La HOAC de Córdoba vuelve a concentrarse, en solidaridad con estos hermanos y sus familias, y contra la lacra de la siniestralidad laboral, que sigue golpeando a las trabajadoras y trabajadores de nuestras tierras.

VIERNES, 14 DE DICIEMBRE

BULEVAR DEL GRAN CAPITÁN (junto a Parroquia de San Nicolás)

20,00h horas

COMUNICADO

HOAC de Córdoba. No hay crisis para la Siniestralidad Laboral en Córdoba. Antonio Peña tenía 51 años, casado con dos hijas. Era autónomo (tenía una empresa familiar de construcción junto con dos hermanos). Una máquina lo destrozó el 10 de noviembre al caérsele encima. Después de un mes luchando en una cama de hospital, murió el pasado 6 de diciembre.

Nuestro mercado laboral está siendo sometido a un deterioro tremendo. Llegamos sin remedio a los 6 millones de parados. 3,5 millones de empleos tirados a la basura en cinco años. Cuando se nos decía que la última reforma laboral iba a primar el empleo estable, hoy solo son 6 de cada 100 los contratos indefinidos que se firman en nuestro país.

Una de las consecuencias de esta situación es el tremendo aumento de trabajadores por cuenta propia, algo más de 3 millones. Son los llamados trabajadores independientes (falsos autónomos o personas que se ven obligadas a precarizarse para poder subsistir). “Autoexplotadores” con la única esperanza de “capear el temporal”… Pero cuando pase la tormenta… ¿en qué condiciones va a quedar nuestro mercado de trabajo?¿el Estado del Bienestar?

Rafael Onetti era joven: 25 años. El pasado 10 de diciembre cayó de una altura de 10 metros. Estaba instalando unas placas solares en el tejado de una nave industrial en la Ventilla, aldea de Fuente Palmera. Trabajaba para una subcontrata de la obra. Rafael murió en el acto.

Uno de los objetivos ocultos en esta crisis embustera e inmoral es la legalización de un control eficaz sobre la fuerza de trabajo, mediante la amenaza del despido, la discrecionalidad y el autoritarismo. Estas prácticas afectan, con más dureza aún, a la mayoría de la población trabajadora más joven. La juventud, porcentualmente hablando, suele sufrir los peores tramos horarios, la temporalidad más alta, los salarios más pírricos… y es el tramo de edad menos protegido por la negociación colectiva.

Todos estos “efectos colaterales” tienen consecuencias en la salud de la población trabajadora. Son los llamados efectos psicosociales de la precariedad. Van minando la salud de millones de personas y están en el germen de muchos descuidos cuyas consecuencias son idénticas a las que han provocado la muerte de Antonio y Rafael.

Nosotros, cristianos y cristianas trabajadoras, queremos recordar hoy que es urgente “liberar el trabajo de aquellas condiciones que no pocas veces lo transforman en un peso insoportable con una perspectiva incierta, amenazada a menudo por el desempleo, especialmente entre los jóvenes; poner a la persona humana en el centro del desarrollo económico” (Sínodo de los Obispos. Mensaje al pueblo de Dios, 10).

Porque “La Persona es lo Primero”. Y no debe ser instrumento de enriquecimientos inmorales, sino principio y fin de la organización política de nuestra sociedad. Lo contrario a esto es injusto y tremendamente cruel.

Por eso, seguiremos gritando: “El trabajo es para la vida. ¡Ni un muerto más! No a la siniestralidad laboral.