El 18 de noviembre de 1994, hace ahora 25 años, la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española (CEE) aprobó el documento La Pastoral Obrera de toda la Iglesia. Era la primera vez que la CEE dedicaba íntegramente un documento a la evangelización del mundo obrero y del trabajo. Como escribió en la presentación del documento el entonces presidente de la CEE, Elías Yanes, fue «el resultado de un periodo largo en el tiempo y que marca una fecha histórica llena de esperanza en la evangelización del mundo obrero». Era el reconocimiento de la valiosa labor eclesial de movimientos y militantes obreros cristianos que «entregaron su vida para anunciar a Jesucristo y su Mensaje al mundo obrero en momentos muy difíciles y, en muchas ocasiones, con recelos e incomprensiones». Pero era, sobre todo, el reconocimiento de la necesidad e importancia de la Pastoral Obrera, que se proyectaba en el futuro a través de las propuestas operativas del documento. Especialmente importante era el planteamiento de que esta pastoral debe ser «preocupación, responsabilidad y tarea de toda la Iglesia».
Desde que se aprobó el documento la situación del mundo obrero y del trabajo se ha deteriorado y degradado mucho. Hoy, más aún que entonces, afrontar lo que está ocurriendo en el mundo del trabajo, con su cada vez mayor precarización e inseguridad vital, es central y decisivo para colaborar desde la Iglesia a afirmar en la práctica la dignidad de las personas y construir una sociedad más justa y fraterna, como Dios quiere. El reto que planteó el documento de la CEE de que la Pastoral Obrera sea de toda la Iglesia sigue pendiente. Es mucho el camino que nos queda por recorrer en este sentido, desde la clara conciencia de su importancia hasta su reflejo en la práctica pastoral cotidiana de nuestras diócesis y comunidades eclesiales. Mucha es la tarea realizada, la vida entregada, el servicio a los trabajadores y trabajadoras…, pero es aún más el camino que nos queda por recorrer.
Tenemos mucho que crecer en nuestra Iglesia en asumir vitalmente y hacer verdad lo que planteó san Juan Pablo II en Laborem exercens: «La Iglesia debe estar vivamente comprometida en la causa de la defensa de la dignidad en el mundo obrero y del trabajo, porque la considera como su misión, como verificación de su fidelidad a Jesucristo, para poder ser verdaderamente la “Iglesia de los pobres” (…) Y los pobres aparecen en muchos casos como resultado de la violación de la dignidad del trabajo humano» (n. 8). Algo en lo que el papa Francisco, en el marco de su propuesta para la transformación misionera de la Iglesia, insiste incansablemente: «Hoy el trabajo está en riesgo. En un mundo donde el trabajo no se considera con la dignidad que tiene y que da (…) El mundo del trabajo es una prioridad humana y, por tanto, es una prioridad cristiana (…) Donde hay un trabajador, ahí está el interés y la mirada de amor del Señor y de la Iglesia» (establecimiento siderúrgico Ilva, Génova, 27/05/2017).
Impulsar la evangelización del mundo obrero y del trabajo es un gran desafío para la Iglesia. Y, por ello, seguir impulsando la Pastoral Obrera lo es también para los movimientos especializados en el mundo obrero y del trabajo en nuestro ministerio eclesial de ser Acción Católica para la Pastoral Obrera.
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