El Reino de Dios crece sin que sepamos cómo, aunque no lo trabajemos. El Reino rompe nuestros esquemas, porque es don y no depende de nuestro trabajo. El Reino nos pide, más que hacer, dejar hacer a Dios, y dejar que Dios nos haga a nosotros; dejarnos hacer por Él. Dejar a Dios ser Dios y vivir en confianza y gozo son actitudes fundamentales del discípulo ante el Reino. Es dejar que Dios sea el centro de nuestra existencia, que lo sea Cristo. Orar nos ayuda a entrar en esa dinámica de dejarnos hacer por Dios.
11º Domingo TO