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Opinión | Vidas plenamente humanas

15 noviembre 2019 | Por

Opinión | Vidas plenamente humanas

Manolo Díaz | Presidente de la HOAC de Córdoba.

El próximo domingo 17 de noviembre, el papa Francisco, nos ha llamado a celebrar la III Jornada Mundial de la Pobres, empieza su mensaje con «La esperanza de los pobres nunca se frustrará» (Sal 9, 19). Y como él dice “Las palabras del salmo se presentan con una actualidad increíble”.

Pero lamentablemente, cada día nos encontramos con familias que son desahuciadas, con personas a las que se les deniega la renta mínima de inserción o se les atrasa meses y meses, durante los cuales no perciben ningún ingreso.

Cada vez hay más trabajadores y trabajadoras que sufren o han sufrido durante largo tiempo el paro, la economía sumergida, las malas condiciones de trabajo, la precariedad laboral. Uno de cada diez trabajadores es pobre; es decir, que con lo que cobra no consigue llegar a final de mes y, por consiguiente, no podrá cubrir sus necesidades básicas: alimentación, salud, vivienda, escuela, etc.

El empobrecimiento es una injusticia estructural de nuestra sociedad, consecuencia de la distribución injusta de los bienes, un problema radicalmente político. Construimos una sociedad a la altura de la dignidad del ser humano, en la medida en que la lucha contra la pobreza ocupa el centro de la acción política. Y esto tiene varias implicaciones:

• Sacar a la luz las situaciones concretas de empobrecimiento y denunciarlo como una situación de injusticia; desenmascarando las estructuras que provocan ese empobrecimiento.

• Priorizar las necesidades de los empobrecidos, haciéndolos protagonistas de la vida social. De lo contrario, no es posible avanzar hacia la justicia y la comunión social.

• Unir caridad y justicia.  Sin lucha por la justicia no hay amor, y sin amor no hay humanidad. Por eso la lucha contra el empobrecimiento, va mucho más allá  del paternalismo y asistencialismo.

• La manera de organizar la economía debe favorecer que todos y cada uno puedan disponer de lo necesario para una vida digna.

• Proponer modelos alternativos de ser persona, tanto a nivel personal como comunitario; es decir. Una  manera de ser y de vivir radicalmente distinta al tipo de persona individualista y hedonista que fabrica nuestro sistema de producción y consumo.

Para la Iglesia católica, la dignidad humana es sagrada. La existencia de los empobrecidos es la negación de la vida y de su sagrada dignidad. Para Jesús, la pobreza es contraria al plan original de Dios, es su negación práctica. Por eso, hacer la voluntad de Dios es ponerse al lado de los pobres y luchar contra su empobrecimiento, afirmando en la práctica su dignidad.

“No se trata solo de vencer el hambre, ni siquiera de hacer retroceder la pobreza. El combate contra la miseria, urgente y necesario, es insuficiente. Se trata de construir un mundo donde todo hombre, sin excepción de raza, religión o nacionalidad, pueda vivir una vida plenamente humana (…), un mundo donde la libertad no sea una palabra vacía”. Pablo VI, Populorum progressio, 47.

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