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Daniel Ruiz, escritor: «Escribir me permite ejercer la absoluta libertad»

27 julio 2018 | Por

Daniel Ruiz, escritor: «Escribir me permite ejercer la absoluta libertad»

Iñaki Lancelot | El escritor, periodista y especialista en comunicación, nacido en Sevilla, que acaba de publicar Maleza, un friso de tres relatos ambientados en un barrio periférico, habla de su carrera y vuelve a La gran ola, una novela que ahonda en las relaciones laborales y sociales de nuestros días. 

¿Cómo comenzó su carrera literaria?

Empecé a escribir por vanidad adolescente. Fui un escritor prematuro y completé mi primera novela en el verano de 1º de BUP. Ello afianzó mi fuerza de voluntad. Y conseguí publicar con 19 años, Escribir es mi sacerdocio. Necesito hacerlo. Los amigos íntimos me consideraban un ave exótica, lo cual luce mucho. Ellos no leen, pero me llevan consigo como el extravagante. Les resultaba una auténtica marcianada que pudiera pasarme escribiendo la mañana de un sábado.

Siguieron diez años de silencio a su primera publicación, Chatarra premio de la Politécnica de Madrid…

No es recomendable que un inexperto reciba una gran recompensa, como me sucedió. No era un escritor maduro, pero supe rentabilizar lo poco leído. Los años transcurridos entre los 19 y los 29 fueron duros: escribiendo mucho y sin publicar. Pero me ayudó a reforzar mi fuerza de voluntad. Lo que escribía no era bueno, aun así era vanidoso y me sentía injustamente tratado. Hasta que Rodrigo Rodero tuvo la idea de rodar un corto a partir de aquella primera novela. Me infundió nuevos ánimos. 

Publicaste cuatro novelas a razón de una al año entre 2009 y el 12: La canción donde ella vive, Moro, La mano y Tan lejos de Krypton. Y llegó Todo está bien que te abre el paso a Tusquets.

Tusquets me dio mayor visibilidad, alcance, recompensa. Aunque no es el final, porque el crédito de un escritor hay que ganárselo cada día y nunca se detiene. En la literatura, como en la vida, no hay un happyend.

En prensa se hablaba de ti como novelista del underground (movimientos contraculturales).

Siento la necesidad de reaccionar frente a las cosas de la realidad que me causan extrañeza. Me permite dar una contestación, una reacción visceral, expresiva, donde quedan ángulos muertos, no explicados: marginalidad en la periferia, inmigración, política, mundo empresarial… Me preocupa la realidad, pero no sé si eso es o no underground. 

La gran ola refleja el día a día laboral de un coro de empleados medios. ¿Lo ha refleja desde su experiencia personal o responde a una labor de documentación?

Mi oficio no es solamente el de novelista. También trabajo como asesor de empresas en una consultoría de comunicación. Llevo más de quince años interaccionando en las tripas de la empresa a nivel directivo, pues la comunicación está en los puestos de dirección. He visto una gran involución en las formas de gestión interna hacia un nuevo modelo social líquido, más superficial, con influencias del estilo estadounidense y de las escuelas de negocios (frente a la empresa tradicional). Términos como ‘liderazgo’, ‘trabajo en equipo’, ‘motivación’…, se han introducido poderosamente en los departamentos de gestión y la gestión está muy influida por teorías neoliberales, a pesar de su escasa sustancia intelectual. Me pregunto por qué ocurre, cómo puede arrinconar otras formas de gestión. El propio concepto de obrero queda como anticuado, de otro tiempo, ante el rodillo de un nuevo lenguaje más aséptico: profesionales. El marxismo queda silenciado.

Como trabajo de campo, he contado con mi propia experiencia y he consultado bibliografía motivacional de autoayuda en la empresa. Lo cual ha sido una experiencia dolorosa por la sobredosis de lectura mediocre, con sustancia endeble.

Esta función se realiza a través de externos contratados que ejercen de visionarios motivacionales. ¿Cuál era su conocimiento antes escribir la novela?

He mantenido algún cara a cara con coaches (entrenadores personales). Pocos presentan un trabajo científico. Carece de ningún rango académico que concluya un método más válido. La empresa busca la mejora de la productividad, pero el método carece de consistencia. Me causa enojo y la idea se afiló: de ahí surge el potencial literario. Cualquiera puede ejercer, con un cursillo online. El Instituto Europeo del Coach es una empresa de nombre grandilocuente, aludiendo a un posible origen europeo, pero es un grupo de vendedores de «crecepelo». Así son la mayor parte de instituciones que venden el coach como disciplina científica. No deja de ser una pseudociencia. Pensamiento mágico en formato de corbatas.

¿No le da miedo que sus clientes tomen represalias?

Ciertamente, algún excliente podría reconocerse. Pero es muy interesante cómo las personas tendemos a justificarnos e identificarnos con una imagen agradecida. Así, por ejemplo, siempre me impresionó de mi novela sobre corrupción política, Todo está bien, que ningún político se sintiera aludido. Tendemos de forma natural a pensar que lo que se cuenta, se refiere a otros. Actualmente, la libertad de decir lo que uno piensa, es limitadísima. La imposición de una falsa corrección política tiene un indudable efecto censor. Sin embargo, la literatura, debido a la caída de la lectura, se ha convertido en un reducto en el que puedes decir las mayores barbaridades sin consecuencias. Tengo la convicción de que la publicación hoy por primera vez de Los versos satánicos de Salman Rushdie no causaría el menor revuelo. Pasaría desapercibida. ¿Por qué me sigue gustando escribir literatura? Porque me permite ejercer la absoluta libertad.

Otro de los grandes temas de la novela es la intervención creciente de la empresa en la vida del empleado. «Lo quieren todo, tu vida entera, tu alegría bovina y tu entusiasmo».

Así es. Encuentro multitud de directivos formados que incurren en este canelo. Que tiene una componente parareligiosa en el que un gurú civil oficia y expulsa a los infieles. Tiene sus similitudes con el mundo de la homeopatía y la seudociencia en general, como decía.

Queda poco margen a la salvación. Es algo pesimista…

No hay espacio para héroes ni sentimientos. Quien pretende lo contrario, es expulsado del mundo empresarial. En 1984 Orwell incluía una neolengua por la que las personas críticas, que no comparten los criterios generales, pasan a ser consideradas tóxicas y son expulsadas. En el ADN del sistema se introduce una feroz competitividad entre los empleados.

Uno de los temas del relato es el conflicto entre familia y trabajo. ¿Han llegado las relaciones laborales al punto en que la familia es un punto de debilidad para el profesional? ¿Lo es la aparición de una enfermedad grave en la pareja o en un hijo?

Márquez vive la enfermedad en su familia, su hijo muestra ciertas anomalías. Lo vive como debilidad. Su vida debería ser de acero para enfrentarse a un mercado que exige disponibilidad absoluta. También vive una sensualidad pervertida y una dificultad en la gestión de sus circunstancias personales. Recuerdo una noticia sobre un ejecutivo estadounidense que tiró un bebé por la ventana. Tenía un trabajo espectacular que le llevó al desquiciamiento. Influyen los estratos sociales, la necesidad de medrar, la presión sobre el empleado…

En la novela, aparecen otras formas de violencia…

He incluido en la obra acoso y formas de violencia derivadas en expresiones más allá del propio mundo de la empresa. Por ejemplo, en el deporte. La obsesión porque los hijos sean estrellas del fútbol, en la propia pareja, el machismo social. Son expresiones de una realidad social miedosa, enferma. He querido denunciar también la falta de empatía en quien tiene delegada en ese momento la educación de mi hijo. La transmisión de valores como el respeto al compañero por encima de la transmisión de términos técnicos. La educación mal enfocada produce hartazgo, aburrimiento, desmotivación. Así ante un caso asperger o de autismo, los estudiantes quedan arrinconados, mostrando un gran desapego en la formación de futuros ciudadanos. La función real es transmitir valores ciudadanos para formar la personalidad.

¿La mejor forma de encontrar trabajo es tenerlo?

La dinámica del mercado te expulsa si sales. El empleado es un producto, devaluado. Para cambiar de trabajo, no abandones el anterior. Un desempleado tiene el caché bajo. El desempleo equivale a salir de la existencia. En el mundo laboral actual, hay dos escalones bien diferenciados. Por un lado, la visión clásica, donde la empresa te garantiza unos derechos sociales, concurre un contrapeso sindical y ofrece una remuneración digna. Frente a ello, el nuevo orden de nuevos empleados, jóvenes formadísimos, con las condiciones laborales diezmadas. Transigen sin la menor objeción. Son más competitivos porque están amamantados por un nuevo código en el que prima el brillo donde antes estaba el esfuerzo. Desean arrinconar a los antiguos. Y están dispuestos a trabajar el doble, cobrando la mitad. La empresa, mientras, recurre a despidos y prejubilaciones para retirar a los anteriores trabajadores.

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