Carlos B. de Quirós | Mi asignatura pendiente siempre ha sido no haber podido estudiar, hasta que llegué a la prejubilación. No me sentía con base para hacer frente a estudios de grado superior. Descubrí la «universidad para mayores o de la experiencia» y decidí dar el paso. Si no terminaba, en casa no me iban a castigar.
Nací en una familia de origen modesto, mis padres abominaban la religión, «los curas viven del pueblo, de su trabajo y de su sudor», decían. Nos trasladamos de Ávila, donde mi padre no conseguía trabajo, a un piso de la «Obra sindical del hogar» en San Blas, Madrid, en 1961.
Antes, al terminar el colegio nos ponían a trabajar. Había que ayudar en la economía familiar. Hice «artes y oficios» porque en casa decían que un buen oficio siempre me iba a permitir ganarme la vida honradamente. Se podían hacer cursos que te enseñaban a trabajar con ordenadores. Al fin del servicio militar, trabajé en una fábrica. Llegué a ser secretario de la sección sindical. He estado en comunidades de Iglesia de base, en el Pueblo de Vallecas y en la Cañada Real con Ángel Arrabal. Actualmente participo en la comunidad de San Eulogio.
En Madrid hay tres universidades para mayores; la Rey Juan Carlos, la Universidad Complutense de Madrid y la Universidad de Alcalá de Henares. De las 24 personas de mi curso 20 era mujeres y 4 hombres. La dinámica con la que se desarrollan las clases es muy participativa. Las asignaturas son de lo más variadas e interesantes. En más de una ocasión he manifestado mi pertenencia a la HOAC y me he encontrado con una persona cuyo marido trabajó en la confección de libros de la editorial. He dado mi punto de vista como creyente en muchos de los temas
Hemos ido evolucionando a lo largo de estos casi tres años en la universidad, nos hemos graduado con la diplomatura de Humanidades. Ha sido una época de nuestra vida que tendremos muy presente, las mujeres que en su mayoría son personas que viven solas por divorcios o por viudedad, forman grupos entre ellas y comparten viajes y ratos de divertimentos que les ha ayudado a descubrir muchas posibilidades.
He superado mis miedos y me he puesto a estudiar en un medio donde la gran mayoría son jóvenes. La cultura nos humaniza cuando la percibimos como encuentro y conocimiento, cuando aprendemos juntos. La experiencia nos transforma, educa nuestra mirada. La cultura es patrimonio de todos, jóvenes y mayores, solamente hace falta ilusión y sentir esa necesidad que los seres humanos tenemos de conocer y saber. Alguien dijo que la cultura era la belleza de la inteligencia.
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