Se nos olvida con facilidad que no somos nosotros quienes le hemos elegido a Él, sino Él quien nos ha elegido a nosotros, con nuestras debilidades, para que vayamos y demos fruto. La Buena Noticia va acompañada de signos, pequeños, insignificantes en tanto semilla, pero liberadores y humanizadores a la larga, capaces de sembrarse para germinar en la espera paciente. Sin signos de vida, el Evangelio deja de ser buena noticia para los pobres.