La disociación nefasta que hacemos consiste en aceptar dos normas de vida, cuando en realidad no tenemos más que una vida. Prácticamente hemos disociado la vida religiosa, a la que se dedica algún ratito, de la otra vida pagana que ocupa todo el resto, y en la que los cristianos no nos diferenciamos para nada de los paganos decentes, en el mejor de los casos. Esto va así, hermanos… (Rovirosa, OC, T.II. 60).