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«Querida Amazonia» | Una exhortación poética por la ecología integral

12 febrero 2020 | Por

«Querida Amazonia» | Una exhortación poética por la ecología integral

La nueva exhortación centrada en la Amazonia supone en una concreción de las principales preocupaciones de Francisco, enraizada en este diverso y complejo territorio del mundo, patrimonio ecológico y humano de incalculable trascendencia para la vida en el planeta. Pero también un llamamiento a actualizar las prácticas y estructuras eclesiales contando con la sabiduría de las culturas indígenas y la experiencia misionera.

Su lenguaje, orientación y tono, más que doctrinal o intelectual, tiene un marcado carácter poético, no exento de denuncia profética y anuncio esperanzado. De hecho, el texto acoge varios poemas y versos, además de las consabidas citas a otros pontífices, encíclicas, cartas y discursos; como también al documento de trabajo del sínodo de la Amazonia.

En esta exhortación el papa ha querido compartir cuatro sueños: un sueño social, protagonizado por una Amazonia que «luche por los derechos de los más pobres, de los pueblos originarios, de los últimos»; un sueño ecológico, donde este vasto y amenazado territorio «preserve esa riqueza cultural que la destaca»; un sueño cultural, con una Amazonia «que custodie celosamente la abrumadora hermosura natural que la engalana»; y, por último, un sueño eclesial, con  «comunidades cristianas capaces de entregarse y de encarnarse».

El sueño social

En la denuncia de la injusticia remite al análisis realizado en el sínodo y a su predecesor Benedicto XVI. Los intereses colonizadores de la zona provocan la usurpación de sus riquezas y la expulsión de los pueblos indígenas hacias las periferias de las ciudades donde encuentran formas de esclavitud, de sometimiento y miseria; desigualdades xenofobia, explotación sexual y el tráfico de personas. Por eso, «el grito de la Amazonia no brota solamente del corazón de las selvas, sino también desde el interior de sus ciudades» (10). 

Francisco sueña con una Amazonia que «integre y promueva a todos su habitantes para que puedan consolidar un ‘buen vivir’», por lo que se siente en la obligación de proclamar que «no podemos permitir que la globalización se convierta en un nuevo tipo de colonialismo» (8).

Ante la «injusticia y crimen», la actuación de empresas y gobiernos que se convierten en un «un instrumento que mata», Bergoglio, destaca que «siempre es posible superar las diversas mentalidades de colonización para construir redes de solidaridad y desarrollo; «el desafío consiste en asegurar una globalización en la solidaridad, una globalización sin dejar nadie al margen» (17).

Como no podía ser de otra manera, el Papa entiende que dentro de ese nuevo modelo de desarrollo, «se pueden buscar alternativas de ganadería y agricultura sostenibles, de energías que no contaminen, de fuentes dignas de trabajo que no impliquen la destrucción del medioambiente y de las culturas». 

Pero los esfuerzos por lograr mayor justicia social y armonía con la naturaleza, según el planteamiento de Francisco, hace falta también cultivar el sentido comunitario, «la lucha social implica una capacidad de fraternidad, un espíritu de comunión humana», que las demás sociedades de la tierra pueden aprender a valorar gracias al ejemplo amazónico: «sin disminuir la importancia de la libertad personal, se evidencia que los pueblos  originarios de la Amazonia tienen un fuerte sentido comunitario. Ellos viven de ese modo «el trabajo, el descanso, las relaciones humanas, los ritos y las celebraciones» (20).

 No es solo esa la enseñanza que los pueblos originarios transmiten al resto del mundo, sino que también muestran un camino de humanización que no podemos desdeñar y que se conoce como buen vivir: «la auténtica calidad de vida como un “buen vivir” que implica una armonía personal, familiar, comunitaria y cósmica, y que se expresa en su modo comunitario de pensar la existencia, en la capacidad de encontrar gozo y plenitud en medio de una vida austera y sencilla, así como en el cuidado responsable de la naturaleza que preserva los recursos para las siguientes generaciones».

Para abundar más en este concepto, dice: «los pueblos aborígenes podrían ayudarnos a percibir lo que es una feliz sobriedad y en este sentido «tienen mucho que enseñarnos». Ellos saben ser felices con poco, disfrutan los pequeños dones de Dios sin acumular tantas cosas, no destruyen sin necesidad, cuidan los ecosistemas y reconocen que la tierra, al mismo tiempo que se ofrece para sostener su vida, como una fuente generosa, tiene un sentido materno que despierta respetuosa ternura. Todo eso debe ser valorado y recogido en la evangelización» (71) .

Francisco defiende instituciones específicas para la Amazonia que puedan promover el cuidado y desarrollo basadas en el ‘diálogo social’, ‘formas de comunión y lucha conjunta’ y ‘caminos de encuentro’, especialmente entre los pueblos que la habitan. Pero ese diálogo debe tener, además, prioridades bien definidas: «no solo debe privilegiar la opción preferencial por la defensa de los pobres, marginados y excluidos, sino que los respeta como protagonistas» (27).

El sueño cultural

La promoción y el desarrollo social ha de ir acompañado del aspecto cultural, según Bergoglio, para que «ella misma saque lo mejor de sí». De ahí que haga un llamamiento a reforzar una gran ‘tarea educativa’: «cultivar sin desarraigar, hacer crecer sin debilitar la identidad, promover sin invadir. Así como hay potencialidades en la naturaleza que podrían perderse para siempre, lo mismo puede ocurrir con culturas que tienen un mensaje todavía no escuchado y que hoy están amenazadas más que nunca» (28)

La exhortación reconoce la diversidad enorme que atesora la Amazonia, sin minusvalorar los conflictos identitarios, los límites y la invasión y homogeneización impuesta por «las culturas urbanas de occidente» (36). El Papa apuesta por desarrollar «relaciones interculturales donde la diversidad no significa amenaza, no justifica jerarquías de poder de unos sobre otros, sino diálogo desde visiones culturales diferentes, de celebración, de interrelación y de reavivamiento de la esperanza» (38).

Aquí entran en juego, medios de comunicación «desde sus propias lenguas y cultura» y que «los propios sujetos indígenas se hagan presentes en los medios de comunicación que ya existen». Teniendo muy presente que «hace falta incorporar la perspectiva de los derechos de los pueblos y las culturas, y así entender que el desarrollo de un grupo social requiere del continuado protagonismo de los actores sociales locales desde su propia cultura. Ni siquiera la noción de calidad de vida puede imponerse, sino que debe entenderse dentro del mundo de símbolos y hábitos propios de cada grupo humano» (40).

El  sueño ecológico

En este aparato, arrecian las denuncias, inspiradas por una exhortación bien clara: «El interés de unas pocas empresas poderosas no debería estar por encima del bien de la Amazonia y de la humanidad entera» (48). Preservar este tesoro, según recoge el documento vaticano, no exige la «internacionalización» (50), pero sí cumplir con «la responsabilidad de los gobiernos nacionales», «sin venderse a intereses espurios locales o internacionales». 

En este sentido, el Papa reconoce que «es loable la tarea de organismos internacionales y de organizaciones de la sociedad civil que sensibilizan a las poblaciones y cooperan críticamente, también utilizando legítimos mecanismos de presión, para que cada gobierno cumpla con su propio e indelegable deber de preservar el ambiente y los recursos naturales de su país, sin venderse a intereses espurios locales o internacionales» (50).

Pero no bastará con campañas, estrategias y políticas para hacer realidad el anhelo del pontífice sin la conversión personal. «No habrá una ecología sana y sustentable, capaz de transformar algo, si no cambian las personas, si no se las estimula a optar por otro estilo de vida, menos voraz, más sereno, más respetuoso, menos ansioso, más fraterno» (58).

La exhortación se detiene en hablar de la belleza y la poesía, no solo porque «la poesía ayuda a expresar una dolorosa sensación que hoy muchos compartimos. La verdad insoslayable es que, en las actuales condiciones, con este modo de tratar a la Amazonia, tanta vida y tanta hermosura están “tomando el rumbo del fin”, aunque muchos quieran seguir creyendo que no pasa nada» (47), sino porque los «poetas, contemplativos y proféticos, nos ayudan a liberarnos del paradigma tecnocrático y consumista que destroza la naturaleza y que nos deja sin una existencia realmente digna» (46) .

Hay quien ha visto aquí una alusión también a esos poetas sociales que son los movimientos populares, presentes en el propio sínodo de la Amazonia y en muchas de las intervenciones de Bergoglio, cercano siempre a los trabajadores más humildes.

El sueño eclesial: Inculturación y renovación

La Iglesia, «llamada a caminar con los pueblos de la Amazonia», también ha de estar a la altura del gran reto planteado, por lo que Bergoglio empieza por hacer notar que  «si quiere desarrollar una Iglesia con rostro amazónico, necesita crecer en una cultura del encuentro hacia una «pluriforme armonía» (61).

Este apartado, especialmente pensado para pastores y fieles católicos, es el más extenso del documento. Late aquí, sobre todo, la preocupación por la inculturación (mencionada en varios de sus apartados: La inculturación, Caminos de inculturación en la Amazonia, Inculturación social y espiritual, La inculturación de la liturgia, y La inculturación de la ministerialidad) y por una renovación organizativa (se podría englobar en este epígrafe el resto de apartados: El anuncio indispensable, Puntos de partida para una santidad amazónica, Comunidades repletas de vida, La fuerza y el don de las mujeres, Ampliar horizontes más allá de los conflictos, La convivencia ecuménica e interreligiosa).

La justificación teológica queda perfectamente explicada: «La Iglesia, al mismo tiempo que anuncia una y otra vez el kerygma, necesita crecer en la Amazonia. Para ello siempre reconfigura su propia identidad en escucha y diálogo con las personas, realidades e historias de su territorio. De esa forma podrá desarrollarse cada vez más un necesario proceso de inculturación, que no desprecia nada de lo bueno que ya existe en las culturas amazónicas, sino que lo recoge y lo lleva a la plenitud a la luz del Evangelio.Tampoco desprecia la riqueza de sabiduría cristiana transmitida durante siglos, como si se pretendiera ignorar la historia donde Dios ha obrado de múltiples maneras, porque la Iglesia tiene un rostro pluriforme «no sólo  desde una perspectiva espacial sino también desde su realidad temporal». 66

Francisco pide, llegados a este punto «aceptar con valentía la novedad del Espíritu capaz de crear siempre algo nuevo con el tesoro inagotable de Jesucristo, porque «la inculturación coloca a la Iglesia en un camino difícil, pero necesario». A continuación, insiste, «no temamos, no le cortemos las alas al Espíritu Santo». 69

La inculturación, dada la situación de pobreza y abandono de tantos habitantes de la Amazonia, «necesariamente tendrá que tener un perfume marcadamente social y caracterizarse por una firme defensa de los derechos humanos, haciendo brillar ese rostro de Cristo que «ha querido identificarse con ternura especial con los más débiles y pobres». Porque «desde el corazón del Evangelio reconocemos la íntima conexión que existe entre evangelización y promoción humana», y esto implica para las comunidades cristianas un claro compromiso con el Reino de justicia en la promoción de los descartados». Aunque solo se menciona aquí una vez, el papa no se olvida del pensamiento social de la Iglesia. «Es sumamente importante una adecuada formación de los agentes pastorales en la Doctrina Social de la Iglesia»  (75). 

El «proceso de inculturación, que implica caminos no sólo individuales sino también populares, exige amor al pueblo cargado de respeto y comprensión», admite Francisco, «en buena parte de la Amazonia este proceso ya se ha iniciado» (78). De hecho, pide rescatar lo mejor de las culturas amazónicas, dejarse interpelar por su sabiduría espiritual sin apresurarse en «calificar de superstición o de paganismo algunas expresiones religiosas que surgen espontáneamente de la vida de los pueblos» (78).

En la oportunidad que se abre de desarrollar una espiritualidad inculturada, «centrada en el único Dios y Señor», ha de ser capaz, al mismo tiempo, «de entrar en contacto con las necesidades cotidianas de las personas que procuran una vida digna, que quieren disfrutar de las cosas bellas de la existencia, encontrar la paz y la armonía, resolver las crisis familiares, curar sus enfermedades, ver a sus hijos crecer felices» (80). 

Se podría decir que, de hecho, las apreciaciones del Papa sobre a liturgia, los sacramentos, la organización eclesial, la ministerialidad, las vida comunitaria y el papel de las mujeres responden fielmente a esa preocupación de poner la Iglesia en sintonía con la complejidad amazónica, la realidad eclesial y las necesidades cotidianas y espirituales de sus habitantes y fieles.

En esa Iglesia amazónica con la que sueña el Papa «los laicos podrán anunciar la Palabra, enseñar, organizar sus comunidades, celebrar algunos sacramentos, buscar distintos cauces para la piedad popular y desarrollar la multitud de dones que el Espíritu derrama en ellos» (89), sin caer en los intentos de querer «clericalizar a las mujeres». ya que eso, «disminuiría el gran valor de lo que ellas ya han dado y provocaría sutilmente un empobrecimiento de su aporte indispensable» (100).

Abordar el conflicto y la convivencia ecuménica

La exhortación contiene una valiosa contribución para dirimir los conflictos que puedan darse en el seno de la Iglesia. Así, Bergoglio, plantea que ante las propuestas diversas que pueda parecer opuestas, «es probable que la verdadera respuesta a los desafíos de la evangelización esté en la superación de las dos propuestas, encontrando otros caminos mejores, quizás no imaginados» (104). También hace una defensa de la convivencia ecuméncia e interreligiosa, para buscar puntos de contacto y sobre todo, «trabajar y luchar juntos por el bien de la Amazonia» (108). Termina el documento con unas palabras dirigidas a la Madre de Cristo, ‘Madre de la vida’.

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