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Limpia tanto que envenena

27 junio 2015 | Por

Limpia tanto que envenena

Araceli Caballero | En esta carrera circense por la que nos lleva la publicidad del «más difícil todavía», ya no basta con tener la casa limpia; ahora, cual quirófano, hay que desinfectarla. Ello es ocasión de que llenemos los armarios de sofisticados productos más-que-especializados en mantener aséptico el suelo (uno), el lavabo (otro), los cristales (otro más), sin olvidar nuestro propio cuerpo, con la ingente panoplia de exquisiteces que llenan nuestros baños, prestos a suavizarnos y embellecernos de la cabeza a los pies.

Atención parte merecen los detergentes. Los fabricantes, siempre pendientes de las preocupaciones –y los bolsillos– de las amas de casa –¡qué feministas!–, no reparan en medios para proporcionarnos unos detergentes que son como el «Rambo» de las lavadoras. Tal vez para dotar a nuestras relaciones con ellos de misterio, suelen ser bastante reticentes para proporcionar los componentes. Como no todo es higiene, hay que sumar los componentes tóxicos del equipamiento hogareño y de los propios materiales de construcción.

En Andalucía, limpiar algo muy a fondo lo llamamos «escamondar», que, según la Academia, es «limpiar algo quitándole lo superfluo y dañoso», pero que casi suena a desollar. Y eso hace la mayoría de tan milagrosos inventos, cargaditos de componentes tóxicos (envenenan), persistentes (duran y duran) y bioacumulativos (nuestro organismo no sabe cómo eliminarlos). Nuestras abuelas ya sabían que la limpieza no está en lavar mucho sino en ensuciar poco. Ahora, además, sabemos que pasarse de limpio ensucia, para perjuicio de nuestra salud corporal y de la medioambiental, que también es nuestra.

La pregunta es la de la novela negra: ¿a quién beneficia? Como bien explica Mª Luisa Toribio en su artículo «Los tóxicos de cada día», a la industria, que «ha sorteado [los controles] ejerciendo una fuerte presión sobre gobiernos e instituciones internacionales. ¿El resultado? La legislación es escasa y a todas luces insuficiente».

Hay alternativas, siempre las hay. Para empezar, reducir. Para la limpieza, con un par de buenos productos hay más que suficiente. Y lo más aconsejables son los naturales de toda la vida, sin problemas de impacto ambiental, como el limón, el vinagre, el aceite de oliva, el bicarbonato y otros que con frecuencia ya tenemos en casa. No dejarnos deslumbrar por la blancura, que no es necesariamente sinónimo de limpieza. En general, evitar los tóxicos, consumiendo alimentos biológicos, cosmética y productos de higiene personal naturales, productos de limpieza ecológicos, etc. Además de mejorar nuestra calidad de vida contribuiremos a impulsar la producción limpia.

El primer paso, informarse e informar, para lo que es muy útil el citado artículo, que no sólo aporta datos, sino que abre interesantes ventanas virtuales a hábitos virtuosos y saludables. Y como no todo se juega de puertas adentro, apoyar campañas que promueven una legislación que proteja a la ciudadanía y no a la poderos industria.

 

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