
Nuestro nombre pronunciado por Dios nos recuerda cada día que somos misión, que el sentido de nuestra existencia está en vivir para otros humanizando y humanizándonos nosotros. Por eso nuestra misión como la de Juan es una misión –una vida- profética, dirigida a denunciar todas las situaciones de deshumanización que suceden en la vida y, a la vez, a descubrir, a anticipar, a señalar y realizar aquellos signos de humanidad, de reino de Dios que van germinando en medio de la historia.
Orar es volver a escuchar a Dios pronunciar nuestro nombre con ternura.
Natividad de san Juan Bautista