Jesús Espeja | Teólogo

El Concilio Vaticano II dejo claras tres dimensiones esenciales de la Iglesia. Dos en Lumen gentium: la Iglesia visible es una comunidad orgánicamente estructurada con una jerarquía. Pero en este pueblo de Dios «es común la dignidad de sus miembros». Un año después en la Gaudium et spes se destaca otra dimensión: «La Iglesia solo desea una cosa, continuar bajo la guía del Espíritu. La obra misma de Cristo quien vino al mundo para dar testimonio de la verdad; para salvar y no para juzgar; para servir y no para ser servido». Resumiendo, la Iglesia es una comunidad con una jerarquía, es pueblo de Dios cuyos miembros tienen la misma dignidad, y su misión es evangelizar. ¿Cuál de las tres dimensiones debe dar sentido a las otras dos?

La Iglesia se constituye en la misión: para eso es Pueblo de Dios, y para servir a este pueblo tienen sentido los ministerios jerárquicos. ¿Por qué? Por dos razones.

Primera, porque Jesús de Nazaret no vivió en función de su propia seguridad sino apasionado y en función del reino de Dios, la fraternidad universal: «Por nosotros y por nuestra salvación». Segunda, porque Juan XXIII convocó el Concilio con intención misionera: «Infundir en las venas de la humanidad actual la virtud perenne, vital y divina del Evangelio». A lo largo de un año el Concilio fue madurando y solo al final, en la constitución de la Gaudium et spes, expresó que la Iglesia se constituye en la misión. En función de la misma tiene sentido el pueblo de Dios y los ministros jerárquicos suscitados por el Espíritu para servir a ese pueblo en misión.

La misión evangelizadora tiene lugar en el mundo. No por encima de, ni junto a, sino en alianza y solidaridad con los gozos y esperanzas, tristezas y fracasos, anhelos, tareas y empeños de la sociedad. Urge una Iglesia que sea pueblo de Dios en salida de su autoreferencialidad para la misión. Que sea sal dentro del mundo, sin pretender privilegios sociales sobre los demás ciudadanos pero plasmando existencialmente y ofreciendo de modo creíble un estilo evangélico de conducta. Quienes viven dentro del mundo enrollados en las tareas seculares son los laicos, y ellos deben ejercer ahí la misión evangelizadora de toda la Iglesia. El papa Francisco habla de una Iglesia «en salida» (EG 20-24). Es el lema con que se presenta el Congreso de laicos. Deseo que se celebre con esa inspiración.