Mensaje del Movimiento Mundial de Trabajadores Cristianos (MMTC) en el Día Internacional de los Trabajadores Migrantes, 18 de diciembre.
¡Viva la solidaridad internacional!
Hacemos un llamamiento al cambio, a la movilización, a la organización en favor del trabajo decente y al acceso a la justicia para todos los trabajadores migrantes. Seguimos abogando por que los gobiernos y los empleadores respeten y protejan los derechos de todos los trabajadores migrantes y sus familias, para superar la discriminación que sufren y para superar la división de las personas por motivos de raza, religión, orientación sexual o identidad de género.
Los últimos estudios de la OIT muestran que 164 millones de personas son trabajadores migrantes. La desigualdad y la pobreza, los conflictos y el cambio climático están empujando a los trabajadores a cruzar fronteras en busca de trabajo decente. La discriminación de los trabajadores migrantes es una injusticia. El riesgo que afrontan los trabajadores migrantes al reclamar sus derechos laborales a sus empleadores es que el empleador pueda tomar represalias y “despedirlos”.
Da la bienvenida al extraño y reconozcámoslo como uno de nosotros. Somos hermanas y hermanos, un solo pueblo de Dios. Pablo escribe a los Efesios: «Así que Dios vino y proclamó paz a ustedes que estaban lejos y paz a los que estaban cerca…. Así que, pues, ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino ciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios» (Ef. 2, 17-19).
Los trabajadores migrantes se están organizando y formando asociaciones para garantizar que todos ellos y ellas tengan una mayor protección en el trabajo, independientemente del lugar donde trabajen.
No me llames forastero; no me llames forastero;
Necesito sentirme como en casa; trabajo y lucho en tu tierra;
Especialmente cuando la soledad enfría mi corazón. Y el sudor de nuestras cejas es el mismo
No me llames forastero; no me llames forastero;
El suelo que pisamos es el mismo; Fronteras, nosotros las creamos;
Pero la mía no es la tierra prometida. Y la separación que resulta es la misma.
No me llames forastero; no me llames forastero;
El color de mi pasaporte es diferente; sólo soy tu amigo;
Pero el color de nuestra sangre es el mismo. Pero aún no me conoces.
No me llames forastero; no me llames forastero;
El idioma que hablo suena diferente, Lloramos por la justicia y la paz de diferentes maneras.
Pero los sentimientos que expresa son los mismos. Pero nuestro Dios es el mismo.
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* Misioneros combonianos del corazón de Jesús, Filipinas, 1995.
Versión abreviada realizada por el MMTC de Singapur
Foto | https://migrants-refugees.va/es