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La asociación «Educación, Cultura y Solidaridad» de San Cristóbal

03 junio 2013 | Por

La asociación «Educación, Cultura y Solidaridad» de San Cristóbal

San Cristóbal de los Ángeles es un barrio del distrito de Villaverde (Madrid), con más de 14.000 almas que siempre ha estado en crisis. Ahora la huella del parón económico, el recorte del gasto social y la falta de horizontes claros está dejando secuelas aún más profundas. El paro ronda el 30%, por encima de la media del resto del Estado, el 20% de los hogares vive la amenaza del desahucio cuando hay signos evidentes de hacinamiento (casi cuatro personas en pisos de 60 metros cuadrados) y la población inmigrante roza el 40%, lo que puede llegar a complicar la convivencia.

«Educación, Cultura y Solidaridad» nació hace 22 años, ante las graves carencias educativas de buena parte los menores, como una apuesta por el desarrollo integral que permitiera buscar salidas socioeducativas para todos. Algunos de sus impulsores estaban vinculados al ámbito educativo, otros a congregaciones religiosas, parroquias, pero también a asociaciones vecinales o sencillamente eran vecinos del barrio con ganas de aportar. Hoy ocupa un local de Renfe alquilado a precio social y cuenta con tres áreas de intervención (Adultos, Juventud e Infancia), tocadas por asuntos transversales como, por ejemplo, el propio voluntariado o la atención a la violencia de género.

Ángela Palomera, una de las integrantes de la asociación, quiere destacar que «a pesar de las muchas dificultades y muchos problemas –y que muchos vecinos y vecinas de toda la vida sufren las molestias de incorporar nuevos habitantes de diferentes nacionalidades constantemente, y no lo llevan muy bien, y se agobian con sus propios problemas y los añadidos–, no es posible dejar de reconocer que la población y los agentes sociales estamos dando lo mejor de nosotros mismos. Y no son pocas las instituciones, asociaciones, grupos…, que buscan soluciones a los nuevos problemas que surgen cada día, con ilusión y mucha dosis de esperanza».

La entidad cuenta, desde el año pasado, con un convenio que permite la obtención del certificado de la ESO a jóvenes de entre18 y 30 años. De la primera promoción, 13 chicos y chicas lo obtuvieron. Este curso se matricularon 75. También hay en marcha talleres pre-laborales relacionados con la informática y el cuidado de mayores y discapacitados que, en algunos casos, incluye prácticas en empresas. Con un presupuesto de 24.000 euros que, en épocas de bonanza, ya se quedaba corto, el aumento de las necesidades aumenta los quebraderos de cabeza. Por ahora son soportables, pero los recortes del gasto público obligan a mayores esfuerzos y más creatividad, y un constante reclamo de voluntarios.

El local es un hervidero constante por el que pasan a la semana 300 usuarios, atendidos por un equipo de ocho profesionales contratados –la mayoría a tiempo parcial– y casi 80 voluntarios que proceden del propio barrio –algunos incluso se han convertido en pre-monitores, tras pasar por alguno de sus programas–, de colegios católicos, de congregaciones, de otras ONG, de empresas con programas de participación social. Otros, sencillamente, buscando cómo poner a disposición de otros sus conocimientos y experiencia o, mientras llega un empleo remunerado, poner en práctica lo aprendido en sus estudios. La omnipresente crisis demanda reforzar, al menos, dos aspectos, según su presidenta: «el fomento del empleo, ya sea mediante programas de acompañamiento a jóvenes que quieran hacerse autónomos y necesiten un tiempo hasta llegar a ser autosuficientes o cursos prácticos enfocados a sectores con demanda», pero también «el reforzamiento del aspecto comunitario para apoyar la convivencia de las distintas culturas y fomentar la participación social». De las paredes del local, entre fotos de los grupos, cuadrantes con los horarios y aulas de cada actividad, cuelgan carteles con convocatorias del 15-M, la plataforma anti-desahucios o la marcha de los barrios.

Especial ilusión le hace a Ángela Palomera detenerse a hablar de una iniciativa que tiene que ver con mujeres de diferentes culturas. Es «otra de las tareas muy necesarias y que nos ha llenado de esperanza», apunta. «Hemos descubierto al hilo de los avances sociales, y junto con otros (Plataforma en género, Centro de salud, dinamización vecinal, centro municipal de salud…) que en “Sancris” también hay violencia de género, y mucha, hemos comenzado por sensibilizarnos con los estereotipos de genero que descubrimos en nosotros mismos, en los vecinos, en el Centro, en la asociación, entre los niños y niñas y entre los adultos y ancianos, y hemos emprendido la lenta y eficaz tarea de desenmascararlos, de ponerlos de relieve, de concienciar a las mujeres que los sufren de su dignidad de seres humanos igual a la de los hombres, de concienciar a los hombres que los infringen de lo injusto de ese proceder, y actualmente de lo delictivo que es, con un procedimiento tan antiguo como nuevo basado en el amor». Lo cuenta, a través del correo electrónico, después de haber visto las clases de español que reúnen a mujeres musulmanas, muchas de ellas recién roto su aislamiento para salir a buscar ayuda para sus hijos. Las mujeres marroquíes o paquistaníes, en general musulmanas, se sienten como en su propia casa, perciben el respeto y la empatía con que se valora el Islam en el Centro…

Los vecinos de San Cristóbal no están solos ante la adversidad. «Educación, Cultura y Solidaridad», entre otras asociaciones del barrio, está dispuesta a dar la batalla contra los peores efectos de esta crisis. No les falta experiencia, ni flexibilidad para adaptarse a las nuevas necesidades de la ciudadanía con la que conviven. El dinero escasea, incomprensiblemente allí y cuándo más falta hace, pero hay un gran capital asociativo invertido en la transformación social. Así lo conjuga Palomera: «entendemos, con Max Neef que, a grandes problemas, muchas soluciones, pequeñas, coordinadas y coherentes».

Publicado en Noticias Obreras nº 1548, junio 2013.

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