y la des­equi­li­bra pues afec­ta di­rec­ta­men­te la vida de las per­so­nas. El papa Fran­cis­co, en El Vídeo del Papa de este mes, nos in­vi­ta a de­nun­ciar las si­tua­cio­nes que vio­lan los de­re­chos de los tra­ba­ja­do­res y a en­trar en una ver­da­de­ra so­li­da­ri­dad con los que es­tán sin em­pleos.

 

Fren­te al gra­ví­si­mo pro­ble­ma de la de­socu­pa­ción que afec­ta tan­tos paí­ses el Papa Fran­cis­co, con sus her­ma­nos obis­pos, con­ti­núa a de­nun­ciar un sis­te­ma eco­nó­mi­co que ya no es ca­paz de crear tra­ba­jo, pero que pone en el cen­tro a un ído­lo, el di­ne­ro. Una eco­no­mía de la ex­clu­sión y una cul­tu­ra del des­car­te que con­si­de­ra al ser hu­mano en sí mis­mo como un bien de con­su­mo (Evan­ge­lii Gau­dium n°53). ¿Cómo no in­vi­tar una y otra vez los “di­ver­sos en­tes po­lí­ti­cos, so­cia­les y eco­nó­mi­cos” “a fa­vo­re­cer un plan­tea­mien­to dis­tin­to, ba­sa­do en la jus­ti­cia y en la so­li­da­ri­dad”? Es lo que hace el San­to Pa­dre una vez más. “El que ten­ga oí­dos para oír, que oiga” (Ma­teo 13)

Es­cu­che­mos sus pa­la­bras a los di­ri­gen­tes y obre­ros de las fá­bri­cas de ace­ro de Ter­ni:

“Que­ri­dos her­ma­nos y her­ma­nas, no de­jéis ja­más de es­pe­rar en un fu­tu­ro me­jor. Lu­chad por esto, lu­chad. No os de­jéis atra­par por el vór­ti­ce del pe­si­mis­mo, ¡por fa­vor! Si cada uno hace lo que le co­rres­pon­de, si to­dos po­nen siem­pre en el cen­tro a la per­so­na hu­ma­na, no el di­ne­ro, con su dig­ni­dad, si se con­so­li­da una ac­ti­tud de so­li­da­ri­dad y com­par­tir fra­terno, ins­pi­ra­da en el Evan­ge­lio, se po­drá sa­lir del pan­tano de una es­ta­ción eco­nó­mi­ca y la­bo­ral ar­dua y di­fí­cil”

Con­so­li­dar una ac­ti­tud de so­li­da­ri­dad y com­par­tir fra­terno ins­pi­ra­da en el Evan­ge­lio.

De­je­mos re­so­nar es­tas pa­la­bras en nues­tro co­ra­zón, en nues­tra ora­ción. Que esta in­ten­ción de ora­ción de la Igle­sia pue­da es­tar en nues­tra ora­ción y vida todo este me: “Por el mun­do del tra­ba­jo, para que a to­dos les sean ase­gu­ra­dos el res­pe­to y la pro­tec­ción de sus de­re­chos y se dé a los des­em­plea­dos la opor­tu­ni­dad de con­tri­buir a la cons­truc­ción del bien co­mún.”

(Fré­dé­ric For­nos SJ -Di­rec­tor In­ter­na­cio­nal de la Red Mun­dial de Ora­ción del Papa y del MEJ – Ra­dio Va­ti­cano, en Agencia SIC)

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El papa Francisco vuelve a animar la Pastoral Obrera

Colaboraciones, Iglesia

El papa Francisco vuelve a animar la Pastoral Obrera

17 julio 2017

Antonio Algora* | Una vez más el papa Francisco nos sorprende con sus gestos de cercanía y atención pastoral a los distintos ámbitos de la vida humana, en este caso y con motivo de la visita a Génova en Italia. El encuentro con los trabajadores de la siderúrgica italiana Ilva, empresa que está en el ojo del huracán de la reconversión y el juego de fuerzas económicas en el seno de Europa.

Con su visita a este centro de trabajo el Papa subraya la importancia de tener como ámbito de evangelización esta realidad que es el mundo del trabajo. Estas son sus palabras: «Hago una premisa. La premisa es: el mundo del trabajo es una prioridad humana. Y, por lo tanto, es una prioridad cristiana, una prioridad nuestra, y también una prioridad del Papa».

Sentimos desde la Pastoral Obrera un especial agradecimiento, no solo por el apoyo que significan sus gestos, sino también por las razones que aporta en sus intervenciones: «He aceptado la propuesta de tener este encuentro hoy, en un lugar de trabajo y de trabajadores, porque también estos son lugares del pueblo de Dios. Los diálogos en los lugares del trabajo no son menos importantes que los diálogos que hacemos dentro de las parroquias o en las solemnes salas de convenciones, porque los lugares de la Iglesia son los lugares de la vida y en consecuencia también las plazas y las fábricas. Porque alguien puede decir: “Pero este sacerdote, ¿qué nos está diciendo? ¡Váyase a la parroquia!”. No, el mundo del trabajo es el mundo del pueblo de Dios: todos somos Iglesia, todos pueblo de Dios».
Es en este punto donde me gustaría incidir puesto que con toda rotundidad nos habla del mundo del trabajo como lugar del pueblo de Dios que es necesario atender, lugar de encuentro de Dios con los hombres, lugar donde se gestiona el elemento más importante de la vida del ser humano: el trabajo.

Son, por desgracia, muchos los que han puesto en duda la necesidad de un apostolado que se haga presente en los centros de trabajo además del testimonio personal y privado que ha de darse siempre. Y no son pocos los que, dado que la dificultad de decir una palabra acertada sobre los problemas tan complejos por los que pasa el mundo laboral es grande, prefieren refugiarse en los más cómodos y cálidos espacios parroquiales y comunitarios para hacer y decir que es ahí dónde se tiene que realizar el Apostolado Seglar.

Repito mi agradecimiento al papa Francisco porque nos ha dicho con el gesto y la palabra, con toda claridad, que el mundo del trabajo es un espacio dónde se debe hacer presente la Iglesia a través de los mismos trabajadores para llevar a cabo la tarea de la evangelización, que supone la atención a las condiciones del trabajo y las más que deterioradas relaciones laborales que facultan o dificultan el desarrollo integral de la persona.

Trabajo y democracia

También se fija el Papa, y esto contiene una gran verdad, que es en el mundo del trabajo, dónde se juega el pacto social y la democracia misma: «El trabajo es amigo del hombre y el hombre es amigo del trabajo, y por esto no es fácil reconocerlo como enemigo, porque se presenta como una persona de casa, también cuando nos golpea y nos hiere. Los hombres y las mujeres se nutren del trabajo: con el trabajo están “ungidos de dignidad”. Por esta razón, en torno al trabajo se edifica el entero pacto social. Este es el núcleo del problema. Porque cuando no se trabaja, o se trabaja mal, se trabaja poco o se trabaja demasiado, es la democracia la que entra en crisis, es todo el pacto social. Es también este el sentido del artículo 1 de la Constitución italiana, que es muy bonito: Italia es una República democrática, fundada en el trabajo».

No es menos importante para nosotros el artículo 35 de nuestra Constitución donde se afirma que «todos los españoles tienen el deber de trabajar y el derecho al trabajo, a la libre elección de profesión u oficio, a la promoción a través del trabajo y a una remuneración suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su familia, sin que en ningún caso pueda hacerse discriminación por razón de sexo». Y que desarrolla lo dicho en el Preámbulo de nuestra Carta Magna cuando habla de: «Garantizar la convivencia democrática dentro de la Constitución y de las leyes conforme a un orden económico y social justo».

Sí, el pacto social está en juego y a construirlo nos deberemos dedicar con nuestras mejores fuerzas. Pero, ¿cómo hacerse presente la Iglesia en el, tan importante, mundo del trabajo. Evidentemente no es suficiente, con ser imprescindible, el testimonio personal dejado a la espontaneidad de la circunstancia y el momento de cada cual.

Creo que debemos considerar la mayor importancia de nuestros movimientos apostólicos en cuanto que están llamados a formar a sus miembros en el conocimiento de la Doctrina Social de la Iglesia y en la aplicación a las reglas de juego que operan en las relaciones laborales y que son consecuencia de las políticas del momento, de la confluencia de fuerzas económicas y sociales defendidas por empresarios y sindicatos.

Tener por una parte una visión lo más clara posible de «lo que está pasando» en expresión del papa Francisco, elaborar el juicio que desde el humanismo cristiano puede contribuir a la solución de los problemas, y actuar en la esfera pública como tales asociaciones dentro del concierto democrático que nos hemos dado en la sociedad civil, debe ser garantía de acierto en el compromiso personal para el anuncio de la Buena Noticia de Jesucristo.

Acompañamiento

Además, no es menos importante el acompañamiento a los miembros de nuestros movimientos apostólicos para formarse en una espiritualidad que exige tomas de postura no siempre fáciles y que solamente desde la presencia de Jesucristo vivida en el estudio de la Palabra de Dios, en la participación de los sacramentos y en el amor fraterno de nuestros equipos pueden sostener e impulsar a la acción dentro del mundo del trabajo.

La Iglesia se hace presente en el concierto social no solo por la visibilidad de nuestros templos en nuestros barrios y ciudades, sino por la realidad de los miembros del pueblo de Dios en los ambientes laborales. El Concilio Vaticano II entendió que dentro de la variedad de asociaciones en el seno de la Iglesia «unas se proponen el fin general apostólico de la Iglesia; otras, buscan de un modo especial los fines de evangelización y de santificación; otras, persiguen la inspiración cristiana del orden social; otras, dan testimonio de Cristo, especialmente por las obras de misericordia y de caridad». Pues bien, esa «inspiración cristiana del orden social» exige organización y efectividad solamente alcanzables por los movimientos apostólicos.

El pacto social y la democracia va adelante cuando se ocupa el espacio público con solvencia y responsabilidad.

* Antonio Algora es obispo emérito responsable de Pastoral Obrera

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El papa Francisco al MMTC: «Tierra, techo y trabajo significa luchar para que todo el mundo viva conforme a su dignidad y nadie se vea descartado» #3TVD

Internacional

El papa Francisco al MMTC: «Tierra, techo y trabajo significa luchar para que todo el mundo viva conforme a su dignidad y nadie se vea descartado» #3TVD

15 julio 2017

Unai Sordo (CCOO): comparto con vosotros la defensa de la centralidad del trabajo en una sociedad que mercantilizando todos los ámbitos sociales.
Cristina Antoñanzas (UGT): es necesario para promover el reparto de la riqueza.
Julio Salazar (USO): estamos en la tarea conjunta de revertir tanta injusticias.

El papa Francisco se ha hecho presente en la apertura del seminario internacional del Movimiento Mundial de Trabajadores Cristianos, previo a su asamblea general. Lo ha hecho a través de un mensaje entregado por el obispo de Ávila, Jesús García Burillo, ante una representación de la Iglesia española y del mundo del trabajo.

Oficina de Comunicación, Ávila | En su mensaje a los militantes del MMTC el pontífice ha subrayado que “Tierra, techo y TRABAJO significa luchar para que todo el mundo viva conforme a su dignidad y nadie se vea descartado” y ha exhortado a los delegados delegadas a “perseverar con renovado impulso en sus esfuerzos para acercar el Evangelio al mundo del trabajo y también para que la voz de los trabajadores siga resonando en el seno de la Iglesia”.

Charo Castelló y Jean-Claude Tolbize, copresidentes del MMTC han sido los encargados de iniciar la apertura del seminario con palabras de bienvenida y ánimo. Castelló ha animado a los delegados y delegadas a esforzarse por “encontrar la respuesta evangelizadora de los próximos años para que sea posible un trabajo decente para una vida digna en todos los rincones de nuestra amada tierra”. Por su parte, Tolbize después de reconocer el largo camino del MMTC, con 50 años de existencia, “una historia de la que estar orgulloso”, ha admitido que queda todavía un largo camino hasta conseguir que la vida de los trabajadores sea respetada en todo el mundo”.

El obispo de Ávila, Jesús García Burillo, también ha querido tener unas palabras para los asistentes al seminario y asamblea, para los que ha pedido “sabiduría y fortaleza” para descubrir “caminos de fraternidad que lleven a la humanidad nueva” y para lograr “la mitad del mundo que da la espalda a la otra mitad que sufre se vuelva a dar la cara y unir sus manos para poder iniciar ese camino nuevo”.

Carlos Escribano, obispo de Calahorra-La Calzada-Logroño y consiliario de la Acción Católica, a la que pertenece la HOAC, afiliada al MMTC, que actúa como anfitriona en el seminario y la asamblea, también se ha dirigido a los presentes a los que ha animado a hacer “sus propuestas desde la experiencia del Evangelio que ilumina y abre horizontes ante la realidad social mundial”

El presidente de la HOAC, José Fernando Almazán, ha destacado que “no es habitual ver coincidir a representantes de los trabajadores y de la iglesia”. También ha exhortado a los asistentes al encuentro a redoblar esfuerzos para lograr el respeto a la dignidad de la persona en el trabajo y responder a “la necesidad inexcusable de asegurar techo, tierra y trabajo para todo el mundo”.

El secretario general de CCOO, Unai Sordo, por su parte, ha resaltado la confluencia con las organizaciones cristianas “en la defensa de la centralidad del trabajo en una sociedad que paulatinamente ha ido mercantilizando todos los ámbitos sociales” y también en “el internacionalismo”. “La solidaridad nos identifica y la solidaridad nos tiene que unir”, ha dicho.

La vicesecretaria general de UGT, Cristina Antoñanza, ha insistido igualmente en señalar las reivindicaciones comunes entre organizaciones del mundo obrero y en que “la unión hace la fuerza tan necesaria para promover el reparto de la riqueza entre todos y todas, en medio de esta globalización que está ahí y que debe servir para que los países que menos tienen no tengan todavía menos”.

El secretario general de USO, Julio Salazar, ha destacado que “hoy como ayer estamos en la tarea conjunta por hacer frente a la difícil coyuntura, tras los diferentes destrozos humanos causados, de revertir tanta injusticias como se siguen cometiendo”, al tiempo que ha indicado que “todas las manos son necesarias para cambiar la globalización de la nueva economía que sirve para que cada vez menos tengan más de la riqueza que generamos entre todos”.

«A SU EXCELENCIA MONS. JESÚS GARCÍA BURILLO
OBISPO DE ÁVILA

Con motivo del Encuentro Internacional del Movimiento Mundial de Trabajadores Cristianos, que se celebra en Ávila, el papa Francisco saluda a todos los delegados presentes y se une a su alegría y acción de gracias a Dios por estos 50 años de presencia cristiana en el mundo del trabajo y de caminar al lado de tantos hermanos trabajadores, compartiendo sus gozos y esperanzas, sus alegrías y sus penas.

“Tierra, techo y trabajo para una vida digna”, es el lema de vuestro encuentro. Efectivamente, la dignidad de la persona está muy unida a estas tres realidades, que expresan esa experiencia fundamental para el ser humano que es la de sentirse arraigado en el mundo, en una familia, en una sociedad. Tierra, techo y trabajo significa luchar para que todo el mundo viva conforme a su dignidad y nadie se vea descartado. A esto nos anima nuestra fe en Dios, que envió a su Hijo al mundo para que, compartiendo la historia de su pueblo, viviendo en una familia y trabajando con sus manos, pudiera redimir y salvar lo humano con su muerte y resurrección.

Así pues, el Santo Padre les exhorta a perseverar con renovado impulso en us esfuerzos para acercar el Evangelio al mundo del trabajo y también para que la voz de los trabajadores siga resonando en el seno de la Iglesia. Con estos deseos, e invocando la intercesión de la Virgen María, les pide que no dejen de rezar por él y les imparte la implorada bendición apostólica.

Cardenal Pietro Parolin
Secretario de Estado de su Santidad

Vaticano, 11 de Julio de 2017»

AGENDA DE TRABAJO. 16 de julio 2017.

09:15h. Panel. Situación mundial de los trabajadores y las trabajadoras. Mirada del Movimiento Mundial de Trabajadores Cristianos.

11:15h. Panel. Mirada mundial del empleo. Intervención de Joaquín Nieto, director de la Oficina de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en España; Esther Lynch, secretaria ejecutiva de la Confederación Europea de Sindicatos y Lola Contrera, movimiento popular de Barrios Ignorados (Andalucía).

16:00h. Grupos de trabajo..
18:00h. Pleno de conclusiones.
18:30h. Celebración de la Eucaristía.

Papa Francisco: es urgente un nuevo contrato social para el trabajo

Iglesia

Papa Francisco: es urgente un nuevo contrato social para el trabajo

29 junio 2017

Discurso del papa Francisco en audiencia a los delegados de la Confederación Italiana del Sindicato de los Trabajadores (CISL) con motivo de su XVIII Congreso Nacional cuyo tema es Para la persona, para el trabajo. Aula Pablo VI, 28.06.2017.

Os doy la bienvenida con motivo de  vuestro congreso, y agradezco al secretario general su presentación.

Habéis elegido un lema muy hermoso para este congreso: Para la persona, para el trabajo. Persona y trabajo son dos palabras que pueden y deben juntarse. Porque si pensamos y decimos trabajo sin decir persona, el trabajo termina por convertirse en algo inhumano que, olvidándose de las personas se olvida y se pierde a sí mismo. Pero si pensamos en la persona sin el trabajo decimos algo parcial, incompleto, porque la persona se realiza plenamente cuando se convierte en trabajador, en trabajadora; porque el individuo se convierte en persona cuando se abre a los demás, en la vida social, cuando florece en el trabajo. La persona florece en el trabajo. El trabajo es la forma más común de cooperación que la humanidad haya producido en su historia. Cada día, millones de personas cooperan simplemente trabajando: educando a nuestros hijos, maniobrando equipos mecánicos, resolviendo asuntos en una oficina… El trabajo es una forma de amor cívico, no es un amor romántico ni siempre intencional, pero es un amor verdadero, auténtico, que nos hace vivir y saca adelante el mundo.

Por supuesto, la persona no es solo trabajo… Tenemos que pensar en la saludable cultura del ocio, de saber descansar. No es pereza, es una necesidad humana. Cuando pregunto a un hombre, a una mujer, que tiene dos, tres hijos: “Pero dígame, ¿Usted juega con sus hijos? ¿Tiene este “ocio?”- “¡Eh!, sabe, cuando voy al trabajo, todavía están dormidos, y cuando vuelvo ya están acostados”. Esto es inhumano. Por eso, junto con el trabajo, hay que tener la otra cultura. Porque la persona no es solamente trabajo; porque no trabajamos siempre y no siempre tenemos que trabajar. De niños no se trabaja y no se debe trabajar. No trabajamos cuando estamos enfermos, no trabajamos cuando somos ancianos. Hay muchas personas que todavía no trabajan, o que ya no trabajan. Todo esto es cierto y sabido, pero hay que recordarlo también hoy, cuando en el mundo todavía hay demasiados niños y chicos que trabajan y no estudian, mientras el estudio es el único “trabajo” bueno de los niños y de los jóvenes. Y cuando no siempre y no a todos se les reconoce el derecho a una jubilación justa -ni demasiado pobre ni demasiado rica-: las “jubilaciones  de oro” son un insulto al trabajo no menos grave que el de las jubilaciones demasiado pobres, porque vuelven perennes las desigualdades del tiempo del trabajo. O cuando un trabajador enferma y se le descarta del mundo del trabajo en nombre de la eficiencia -y, sin embargo, si una persona enferma puede, dentro de sus límites, trabajar, el trabajo también desempeña una función terapéutica-: a veces uno se cura trabajando con los demás, trabajando juntos, para los demás.

Es una sociedad necia y miope la que obliga a las personas mayores a trabajar demasiado tiempo y a una entera generación de jóvenes a no trabajar cuando deberían hacerlo para ellos y para todos. Cuando los jóvenes están fuera del mundo del trabajo, las empresas carecen de energía, de entusiasmo, de innovación, de alegría de vivir, que son bienes comunes preciosos que mejoran la vida económica y la felicidad pública. Es urgente un nuevo contrato social humano, un nuevo contrato social para el trabajo, que reduzca las horas de trabajo de los que están en la última temporada laboral para crear puestos de trabajo para los jóvenes que tienen el derecho y el deber de trabajar. El don del trabajo es el primer don de los padres y de las madres a los hijos y a las hijas, es el primer patrimonio de una sociedad. Es la primera dote con que los ayudamos a despegar hacia el vuelo libre de la vida adulta.

Me gustaría hacer hincapié en dos desafíos trascendentales que el hoy el movimiento sindical debe afrontar y superar si quiere seguir desempeñando su papel esencial para el bien común.

El primero es la profecía, y se refiere a la naturaleza misma del sindicato, a su verdadera vocación. El sindicato es una expresión del perfil profético de una sociedad. El sindicato nace y renace cada vez que, como los profetas bíblicos, da voz a los que no la tienen, denuncia al pobre “vendido por un par de sandalias” (cfr Amós 2, 6), desenmasca a los poderosos que pisotean los derechos de los trabajadores más vulnerables, defiende la causa del extranjero, de los último, de los “descartes”. Como demuestra la gran tradición de la CISL, el movimiento sindical tiene sus grandes temporadas cuando es profecía. Pero en nuestras sociedades capitalistas avanzadas el sindicato corre el peligro de perder esta naturaleza profética y de volverse demasiado parecido a las instituciones y a los poderes que, en cambio, debería criticar. El sindicato, con el  pasar del tiempo, ha acabado por parecerse demasiado a la política, o mejor dicho, a los partidos políticos, a su lenguaje, a su estilo. En cambio, si se olvida de esta dimensión típica y diferente, también su acción dentro de las empresas pierde potencia y eficacia. Esta es la profecía.

Segundo desafío: innovación. Los profetas son centinelas, que vigilan desde su atalaya. También el sindicato tiene que vigilar desde las murallas de la ciudad del trabajo, como un centinela que mira y protege a los que están dentro de la ciudad del trabajo, pero que mira y protege también a los que están fuera de las murallas. El sindicato no realiza su función esencial de innovación social si vigila solo a los que están dentro, si solo protege los derechos de las personas que trabajan o que ya están retiradas. Esto se debe hacer, pero es la mitad de vuestro trabajo. Vuestra vocación es también proteger los derechos de quien todavía no los tiene, los excluidos del trabajo que también están excluidos de los derechos y de la democracia.

El capitalismo de nuestro tiempo no comprende el valor del sindicato, porque se ha olvidado de la naturaleza social de la economía, de la empresa. Este es uno de los pecados más graves. Economía de mercado: no. Digamos economía social de mercado, como enseñaba san Juan Pablo II: economía social de mercado. La economía se ha olvidado de la naturaleza social de su vocación, de la naturaleza social de la empresa, de la vida, de los lazos, de los pactos. Pero tal vez nuestra sociedad no entiende al sindicato porque no lo ve luchar lo suficiente en los lugares de los “derechos del todavía no”, en las periferias existenciales, entre los descartados del trabajo. Pensemos en el 40% de jóvenes menores de 25 años que no tienen trabajo. Aquí, en Italia. ¡Y allí es donde tenéis que luchar! Son periferias existenciales. No lo ve luchar entre los inmigrantes, de los pobres, que están bajo las murallas de la ciudad; o simplemente no lo entiende por qué a veces –pero pasa en todas las familias– la corrupción ha entrado en el corazón de algunos sindicalistas. No os dejéis bloquear por esto. Sé que os se estáis esforzando ya desde hace tiempo en la dirección justa, sobre todo con los migrantes, con los jóvenes y con las mujeres.  Y lo que os digo ahora podría parecer superado, pero en el mundo del trabajo la mujer es todavía de segunda clase. Podriaís decirme: “No, hay esa empresaria, esa otra…”. Sí, pero la mujer gana menos, se la explota con más facilidad… Haced algo. Os animo a continuar y, si es posible, a hacer más. Vivir las periferias puede convertirse en una estrategia de acción, en una prioridad del sindicato de hoy y de mañana. No hay una buena sociedad sin un buen sindicato, y no hay un buen sindicato que no renazca todos los días en las periferias, que no transforme las piedras descartadas por la economía en piedras angulares. Sindicato es una hermosa palabra que viene del griego dike, es decir justicia y syn juntos. Es decir, justicia juntos. No hay justicia juntos si no es junto con los excluidos de hoy.

Os agradezco este encuentro, os bendigo, bendigo vuestro trabajo y os deseo lo mejor para vuestro Congreso y vuestro trabajo diario. Y cuando nosotros en la Iglesia hacemos una misión , por ejemplo, en una parroquia el obispo dice: “Hagamos la misión para que toda la parroquia se convierta, es decir vaya a mejor”. También vosotros “convertíos”: id a mejor en vuestro trabajo, que sea mejor. ¡Gracias!

Y ahora os pido que recéis por mí, porque yo también tengo que convertirme en mi trabajo; cada día tengo que ir a mejor para ayudar y cumplir mi vocación. Rezad por mí y quisiera daros la bendición del Señor.

(Bendición)

Fuente original

Papa Francisco: los caminos de esperanza para Europa

Colaboraciones

Papa Francisco: los caminos de esperanza para Europa

09 mayo 2017

Eduard Ibáñez | La Unión Europea acaba de celebrar el sesenta aniversario de su nacimiento sumida en una grave crisis de identidad y de autoestima. Se multiplican los planes y los documentos oficiales dedicados a dibujar por dónde debe transitar su futuro. Pero no parece emerger por el momento un horizonte que genere ilusión y consenso, capaz de aplacar las graves tendencias centrífugas que amenazan su continuidad.

Unas tendencias que se han multiplicado con el avance de la globalización, la grave crisis económica y financiera desatada en 2008, con todas sus secuelas, y la creciente presión migratoria.

Parece que los males se acumulan: el brexit, la emergencia de partidos populistas euroescépticos; el desafío por parte de algunos gobiernos en el Este a los acuerdos comunitarios y la vulneración en sus países de reglas democráticas esenciales en Europa; deslealtades entre gobiernos en pugna por intereses a corto plazo; creciente desconfianza y desafecto de la ciudadanía ante unas instituciones europeas burocratizadas que no entiende y que considera contrarias incluso a sus intereses… Neoliberales radicales, populistas del miedo, nacionalistas temerosos, anticapitalistas dogmáticos, unos y otros van minando las bases del proyecto europeo. Y junto a ello, actitudes ciudadanas y decisiones políticas insolidarias y restrictivas de derechos humanos, que traicionan los valores básicos que fundamentan Europa.

Frente a ello, el papa Francisco ha lanzado un potente mensaje en favor del proyecto europeo sobre la base de sus valores fundacionales. Fue en su discurso del pasado 24 de marzo en Roma ante los jefes de Estado y de Gobierno de la Unión, durante la celebración del sesenta aniversario de los Tratados constitutivos de la Comunidad Económica Europea y de la Comunidad Europea de la Energía Atómica, embrión de la actual Unión. Su mensaje está en continuidad con lo que ya expresó en sus discursos de 25 de noviembre de 2014 en Estrasburgo en su visita al Parlamento Europeo y al Consejo de Europa y, en realidad, son expresión del histórico y constante apoyo de la Santa Sede y de la Iglesia al proceso de unidad europea.

Para el Papa, en la situación que vive Europa es necesario comprender bien qué consiste este proyecto y hacerlo desde la perspectiva que da la memoria histórica, sin la cual la humanidad «pierde el sentido de sus actos y la dirección de su futuro». Y en ese esfuerzo de memoria, es oportuno volver la mirada en la intención de quienes fueron los Padres Fundadores, con su apasionado compromiso por el bien común, y a los ideales que los animaron.

Así se comprende que Europa «no es un conjunto de normas que cumplir o de un manual de protocolos y procedimientos que seguir», ni algo reducible a «exigencias productivas, económicas y financieras», sino que es «una vida, una manera de concebir al hombre en su dignidad trascedente e inalienable», con su responsabilidad, su vocación de fraternidad y su deseo de verdad y justicia, de la cual surge un proyecto de solidaridad.

Es necesario rememorar que en el origen de este proyecto se encuentra el deseo de superar el drama que supuso la segunda guerra mundial y la división en bloques de Europa, con sus secuelas de pobreza, miseria y separación de familias. Y es preciso recordar que el proceso de unidad europea ha supuesto desde entonces en Europa el tiempo de paz más largo de los últimos siglos.

Los pilares de Europa

La crisis que padece Europa debe ser vivida, de acuerdo con el mismo origen etimológico de la palabra crisis, como un tiempo de discernimiento de los caminos de esperanza, valorando qué es lo esencial y construir sobre ello. Así, el papa Francisco entiende que, en la herencia de los Padres Fundadores, son cinco los pilares sobre los que se ha edificado Europa y que deben orientar su futuro:

1. La centralidad del hombre. Solo es posible mantener la esperanza cuando se pone al hombre en el centro de las instituciones, con su dignidad trascedente, atendiendo las diferentes sensibilidades, tanto de los individuos como de los pueblos que forman Europa, con sus múltiples susceptibilidades, encontrando el espíritu de familia de pueblos, unidad de las diferencias y en las diferencias. Europa es una comunidad de individuos y pueblos que ponen en común sus talentos y recursos en beneficio de todos, dando lugar a una realidad que es más que la mera suma.

2. Una solidaridad eficaz. La solidaridad abre el camino de la esperanza y es el antídoto a los populismos, que son fruto del egoísmo. La solidaridad comporta la conciencia de formar un solo cuerpo y la capacidad de empatizar con el otro. Hay que volver a adoptar un modo de pensar europeo, que huya de particularismos y busque el consenso, trabajando por un desarrollo armónico de la Unión donde «el que corre más deprisa tienda la mano al que va más despacio».

3. La apertura al mundo. Europa no se debe cerrar en falsas seguridades. Su historia está marcada por el encuentro de pueblos y culturas y su identidad ha sido siempre dinámica e multicultural. Europa debe, pues, dejar de tratar el fenómeno migratorio desde el miedo y como si fuera un problema de seguridad. Es una actitud fruto de la pérdida de ideales y de un estilo de vida basado solo en el bienestar material. Europa tiene un patrimonio moral y espiritual único en el mundo, que todavía es digno de interés y que debe proponer una vez más al mundo con nueva vitalidad.

4. La búsqueda de la paz y el desarrollo. Europa recupera su esperanza cuando invierte en el desarrollo y la paz. Desarrollo no solo productivo, sino desarrollo humano integral, que incluye trabajo digno, condiciones de vida adecuadas, enseñanza y atención a la salud. Sin ese verdadero desarrollo no puede haber paz.

5. La apertura al futuro. Finalmente, Europa solo vuelve a encontrar esperanza cuando se abre al futuro, y ello quiere decir abrirse a los jóvenes, ofreciendo perspectivas serias de educación, posibilidades reales de inserción en el mundo laboral. Y esto requiere inversión en la familia, que es, como no se cansa la Iglesia de afirmar, primera y fundamental célula de la sociedad, garantizando la posibilidad de tener hijos así como la sacralidad de la vida.

A mi juicio, en estos tiempos de euroescepticismo, la perspectiva señalada por el papa Francisco es la única que puede orientar e inspirar horizontes y proveer de nuevas energías para la continuidad del proceso europeo al servicio del bien común y la solidaridad. La Iglesia en Europa puede ser una fuerza capaz de contribuir a ello.

 

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Mensaje del papa Francisco al II Congreso internacional sobre Acción Católica

Iglesia, Internacional

Mensaje del papa Francisco al II Congreso internacional sobre Acción Católica

28 abril 2017

Ciudad del Vaticano. Aula del Sínodo, jueves 27 de abril de 2017.

Queridos hermanos y hermanas:

Les saludo con ocasión de la celebración del este Congreso internacional de Acción Católica, que tiene como tema: «Acción Católica es misión con todos y para todos». Me gustaría compartir con ustedes algunas inquietudes y consideraciones.

Carisma – recreación a la luz de Evangelii gaudium

— Históricamente la Acción Católica ha tenido la misión de formar laicos que asuman su responsabilidad en el mundo. Hoy, concretamente, es la formación de discípulos misioneros. Gracias por que han asumido decididamente la Evangelii gaudium como carta magna.

El carisma de la Acción Católica es el carisma de la misma Iglesia encarnada entrañablemente en el hoy y en el aquí de cada Iglesia diocesana que discierne en contemplación y mirada atenta la vida de su pueblo, y busca renovados caminos de evangelización y de misión desde las distintas realidades parroquiales.

La Acción Católica ha tenido tradicionalmente cuatro pilares o patas: la Oración, la Formación, el Sacrificio y el Apostolado. De acuerdo a cada momento de su historia se ha apoyado primero una pata y después las otras. Así, en algún momento, lo más fuerte fue la oración o la formación doctrinal. Dadas las características de este momento el apostolado tiene que ser lo distintivo y es la pata que se apoya primero. Esto no es en desmedro de las otras realidades sino, muy por el contrario, lo que las provoca. El apostolado misionero necesita oración, formación y sacrificio. Esto parece muy claro en Aparecida y la Evangelii gaudium. Hay un dinamismo integrador en la misión.

Formen: ofreciendo un proceso de crecimiento en la fe, un itinerario catequístico permanente orientado a la misión, adecuado a cada realidad, apoyados en la Palabra de Dios, para animar una feliz amistad con Jesús y la experiencia de amor fraterno.

Recen: en esa santa extroversión que pone el corazón en las necesidades del pueblo, en sus angustias, en sus alegrías. Una oración que camine, que los lleve bien lejos. Así evitarán estar mirándose continuamente a sí mismos.

Sacrifíquense: pero no para sentirse más pulcros, sacrificio generoso es el que hace bien a los otros. Ofrezcan su tiempo buscando cómo hacer para que los otros crezcan, ofrezcan lo que hay en los bolsillos compartiendo con los que menos tienen, ofrezcan sacrificadamente el don de la vocación personal para embellecer y hacer crecer la casa común.

Renovar el compromiso evangelizador – diocesaneidad – parroquias

— La misión no es una tarea entre tantas en la Acción Católica, sino que es la tarea. La Acción Católica tiene el carisma de llevar adelante la pastoral de la Iglesia. Si la misión no es su fuerza distintiva se desvirtúa la esencia de la Acción Católica y pierde su razón de ser.

— Es vital renovar y actualizar el compromiso de la Acción Católica para la evangelización, llegando a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, a todas las periferias existenciales, de verdad y no como una simple formulación de principios.

Esto implica replantear sus planes de formación, sus formas de apostolado y hasta su misma oración para que sean esencialmente, y no ocasionalmente, misioneros. Abandonar el viejo criterio: porque siempre se ha hecho así. Hay cosas que han sido realmente muy buenas y meritorias que hoy quedarían fuera de contexto si las quisiéramos repetir.

La Acción Católica tiene que asumir la totalidad de la misión de la Iglesia en generosa pertenencia a la Iglesia diocesana desde la Parroquia.

La misión de la Iglesia universal se actualiza en cada Iglesia particular con su propio color, asimismo la Acción Católica cobra vida auténtica respondiendo y asumiendo como propia la pastoral de cada Iglesia diocesana en su inserción concreta desde las parroquias.

La Acción Católica tiene que ofrecer a la Iglesia diocesana un laicado maduro que sirva con disponibilidad a los proyectos pastorales de cada lugar como un modo de realizar su vocación. Necesitan encarnarse concretamente.

No pueden ser de esos grupos tan universales que no hacen pie en ningún lado, que no responden a nadie y andan buscando lo que más les gusta de cada lugar.

Agentes – Todos sin excepción

Todos los miembros de la Acción Católica son dinámicamente misioneros. Los chicos evangelizan a los chicos, los jóvenes a los jóvenes, los adultos a los adultos, etc. Nada mejor que un par para mostrar que es posible vivir la alegría de la fe.

Eviten caer en la tentación perfeccionista de la eterna preparación para la misión y de los eternos análisis, que cuando se terminan ya pasaron de moda o están desactualizados. El ejemplo es Jesús con los apóstoles: los enviaba con lo que tenían. Después los volvía a reunir y los ayudaba a discernir sobre lo que vivieron.

Que la realidad les vaya marcando el ritmo y dejen que el Espíritu Santo los vaya conduciendo. Él es el maestro interior que va iluminando nuestro obrar cuando vamos libres de presupuestos o condicionamientos. Se aprende a evangelizar evangelizando, como se aprende a rezar rezando si tenemos el corazón bien dispuesto.

Todos pueden misionar aunque todos no puedan salir a la calle o al campo. Es muy importante el lugar que le brindan a las personas mayores que pertenecen desde hace mucho o se incorporan. Si cabe la expresión: pueden ser la sección contemplativa e intercesora dentro de las diferentes secciones de la Acción Católica. Ellos son los que pueden crear el patrimonio de oración y de la gracia para la misión. Del mismo modo los enfermos. Esta oración Dios la escucha con ternura especial. Que todos ellos se sientan parte, se descubran activos y necesarios.

Destinatarios – Todos los hombres y todas las periferias

Es necesario que la Acción Católica esté presente en el mundo político, empresarial, profesional, pero no para creerse los cristianos perfectos y formados sino para servir mejor.

Es imprescindible que la Acción Católica esté en las cárceles, los hospitales, en la calle, las villas, las fábricas. Si no es así, va a ser una institución de exclusivos que no le dice nada a nadie, ni a la misma Iglesia.

Quiero una Acción Católica en este pueblo, la parroquia, en la diócesis, en el país, barrio, en la familia, en el estudio y el trabajo, en lo rural, en los ámbitos propios de la vida. En estos nuevos areópagos es donde se toman decisiones y se construye la cultura.

Agilicen los modos de incorporación. No sean aduana. No pueden ser más restrictivos que la misma Iglesia ni más papistas que el Papa. Abran las puertas, no tomen examen de perfección cristiana porque van a estar promoviendo un fariseísmo hipócrita. Hace falta misericordia activa.

El compromiso que asumen los laicos que se integran a la Acción Católica mira hacia adelante. Es la decisión de trabajar por la construcción del reino. No hay que «burocratizar» esta gracia particular porque la invitación del Señor viene cuando menos lo esperamos; tampoco podemos «sacramentalizar» la oficialización con requisitos que responden a otro ámbito de la vida de la fe y no al del compromiso evangelizador. Todos tienen derecho a ser evangelizadores.

Que la Acción Católica brinde el espacio de contención y de experiencia cristiana a aquellos que se sienten por motivos personales como «cristianos de segunda».

Modo – En medio del pueblo

De los destinatarios depende el modo. Como nos dijo el Concilio y rezamos muchas veces en la Misa: atentos y compartiendo la luchas y esperanzas de los hombres para mostrarles el camino de la salvación. La Acción Católica no puede estar lejos del pueblosino que sale del pueblo y tiene que estar en medio del pueblo. Tienen que popularizar más la Acción Católica. Esto no es una cuestión de imagen sino de veracidad y de carisma. Tampoco es demagogia, sino seguir los pasos del maestro que no le dio asco nada.

Para poder seguir este camino es bueno recibir un baño de pueblo. Compartir la vida de la gente y aprender a descubrir por dónde van sus intereses y sus búsquedas, cuáles son sus anhelos y heridas más profundas; y qué es lo que necesitan de nosotros. Esto es fundamental para no caer en la esterilidad de dar respuestas a preguntas que nadie se hace. Los modos de evangelizar se pueden pensar desde un escritorio pero después de haber andado en medio del pueblo y no al revés.

Una Acción Católica más popular, más encarnada les va a traer problemas, porque van a querer formar parte de la institución personas que aparentemente no están en condiciones: familias en la que los padres no están casados por la iglesia, hombres y mujeres con un pasado o presente difícil pero que luchan, jóvenes desorientados y heridos. Es un desafío a la maternidad eclesial de la Acción Católica; recibir a todos y acompañarlos en al camino de la vida con las cruces que lleven a cuestas.

Todos pueden formar parte desde lo que tienen con lo que pueden.

Para este pueblo concreto se forman. Con este y por este pueblo concreto se reza.

Agudicen la mirada para ver los signos de Dios presentes en la realidad sobre todo en las expresiones de religiosidad popular.Desde ahí podrán comprender más el corazón de los hombres y descubrirán los modos sorprendentes desde los que Dios actúa más allá de nuestros conceptos.

Proyecto – Acción Católica en salida – Pasión por Cristo, pasión por nuestro pueblo

Se han planteado una Acción Católica en salida, y eso es muy bueno porque los ubica en su propio eje. La salida significa apertura, generosidad, encuentro con la realidad más allá de las cuatro paredes de la institución y de las parroquias. Esto significa renunciar a controlar demasiado las cosas y a programar los resultados. Esa libertad, que es fruto del Espíritu Santo, es la que los va a hacer crecer.

El proyecto evangelizador de la Acción Católica tiene que pasar por estos pasos: primerear, involucrarse, acompañar, fructificar y festejar. Un paso adelante en la salida, encarnados y haciendo camino juntos. Esto, ya es un fruto que se celebra. Contagien la alegría de la fe, que se note la alegría de evangelizar en todas las ocasiones, a tiempo y a destiempo.

No caigan en la tentación del estructuralismo. Sean audaces, no son más fieles a la iglesia porque estén esperando a cada paso que les digan lo que tienen que hacer.

Animen a sus miembros a disfrutar de la misión cuerpo a cuerpo casual o a partir de la acción misionera de la comunidad.

No clericalicen al laicado. Que la aspiración de sus miembros no sea formar parte del sanedrín de las parroquias que rodean al cura sino la pasión por el reino. Pero no se olviden de plantear el tema vocacional con seriedad. Escuela de santidad que pasa necesariamente por descubrir la propia vocación, que no es ser un dirigente o capillero diplomado sino, por sobre todas las cosas: un evangelizador.

Tienen que ser lugar de encuentro para el resto de los carismas institucionales y de movimientos que hay en la iglesia sin miedo a perder identidad. Además, de sus miembros tienen que salir los evangelizadores, catequistas, misioneros, trabajadores sociales que seguirán haciendo crecer a la Iglesia.

Muchas veces se ha dicho que la Acción Católica es el brazo largo de la jerarquía y esto, lejos de ser una prerrogativa que haga mirar al resto por encima del hombro, es una responsabilidad muy grande que implica fidelidad y coherencia a lo que la Iglesia va mostrando en cada momento de la historia sin pretender anclarse en formas pasadas como si fueran las únicas posibles. La fidelidad a la misión exige esa «plasticidad buena» de quien tiene puesto un oído en el pueblo y otro en Dios.

En la publicación: «La Acción católica a luz de la teología Tomista», de 1937, aparece: «¿Acaso la Acción Católica no debe convertirse en Pasión Católica?». La pasión católica, la pasión de la Iglesia es vivir la dulce y confortadora alegría de evangelizar. Esto es lo que necesitamos de la Acción Católica.

Muchas gracias.

Vídeo de la jornada

Córdoba: Charla sobre el papa Francisco y las tres “T”

Convocatorias

Córdoba: Charla sobre el papa Francisco y las tres “T”

24 abril 2017

Con motivo del Primero de Mayo, Charo Castelló, copresidenta del Movimiento Mundial de Trabajadores Cristianos y militante de la HOAC de la diócesis de Segorbe-Castellón, impartirá una charla sobre las reflexiones y experiencias vividas en el III Encuentro Mundial de Movimientos Populares con el título «El papa Francisco y las tres “T”: Tierra, techo y trabajo»,

Organizada por el secretariado diocesano de Pastoral Obrera de Córdoba, el 30 de abril a las 19 h. en los Salones de la Parroquia Ntra. Sra. de la Esperanza,  C/ Conchita Cintrón, 2. Posteriormente se celebra la Eucaristía a las 20:30 h, para terminar con una cena compartida.

La revolución silenciosa del papa Francisco

Colaboraciones

La revolución silenciosa del papa Francisco

04 abril 2017

Pepe Carmona, militante de la HOAC Orihuela-Alicante.

El pasado día 13 de marzo se cumplieron cuatro años de la elección como Papa del cardenal Jorge M. Bergoglio, para todos el papa Francisco. Con motivo del cuarto aniversario de su elección como Obispo de Roma se ha escrito mucho y de variado signo.

Desde el principio de su pontificado sabemos que en el interior de la Iglesia hay, junto a tanta gente que mira sus gestos y sus palabras con esperanza, grupos de presión que no cesan de poner impedimentos a su tarea pastoral y a cualquier posicionamiento aperturista en el sentido de, sin renunciar a la ortodoxia, hacer primar la misericordia sobre el rigorismo. Esta situación, esperanza en mucha gente y trabas por parte de grupos minoritarios pero muy poderosos, es algo conocido.

Sí queremos pararnos a reflexionar sobre dos grupos de personas que, tanto al interior como fuera de la Iglesia, creen que el Papa va muy despacio en sus reformas o, por el contrario, creen que todo se trata de un «postureo» de cara a la galería pero que, en el fondo, todo sigue igual.

Aunque ambas posturas se dan dentro como fuera de la Iglesia, es más fácil identificar el grupo de los descontentos por la lentitud en ambientes eclesiales. Los escépticos suelen encontrase más bien fuera de esos ámbitos. A los que se quejan de lentitud, tal vez sería adecuado recordarles que los tiempos de Dios no son los nuestros. Y a los que creen que en las actitudes de Francisco no hay más que una simple operación de de marketing, como la mayoría se mueven en ambientes laicos, no estaría de más recordarles que una cosa es el dogma y otra muy distinta la pastoral de la misericordia.

Esta es en la que Francisco se quiere apoyar para introducir cambios en la disciplina eclesiástica que permitan, sin renunciar a la verdad del Evangelio, una actitud más acogedora con colectivos hasta ahora no suficientemente comprendidos en la Iglesia en razón de sus tendencias sexuales o de estado de vida. En definitiva de la acogida y el trato pastoral en la Iglesia a los homosexuales o a los divorciados y vueltos a casar civilmente.

Quienes piensen que la Iglesia va a modificar, desde la óptica de la ortodoxia, su posición teológica sobre al aborto o el divorcio como se ha podido leer a más de un comentarista laico a raíz del cuarto aniversario del pontificado de Francisco, demuestran que no conocen nada de la misma.

Para los impacientes, y a ellos va dirigida especialmente esta reflexión, bueno será hacerles caer en la cuenta de que Francisco desde el inicio de su pontificado ha venido insistiendo en una idea que, de plasmarse definitivamente en la vida de la Iglesia, supondrá un cambio de imprevisibles resultados.

En su Exhortación Apostólica La alegría del Evangelio, Francisco insiste hasta cuatro veces en una idea que podríamos resumir en una sola palabra «descentralización».

La primera es en el punto 16 de la exhortación, donde leemos literalmente «tampoco creo que deba esperarse del magisterio papal una palabra definitiva o completa sobre todas las cuestiones que afectan a la Iglesia y al mundo. No es conveniente que el Papa reemplace a los episcopados locales en el discernimiento de todas las problemáticas que se plantean en sus territorios. En este sentido percibo la necesidad de avanzar en una saludable descentralización».

En el punto 32, dedicado a la necesidad de conversión del papado en el contexto global de la renovación eclesial, nos dirá que «una excesiva centralización, más que ayudar, complica la vida de la Iglesia y su dinámica misionera».

Abundará en la misma idea en el punto 51 cuando nos dice que «no es función del Papa ofrecer un análisis detallado y completo sobre la realidad contemporánea, pero aliento a todas las comunidades a una siempre vigilante capacidad de estudiar los signos de los tiempos».

Y finalmente en el punto 184, inmerso en la cuarta parte de la exhortación donde Francisco trata de explicar la dimensión social de la evangelización, nos dirá que «ni el Papa ni la Iglesia tienen el monopolio en la interpretación de la realidad social o en la propuesta de soluciones para los problemas contemporáneos. Puedo repetir aquí lo que lúcidamente indicaba Pablo VI: “Frente a situaciones tan diversas, nos es difícil pronunciar una palabra única, como también proponer una solución con valor universal. No es este nuestro propósito ni tampoco nuestra misión. Incumbe a las comunidades cristianas analizar con objetividad la situación propia de su país”».

Podemos resumir lo que el Papa nos quiere transmitir en la siguiente frase: Se debe avanzar en una saludable descentralización porque lo contrario complica la vida y la dinámica misionera de la Iglesia; desde esa dinámica misionera, las comunidades han de estar en un constante estudio de los signos de los tiempos, analizando con objetividad sus propias situaciones.

Esta frase que resume las cuatro citas de La alegría del Evangelionos ponen en situación de comprender por qué afirmábamos antes que, de plasmarse la idea de Francisco, estaríamos a las puertas de una revolución en la Iglesia.

Porque Francisco quiere recuperar la tradición tímidamente iniciada por Pablo VI al instituir el Sínodo de Obispos y que los pontificados posteriores cortaron de raíz volviendo a un centralismo que complicaba la dinámica misionera de la Iglesia.

Francisco ha querido iniciar su magisterio recuperando la sinodalidad, y prueba de ello han sido los dos sínodos, uno extraordinario en 2014 y otro ordinario en 2015, dedicados al tema de la familia en la comunidad eclesial y en el mundo.

Y además el Papa ha publicado una exhortación postsinodal, la Exhortación Apostólica La alegría del Evangelio, que, como dice el propio Francisco en el punto 4 de la misma, ha querido «recoger las aportaciones de los dos recientes sínodos sobre la familia…», y por primera vez en la historia viene acompañada de una consulta por partida doble a todo el pueblo de Dios, a toda la Iglesia.

No hace falta ser una lumbrera para intuir que si se profundiza en la descentralización, potenciando la colegialidad episcopal, la sinodalidad y la consulta a toda la Iglesia, estaremos ante una revolución de signo copernicano. Y además sin ruido, de una forma discreta y silenciosa.

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