Abraham Canales | Psicóloga y educadora social de formación, es copresidenta del Movimiento Mundial de Trabajadores Cristianos (MMTC) desde 2013, servicio que ha compatibilizado con su trabajo en la gerencia de la Fundación Tots Units, promotora de la empresa de economía social Reciplana.
Hablo con ella, momentos antes de viajar a EEUU, para asistir al I Encuentro de Movimientos Populares, y a solo unos meses de la Asamblea general del Movimiento Mundial de Trabajadores Cristianos que acoge España.
¿Qué balance realiza del camino recorrido desde la anterior asamblea en Alemania?
Se han emprendido dinámicas continentales para analizar cómo se desarrollar el plan de acción que apostó por el trabajo digno y el mínimo vital, bajo el lema «Por una sociedad justa, fraternal y sostenible». Ha habido regiones que han desarrollado el plan de acción, como por ejemplo Europa con el debate de la Renta Básica. En América del Sur y el Caribe, junto con Europa, se ha comenzado a adoptar la perspectiva del mínimo vital. En Asia del Sur y en algunos países africanos el asunto del trabajo doméstico y los migrantes es una constante, es una prioridad para ellos. Con todo, a nivel global, compartimos el hecho de que el empleo está cambiando y que nos encontramos ante una perspectiva de que muchas personas no van a trabajar. De lo que se trata es de descubrir en cada realidad nacional qué pasa con el trabajo decente y que cambios a nivel global se están produciendo en el empleo, para entender la necesidad de encontrare vías para asegurar un mínimo vital. También se ha incorporado a nuestro trabajo la participación en los Encuentros de Movimientos Populares en diálogo con el Papa.
Como línea de acción, está la convocatoria del 7 de octubre sobre el trabajo decente, ¿cómo la valora?
Hemos avanzado mucho en esta reivindicación común. Con multitud de actividades de sensibilización, acciones de denuncia y gestos en todo el mundo. En Europa con más fuerza pero también en Corea, en la India, en Costa de Marfil, en las islas del Pacífico, en la República Dominicana… es un salto cualitativo y este año se ha decidido, una vez más, que el 7 de octubre sea referencial.
Tenemos un diálogo abierto en torno a la acción del MMTC, para seguir descubriendo qué es lo que nos une, lo que tenemos que hacer y que sea significativo en nuestros movimientos. Nuestro eje esencial es el trabajo, pero alrededor de él, hay muchas realidades que tienen que ser puestas de manifiesto. Hacemos nuestro el llamamiento de Techo, Tierra y Trabajo para una vida digna, poniendo el acento en la T de Trabajo, pero ampliamos la mirada a las condiciones de vida: en los barrios, el acceso a la vivienda… Hay muchos campesinos en el MMTC que tienen la sensación de que no están incluidos. De ahí que las «3T», los derechos esenciales a Tierra, Techo y Trabajo, ayudan a poner sobre la mesa estas realidades que necesitan nuestra mirada y análisis, nuestro juicio y nuestra acción, convirtiéndose en una de nuestras prioridades.
Desde el 2013 se han agravado las políticas que excluyen a cada vez más personas del trabajo o precarizan sus vidas. El Papa se refiere a ello cuando habla de la cultura del descarte. ¿Qué respuestas puede ofrecer la próxima Asamblea del MMTC?
Nuestro reto es decidir qué decir y qué hacer ante esta realidad del mundo del trabajo a nivel global, e identificar los cambios que se están produciendo de una manera significativa y que tienen un mismo corte en la mayoría de los países, aunque con consecuencias tal vez diferentes en cada uno de ellos. Queremos hacer eso y plantearnos la acción, a la luz de los 50 años de evangelización que llevamos. El análisis se centra en el trabajo y en sus condiciones de vida, mientras que el juicio se apoya en la Doctrina Social de la Iglesia (DSI) con una mirada de los elementos más constitutivos del movimiento en este recorrido. Es algo difícil de hacer, porque no queremos solo narrar la historia, sino hacer un discernimiento desde nuestras señas de identidad, para marcarnos el futuro. El MMTC está en un momento interesante, con sus fortalezas y sus debilidades.
El trabajo que tenemos entre manos tiene que ir acompañado de una estructura que permita y posibilite esos dos niveles: una voz significativa y cualificada, hacia fuera que ayude a los trabajadores a ver que esto hay que cambiarlo y que es posible; y la vez, hay que hacer un discernimiento interno para ver qué hay que seguir haciendo y cómo superar las dificultades para que el movimiento salga más fortalecido. Podemos elaborar mensajes y emprender acciones pero necesitamos también encontrar herramientas de formación y que ayuden a la vida organizativa y comunitaria. Los movimientos han de ser capaces de hacer su revisión de vida, mejorar la formación y conseguir la autogestión. El problema que tenemos en algunos lugares es que los movimientos dependen de dos o tres líderes que cuando se marchan desaparecen. Los recursos humanos a nivel internacional para poder trabajar más de cerca con los equipos nacionales no los tenemos y llevamos así casi 10 años. Ahí hay un reto enorme.
¿Cómo se financia el MMTC?
Actualmente son los movimientos afiliados los que sostienen la organización mundial, salvo para las reuniones de coordinación internacional, para los que solicitamos ayudas a agencias mundiales. También hay algunos movimientos miembros del MMTC que aportan recursos económicos muy significativos para que las regiones se puedan encontrar.
Háblenos del intercambio de experiencias que se dan el seno del MMTC.
Cada cuatro años, las regiones se reúnen en seminarios, excepto Europa que lo hace anualmente. Estos son los espacios que tenemos para este intercambio y para fortalecer nuestra dinámica internacional. Sus resultados o su influencia en los movimientos nacionales es muy mejorable, hay grupos que están más abiertos pero, en general, no se da. También se existen otros compromisos, por ejemplo, la HOAC a través de su Fondo de Solidaridad Internacional, apoya reuniones internacionales y proyectos de solidaridad en otras regiones. Algo parecido ocurre con la KAB de Alemania o la ACO de Francia.
Al menos, yo he descubierto dos tradiciones distintas. Una es la que proviene de la Acción Católica, donde está clara esta dimensión. Son sacerdotes, religiosas y militantes que marchó a otros países y trasladó allí la experiencia, con las enculturaciones necesarias. En Asia, los movimientos se llaman Acción Católica Obrera, como también en Chile. En Singapur es una acción católica familiar que trabaja la dimensión laboral. La otra es la de las organizaciones culturales, como el movimiento alemán y belga. Provienen de la tradición obrera y católica, pero sin las características de la Acción Católica, con un proyecto más cultural. Esto se ha cruzado, a la vez, con la ayuda a la cooperación que desde Europa se ha desarrollado. Así ha habido grandes agencias mundiales que han financiado proyectos concretos como cooperativas o escuelas, más que para la formación de cuadros o el soporte organizativo.
¿Cómo ha sido la relación con el Vaticano y con la OIT?
Tendríamos que hacer un trabajo más próximo. Hace tres años se hizo un recorrido por los consejos pontificios como el de laicos, justicia y paz, diálogo interreligioso, etc. pero no es suficiente. Nos haría falta una interlocución más fluida porque hay esa posibilidad. Sin olvidar que se ha abierto un diálogo con vocación permanente con el Papa a través de los Encuentros de Movimientos Populares.
También me parece que el MMTC ha estado fuera del Foro Internacional de la Acción Católica y, con ello, todos los movimientos especializados. Ese sería un campo en el que es necesario construir puentes. Hemos avanzado en relación con las organizaciones católicas presentes en la OIT. Ha habido encuentros previos a las reuniones de la OIT para compartir experiencias y conocimiento.
¿Y con el mundo del trabajo?
Ha habido puntos de encuentros con sindicatos, empresarios, asociaciones de trabajadores bajo el paraguas del Consejo Pontificio de Justicia y Paz [ahora Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral]. Ha sido una agenda muy fructífera por ejemplo en el reconocimiento de derechos en el trabajo doméstico y en el hecho de que el trabajo digno se haya convertido en un objetivo del desarrollo sostenible definido por la ONU. Eso también es un trabajo de nuestras organizaciones, acompañado por el Vaticano.
Es verdad que hay poca interlocución con organizaciones de empresarios y de trabajadores. Hay que activar esta agenda. Todos los movimientos han tenido o se han planteado una interlocución con los sindicatos, en algunos casos, de manera muy estrecha. Con la organización empresarial católica, UNIAPAC, nos hemos podido encontrar en las reuniones amparadas por la OIT y eso se ha trasladado a algunos países, sobre todo, europeos, pero no es un ámbito de trabajo muy desarrollado.
¿Cómo se gestó la participación del MMTC en el Encuentro Mundial de Movimientos Populares?
En América del Sur hay una tradición importante de trabajo conjunto con lo que se ha llamado la economía popular. Son trabajadores que se organizan en cooperativas o se asocian para reivindicar sus derechos en el sector «informal». En Argentina había un acercamiento al Papa, entonces arzobispo de Buenas Aires, desde los barrios y las villas. Eso fue un poco el caldo de cultivo para lanzar el Encuentro Mundial. El MMTC aparece en este escenario en una reunión en el Vaticano donde se estaba abordando la reivindicación del trabajo digno y ahí es donde se nos propone participar.
¿Cuál es su valoración de la trayectoria de estos Encuentros?
Tenemos creado un espacio de diálogo que, hasta el III Encuentro, ha dado de sí un proceso de conocimiento entre las organizaciones; de discernimiento y de reivindicación global. Es algo permanentemente en construcción, que dará de sí lo que los movimientos quieran dar de sí. Ha sido un descubrimiento extraordinario. Sabía de los campesinos sin tierras, de la economía popular, de las movilizaciones en torno a la vivienda, pero he podido percibir la fuerza que tienen. El MMTC debe continuar participando, porque hay planteamientos similares y un lenguaje común por la dignidad de la persona y el bien común, que son prioritarios y cuyas sinergias genera proyectos-puente frente a la perversidad y las consecuencias del dinero.
Hay un comité que organiza el diálogo y que concreta la metodología sobre la base de hacer un ver, un juzgar y un actuar. En el último encuentro lanzamos unas Propuestas de Acción Transformadora que las organizaciones deben hacer suyas para su desarrollo y, al mismo tiempo, hay una invitación para organizarse tanto a nivel regional y nacional. En Brasil, Argentina, EEUU ya se han producido este diálogo con agentes sociales y pastorales de la Iglesia.
Participo en este comité organizador y creo que habría que concretar estrategias o herramientas para ayudar a que los movimientos incorporen los compromisos dialogados y se puedan hacer efectivas esas reivindicaciones. Es algo que siento que está pendiente. El Papa, está siendo un mediador y un gran animador, abriendo la puerta para encontrarse, reunirse porque tenemos mucho en común. Ha sido un acierto el lema: Tierra, Techo, Trabajo: las «3T», algo tan central en la vida de las personas y muy vinculado a su visión, recogida en Laudato si’.
Hay que seguir convocando Encuentros regionales para favorecer el diálogo entre organizaciones de excluidos y en diálogo con el Papa, e intentar realizarlos en África, en Asia, en Europa…
También en Europa…
Es fundamental hacerlo en Europa. El MMTC ha propuesto a su Coordinadora europea que lidere este propuesta. Hay que descubrir lo que significa que en América del Sur se llama movimientos populares, en EEUU y Europa, son movimientos sociales o de base. Habrá que identificar a los protagonistas a partir de las «3T» y de otras realidades importantes como el drama de la inmigración, de la precariedad, del paro juvenil, etc. Habrá que ver la experiencia en EEUU, en un momento político además muy excepcional y crítico.
¿Cómo ha vivido su responsabilidad como copresidenta del MMTC, qué apoyos o acompañamientos han sido importantes para usted?
El primer apoyo es de mi familia que comparte esa sensibilidad por la solidaridad globalizada. Luego también tengo que hablar de la Fundación en la que trabajo, cuyo patronato y equipo han entendido la importancia de este servicio y me ha facilitado que pudiera compatibilizarlo. Mi equipo de la HOAC me ha respaldado y, sobre todo, me ha facilitado la participación desde la realidad que he estado viviendo. También la Comisión Permanente de la HOAC. Me hubiera gustado contar con un equipo dedicado a las relaciones internacionales desde el principio. Ahora ya hay un grupo y nos falta quizás tener un contacto más directo y dedicar más tiempo. Creo que la HOAC tiene que seguir realizando una apuesta permanente de impulso y fortalecimiento de esta dimensión internacional en el MMTC. Y por supuesto el consejo internacional del MMTC con el que compartido todo el trabajo. Afectiva y personalmente he estado muy acompañada, pero la actual estructura del MMTC, con tan pocas personas, viéndose una vez al año, necesita de equipos nacionales que aporten. Creo que la HOAC puede hacer un gran papel, por sus propias convicciones, en esta tarea.