Estar con Dios no es un mero acto piadoso; si es sincero levanta nuestra piel y nos vuelve del revés, no nos deja tranquilos. La oración nos revuelve y nos lleva a encontrar consecuencias imprevisibles. Cuando parece que todo está dicho y marcado sobre nuestra vida, entonces puede suceder lo imprevisto, lo novedoso: se rompen los límites, el horizonte se amplía y el camino es totalmente nuevo. El camino que nos pone a los pies de las personas empobrecidas para compartir la misma vida, y avanzar empujados por la misma esperanza.