Al buen cristiano los Mandamientos le deben servir para saber qué es lo que tiene que evitar, no para saber qué es lo que tiene que hacer; para saber de qué tiene que acusarse en el Sacramento de la Penitencia, no para saber cuál es la norma de vida más propia del Evangelio. Los Mandamientos, en todo caso, le señalan dónde está el mínimo; pero el Evangelio no es cosa de mínimos, sino de máximos (Rovirosa, OC, T.V. 363).