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La acción colectiva y la acción conectiva en la comunicación política*

28 junio 2016 | Por

La acción colectiva y la acción conectiva en la comunicación política*

Víctor Manuel Marí Sáez | Ya se ha escrito bastante sobre las causas que permiten entender la respuesta ciudadana que se inició en la Puerta del Sol en mayo de 2011 y que posteriormente fue expandiéndose por otras plazas, barrios y ciudades del territorio español.

La lucha contra el austericidio puesto en marcha como respuesta a la crisis financiera, el empobrecimiento generado en la población española como consecuencia de tales medidas, la precarización de las condiciones de vida de amplios sectores de la población, especialmente el juvenil, y el límite del bipartidismo PP-PSOE son algunas de las causas que permiten entender estas movilizaciones.

De algún modo, una de las novedades más llamativas del movimiento 15-M (que ha cumplido cinco años) consistió en descubrir cómo la ciudadanía se sintió autoconvocada a tomar las plazas y, con ello, a tomar también la iniciativa en el plano político, sin esperar a pedir permiso para ello ni a que les invitasen a participar los partidos políticos existentes. Estos han perdido, para amplios sectores de la población española, su capacidad de representar la voluntad de los sectores más precarizados. Y decir de un partido político que ha perdido su capacidad de representación es algo parecido a decir que la sal se ha vuelto sosa: se ha quedado por el camino uno de los elementos fundamentales que justifican su existencia.

En este contexto, si tuviéramos que seleccionar alguna de las claves comunicativas más importantes que se han puesto en juego en las elecciones celebradas el pasado año por parte de los partidos de izquierda, especialmente por parte de las confluencias y «mareas», resaltaríamos las siguientes:

–La importancia de tener en cuenta, desde una mirada comunicacional a los movimientos sociales, tanto la lógica colectiva como la lógica conectiva de esos movimientos sociales. En torno a estas continuidades y discontinuidades entre ambas lógicas han reflexionado Lance Bennet y Alexandra Segerberg (2012, 2014) en un artículo que ha tenido una amplia repercusión a escala mundial. Frente a la mirada tradicional a la acción colectiva dentro de la sociología de los movimientos sociales, los dos autores citados señalan:

«A medida que llegamos al fin de la acción conectiva del espectro organizacional, el impacto de las estructuras sociales cambiantes (por ejemplo, la separación de los individuos de las organizaciones e instituciones) se vuelve más evidente: ni las preferencias de identidad de los participantes ni el papel de la comunicación en los movimientos sociales se explican adecuadamente en las perspectivas de los movimientos heredados basados en la organización. El final del espectro del movimiento que llamamos “acción conectiva facilitada por el público” se caracteriza por movilizaciones a gran escala que tienen poca organización central, pocos líderes formales, poco camino recorrido en cuanto a coaliciones negociadas y unos marcos de acción que son inclusivos e individualizados, tales como “Somos el 99 por ciento”, que envolvió el espíritu de Ocupa Wall Street (EEUU) o “Democracia real ya!” en las protestas de los indignados españoles del 15-M» (Anduiza y otros, 2013, en Bennet y Segerberg, 2014).

La centralidad de las comunicaciones impulsadas por las estructuras formales de una determinada organización social o política va dejando paso a las comunicaciones gestadas informalmente por ciudadanos en torno a la misma causa, sin el control ni las directrices de campaña emanadas desde la estructura organizativa. Esta implicación comunicativa –a través de memes, virales, remix, entradas en wikis, blogs, etc.– del ciudadano que se siente «conectado» a una causa pasa a marcar el protagonismo a la hora de expandir los restringidos límites de influencia de la comunicación centralizada gestada por los propios partidos políticos tradicionales.

–Lo que se descubrió con el 15-M, y que posteriormente ha ido madurando en los años sucesivos, es que «la Red era la Plaza» (Sampedro y Duarte, 2011). Con esta expresión se hace referencia a la capacidad del movimiento de los indignados para llevar la lógica de Internet a la plaza pública. Dirán estos autores que «unas prácticas propias de la Red (autoconvocarse, deliberar en foros, consumir contrainformación, tejer redes afectivas y efectivas, operar en esferas públicas periféricas y digitales) se han hecho tangibles en las plazas. Los rasgos de la comunicación que permiten implementar los entornos digitales –cooperación, instantaneidad, realimentación, horizontalidad, descentralización, flexibilidad, dinamismo o interconexión– han aparecido cotidianamente en las asambleas y acampadas.

–Se hace patente la maduración del fenómeno de la «política pop» (Eva Pujadas) que lleva a analizar la progresiva aproximación de la comunicación política (electoral e institucional) a los géneros, temas y formas de la cultura popular mediática. Esto se traduce, por ejemplo, en la conversión de los candidatos políticos en celebridades y en la disolución de las fronteras entre los géneros políticos y no políticos en las campañas electorales. Las tendencias apuntadas se pusieron de manifiesto, por ejemplo, en las elecciones del 20-D, en las siguientes apariciones televisivas de los candidatos y políticos, fuera de los debates y espacios «serios»: el baile de Soraya Sáenz de Santamaría en El Hormiguero, de Pablo Motos; la aparición de Mariano Rajoy y de Pedro Sánchez en el programa de Bertín Osborne En tu casa o en la mía, o la intervención de Pablo Iglesias en el programa conducido por Teresa Campos los sábados por la tarde, dirigido a un público eminentemente mayor, en el que el líder de Podemos, guitarra en mano, canto una de las nanas con la que sus padres le arrullaban de bebé.

–Junto a estos rasgos enumerados se podría apuntar, también, la importancia de la feminización de la política, ejemplificada entre otras por Mónica Oltra, Manuela Carmena, Teresa Rodríguez o Ada Colau, con el consiguiente giro en las formas y estilos de canalizar las estrategias comunicativas.

 *Extracto tomado del libro, de próxima aparición, del autor de este artículo, titulado «Comunicaciones ininterrumpidas» (Editorial PPC, 2016).

 

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