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Marciano Vidal, teólogo moralista: «La economía exclusivamente financiera es, en sí misma, inmoral»

02 mayo 2014 | Por

Marciano Vidal, teólogo moralista: «La economía exclusivamente financiera es, en sí misma, inmoral»

Marciano Vidal García* (San Pedro de Trones, León, en 1937) ha sido profesor ordinario en la Universidad Pontificia Comillas (Madrid) y extraordinario en la Academia Alfonsiana (Roma). Entre sus muchos libros, cabe mencionar «Moral de Actitudes» (Ed. PS, Madrid); «Para comprender la Ética cristiana» (Ed. Verbo Divino, Estella); y «Orientaciones éticas para tiempos inciertos» (Ed. Desclée, Bilbao). En la actualidad elabora una magna «Historia de la Teología Moral» (Ed. PS. Madrid), de la que ya han aparecido tres tomos.

–Como teólogo moralista, ¿qué impresión le ha causado la exhortación apostólica «Evangelii Gaudium»?

–Me ha agradado el tono general de optimismo tanto en la expresión como en el contenido. La preocupación del documento no es la pureza de la doctrina en cuanto tal sino la función práctica de esa doctrina y la consecución de la finalidad pastoral. El documento, aunque no es del todo una exhortación apostólica postsinodal, trata de recoger los elementos más sobresalientes del Sínodo de obispos sobre la Nueva Evangelización (2012). «Evangelii Gaudium» (EG) no utiliza la expresión «Nueva Evangelización» sino que prefiere referirse a una «nueva etapa evangelizadora» y a la «novedad permanente» de la evangelización. EG es un texto complejo en su concepción y en su formulación: puede ser situado entre una exhortación apostólica postsinodal y una encíclica programática al inicio del pontificado.

–¿Hay novedades o subrayados que convenga poner de relieve?

–La primera novedad para un teólogo español es que el texto parece haber sido escrito en español, con formas modales del de Argentina. El mismo texto se atreve a crear un neologismo en español: «primerear». Se puede constatar un rasgo peculiar del recién estrenado magisterio del Papa Francisco: el uso del lenguaje directo y hasta gráfico con la capacidad de crear «titulares» de prensa.

Hay novedades en el contenido. Obviamente la mayor innovación pretendida por el papa es crear en la Iglesia la conciencia de misionariedad, desde el imperativo evangélico de «id», de salida, de misión. Para un teólogo moralista, la mayor innovación doctrinal concreta se encuentra en la afirmación de que el principio formulado por el concilio Vaticano II de la «jerarquía de verdades» tiene aplicación también en el campo de la moral: «Esto vale tanto para los dogmas de fe como para el conjunto de las enseñanzas de la Iglesia, e incluso para la enseñanza moral». La conciencia moral cristiana, concretamente la católica, ha estado condicionada por la jerarquización axiológica que aparece en el cuadro aristotélico-escolástico de las virtudes y en el decálogo, con una notable insistencia en los campos de la moral individual, de la moral sexual, de la moral conyugal. Se impone una re-organización y una nueva jerarquización del campo moral. El criterio de esa reorganización, según se insinúa a lo largo de EG, es la vida de los pobres.

–La fuerte denuncia contra el neoliberalismo y contra la financiarización de la economía parece que no deja espacio a justificaciones «católicas» del actual sistema económico internacional. ¿Qué piensa de ello?

–Es de alabar el trabajo del redactor (o de los redactores) de este contenido específico de la exhortación apostólica. Ven la economía actual, sobre todo la de incidencias mundiales, como «una economía de exclusión y de inequidad», frente a la que presentan un no rotundo. La propuesta de solución que se ofrece es la de crear una economía «que, dejando a salvo la soberanía de las naciones, asegure el bienestar económico de todos los países y no solo de unos pocos».

El juicio no ha de referirse al capitalismo en cuanto sistema o forma de organizar la economía. La encíclica «Centesimus annus» (1998), frente a dudas precedentes, dejó claro que para Doctrina Social de la Iglesia una economía de mercado, libre pero al mismo tiempo regulado, y de empresa, libre pero al mismo tiempo regulada, son condiciones estructurales para realizar una economía justa. Por otra parte, la financiación es un elemento necesario para llevar adelante esa forma de economía libre; sobre tal financiación no se puede emitir un juicio negativo. Este ha de ser emitido sobre un tipo de economía capitalista y sobre una forma de financiación que convierten la economía en especulación financiera, dando lugar a la llamada fi-nanciarización de la economía (frente, y en contra, de la economía real: la economía «de» las personas y «para» las personas). Soy del parecer que la economía exclusivamente financiera es, en sí misma, inmoral; lleva consigo el mal moral de la usura. Tengo para mí que la valoración más dura –y más certera– de la economía exclusivamente financiera fue ya escrita con ocasión –y con motivo– de la Gran Depresión de 1929. Me refiero a la encíclica «Quadrage-simo anno» (1931) de Pío XI.

El Papa previó las críticas a su posición tajante y sin distingos a favor de los pobres; por eso, afirma que sus palabras están alejadas del «populismo irresponsable» y a quienes pueden sentirse ofendidos por ellas les confiesa que están pronunciadas «lejos de cualquier interés perso-nal o ideología política».

EG no tiene temor a utilizar la carta de Pablo VI «Octogesima adveniens» (1971). Entre otras referencias, se recoge la afirmación del número 4, la más «sospechosa»: «Frente a situaciones tan diversas, nos es difícil pronunciar una palabra única, como también proponer una solución con valor universal. No es este nuestro propósito ni tampoco nuestra misión. Incumbe a las comunidades cristianas analizar con objetividad la situación de su propio país» (EG, 184).

–En el número 59 se alude a «las estructuras de pecado». ¿Este concepto ha sido asumido por la teología moral?

–Se asume con normalidad. Es de recordar que ha sido en ámbitos latinoamericanos donde surgió esa sensibilidad y esa teorización. Una aportación específica del magisterio social de Juan Pablo II ha sido el haber asumido y desarrollado la categoría de «estructura de pecado» para valorar la realidad social de la época actual. Es en la encíclica «Sollicitudo rei socialis» (1987) donde aparece con mayor énfasis el uso de «estructuras de pecado». También se encuentra en «Centesimus annus» (1991).

He anotado estos documentos magisteriales para enfatizar la conexión de EG con una gran innovación del magisterio social católico reciente. Hablando, en términos generales, se puede afirmar que la Teología Moral católica ha asumido también esa sensibilidad. Esta afirmación no deja de reconocer la existencia de interpretaciones con matices diversos y hasta la presen-cia de posturas conservadores que prefieren ignorar esa orientación.

–Dos temas se hacen continuamente presente en la exhortación: la felicidad del Evangelio y la misericordia. ¿Tienen algo que ver con la forma de entender y de vivir las leyes morales?

–El papa ha tenido el acierto de conectar esa alegría con la afirmación, muy bien acogida y muchas veces repetida, de Benedicto XVI: «No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a las vida y, con ello, una orientación decisiva».

Sin rebajar en nada el compromiso ético del Evangelio, la propuesta moral cristiana ha de ser vivida y pensada como la respuesta de seguimiento, alegre y feliz, a una persona. En esa respuesta no cabe el rigorismo. Las situaciones difíciles de conciencia han de ser resueltas mediante el principio misericordia.

Tengo para mí que la gran aportación histórica que aportará –que ya está aportando– el Papa Francisco es situar el Evangelio como el eje central del ministerio petrino. Esta condición evangélica es lo que da la máxima credibilidad y la mayor garantía de renovación al papado de Francisco, una renovación no limitada al cambio de estructuras sino ampliada a la renovación global del espíritu. Es también aquí donde se verifica la coherencia de la actuación con el nombre que el Papa ha asumido. El paradigma cristiano de Francisco de Asís parece que ha vuelto a habitar entre nosotros.

–Hay temas que provienen más de los medios de la comunicación social que de la misma realidad, como por ejemplo el énfasis sobre la homosexualidad. ¿Prevé alguna novedad en el magisterio del Papa Francisco sobre este tema?

–No creo que, en un próximo futuro, haya variación en la doctrina de la Iglesia (¿la puede haber?) sobre la homosexualidad. En cuanto a otros aspectos relacionados con la situación humana y cristiana de las personas con orientación homosexual creo que pueden darse variaciones en un próximo futuro. Señalo las siguientes:

Creo que haría bien la Iglesia católica, en sus diversas formas de manifestación doctrinal y de actuación pastoral, rebajar lo más posible y hasta llegar a eliminar de su horizonte comprensivo la consideración de la condición homosexual como algo viciado en sí mismo. Y ello no solo por ser ofensivo a las personas homosexuales sino también, y sobre todo, porque es una afirmación que no se puede justificar con razones científicas. Creo que es más cristiana la actitud que propuso el cardenal B. Hume: «Dios ama lo mismo a todas las personas, sean de la orientación sexual que sean». Es también muy válida la reacción del Papa Francisco ante una pregunta de los periodistas en el viaje de vuelta de la JMJ: «¡Quién soy yo para juzgar…!».

Sospecho que la Iglesia católica no dará una batalla doctrinal especial frente a las legislacio-nes civiles que propongan (y frente a las que hayan ya propuesto) un reconocimiento jurídico de la unión entre personas homosexuales, sea ese reconocimiento con la forma de pareja heterosexual estable o de matrimonio civil.

El Papa Francisco ya se ha expresado sobre la necesidad de atender pastoralmente a los hijos nacidos en uniones especiales, no consideradas por la Iglesia como matrimonio cristiano. Si hay hijos en las uniones homosexuales reconocidas civilmente ahí hay familia.

Una profundización mayor en la distinción entre la condición homosexual y los comportamientos homosexuales así como en la actitud de misericordia pastoral, aspectos ambos que fueron considerados como novedosos en la declaración «Persona humana» de 1975, ayudarán en el próximo futuro eclesial a encontrar vías de auténtica realización humana y cristiana para las personas con orientación homosexual.

–¿Qué espera del próximo sínodo sobre la familia en relación a los divorciados vueltos a casar?

–Una normalización eclesial de la situación de las personas divorciadas vueltas a casar. Por normalización no entiendo declinar en el ideal evangélico de la fidelidad conyugal y de la estabilidad matrimonial. Pero, tampoco la entiendo como si se tratara únicamente de ofrecer una solución vergonzante a cristianos pecadores.

La cuestión está suficientemente madura, tanto desde el punto de vista teológico como desde las posibilidades pastorales. Yo llegué a creer que el Papa Benedicto XVI iba a dar una solución al problema. El Papa Francisco ya ha aludido a la función iluminadora que pueden tener para la Iglesia católica algunas prácticas de las Iglesias orientales. Opino que siguen siendo válidas, con las normales matizaciones, las orientaciones que propusieron los tres obispos del Alto Rin (diócesis de Freiburg, Mainz, Rottenburg-Stuttgart) en 1993.

 

*El texto completo de la entrevista fue publicado, en italiano, por la revista de Bolonia «Attualità Pastorale» n. 6, día 9 de febrero de 2014, pp. 8-10. Las preguntas fueron formuladas por Francesco Strazzari.

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