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Jornada Mundial por el Cuidado de la Creación: el derecho humano al agua

31 agosto 2018 | Por

Jornada Mundial por el Cuidado de la Creación: el derecho humano al agua

El sábado 1 de septiembre, la Iglesia católica, en unión con la ortodoxa y otras confesiones cristianas, celebra la Cuarta Jornada Mundial de Oración por el cuidado de la Creación, en esta ocasión centrada en la cuestión del agua, «un bien primario que debe ser protegido y puesto a disposición de todos», en palabras del papa Francisco. Son diversas las iniciativas que en diferentes lugares las Iglesias particulares, los Institutos de Vida Consagrada y las Asociaciones Eclesiales han preparado en defensa de nuestra casa común.

Francisco, que instituyó este día en 2015,  viene defendiendo que el derecho al agua ocupe «la centralidad que merece en el marco de las políticas públicas» y emplazando a ser «capaces de superar los egoísmos que impiden la realización de este derecho vital para todos les seres humanos». Así lo proclamó durante el Seminario «Derecho humano al agua», organizado por la Pontificia Academia de las Ciencias y la Cátedra del Diálogo y la Cultura del Encuentro.

En este mismo sentido, en el marco de las Propuestas de Acción Transformadora asumidas por los Movimientos Populares del mundo en diálogo con el papa Francisco, ya se recogía: «En la perspectiva del destino universal de los bienes de la naturaleza, rechazamos la privatización del agua y exigimos que sea considerado bien de dominio público, en línea con la Declaración de Naciones Unidas para que ninguna persona sea privada del acceso a este derecho humano elemental».

La Conferencia Episcopal Española (CEE), a través de su Comisión de Pastoral Social, se ha unido también a la celebración de esta jornada de oración por el cuidado de la Creación, con un llamamiento para moderar el consumo energía y de agua: «Tanto la pobreza energética como el acceso deficiente al agua potable suponen dos casos flagrantes de violación de los derechos humanos ante los que los cristianos no podemos permanecer indiferentes». Según los obispos, «en los últimos años se ha constatado un número creciente de hogares» que no pueden costear el alto precio de la energía. Más de 6 millones de personas se encuentran en una situación de pobreza energética.

Respecto al agua, la Comisión de Pastoral Social ha alertado de los «no pocos conflictos interregionales e ideológicos» que resultan de «la distribución de un recurso escaso y repartido de forma tan desigual a lo largo del territorio» como es el agua. Ante esta situación, «la Iglesia católica no puede permanecer indiferente». Como cristianos «debemos ofrecer nuevos patrones de conducta basados en la justicia, la responsabilidad, el altruismo, la subsidiariedad y la concepción del desarrollo integral de los pueblos orientado al bien común». Por ello, la CEE ha hecho un llamamiento para que se modere el consumo de ambos recursos y ha pedido incidir en la educación para alcanzar la sostenibilidad.

También Cáritas Española ha querido sumarse al empeño por promover el respeto al planeta y la justicia socioambiental con un documento titulado Ampliar la mirada (pdf)Para esta institución, es necesaria una acción integral y global contra la precariedad y la desigualdad, auténticamente inspirada en los valores evangélicos, que incorpore también nuestra relación con la tierra y con la Creación. Desde esa constatación, el documento recoge los principios sobre los que se asienta el trabajo de toda la Confederación en este ámbito y formula una batería de propuestas orientadas a cambiar tanto las estructuras como los estilos de vida para revertir el deterioro medioambiental.

El acceso al agua es uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenibles acordados por la comunidad internacional en el seno de las Naciones Unidas. El número 6, en concreto, persigue «garantizar la disponibilidad de agua y su gestión sostenible y el saneamiento para todos». En la actualidad, el reparto del agua no es el adecuado y para el año 2050 se espera que al menos un 25% de la población mundial viva en un país afectado por escasez crónica y reiterada de agua dulce. La sequía afecta a algunos de los países más pobres del mundo, recrudece el hambre y la desnutrición. Esa escasez de recursos hídricos, junto con la mala calidad del agua y el saneamiento inadecuado repercuten en la seguridad alimentaria, los medios de subsistencia y la oportunidad de educación para las familias pobres en todo el mundo.

En este sentido, el movimiento sindical promueve la transición a un modelo de desarrollo sostenible que tenga en cuenta los límite del planeta y la justicia social. De hecho, la Confederación Europea de Sindicatos en su reciente reunión del Comité de Ejecutivo de finales de junio aprobó la resolución «Sindicatos para una Europa sostenible en 2030», en la que pide «políticas para cada uno de los objetivos (de Desarrollo Sostenible)» en la Unión Europea, de modo que muestre que «es posible combinar las dimensiones económica, social y medioambiental del desarrollo sostenible». «Europa debería ser un líder mundial de naciones que se esfuerzan juntas para construir un desarrollo económico-socio-medioambiental sostenible. Europa tiene que hacerlo mejor que los demás para servir de buen ejemplo al mundo», afirman.

Con respecto al agua, como derecho humano, los sindicatos europeos plantean que la«UE y sus Estados miembros deben garantizar que todos los ciudadanos tengan acceso a agua y energía limpias. Aquí una vez más, las autoridades públicas tienen un papel que desempeñar para asegurar el control democrático de estas actividades de servicio público y para cambiar las políticas con fines de lucro por políticas que sean beneficiosas para todos».

 

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