
En continuidad con la labor pastoral emprendida en 2014 por el papa Francisco, del 21 al 24 de octubre se celebrará en Spin Time (Roma) un nuevo encuentro de movimientos populares, seguido, los días 25 y 26, por el evento jubilar de los movimientos populares.
En Fratelli tutti (n. 169) Francisco subrayó el valor de estos movimientos al calificarlos como «sembradores de cambio, promotores de un proceso en el que confluyen millones de acciones grandes y pequeñas encadenadas creativamente, como en una poesía (…) En este sentido son “poetas sociales”, que trabajan, proponen, promueven y liberan (…) Con ellos será posible un desarrollo humano integral (…) Hay que tener la valentía de reconocer que sin ellos la democracia se atrofia (…), se va desencarnando porque deja fuera al pueblo en su lucha cotidiana por la dignidad».
Los movimientos populares (campesinos que luchan por la tierra, trabajadores precarios e informales, quienes defienden el derecho a la vivienda y al trabajo decente, cuidan de la casa común, defienden barrios dignos…) junto a otras organizaciones sociales, eclesiales o sindicales…, son una auténtica fuerza de vida en un mundo donde pesan demasiado las fuerzas de muerte.
Fratelli tutti denunció con contundencia la situación de un mundo en el que no hay un proyecto para todos, en el que se extiende el descarte de personas, en el que crece la violencia del maltrato a las personas migrantes, a las mujeres pobres, a los niños y niñas, a los trabajadores y trabajadoras, se degrada el planeta…, en una economía depredadora que mata. Y en el que se extiende la violencia del autoritarismo, de las guerras, de la negación de los derechos humanos.
«En el mundo actual –señalaba Francisco– los sentimientos de pertenencia a una misma humanidad se debilitan, y el sueño de construir juntos la justicia y la paz parece una utopía de otras épocas» (FT 30). Desde 2020, año de la publicación de Fratelli tutti, esta situación se ha deteriorado aún más, alimentada por el poder de las grandes corporaciones económicas y el avance de la extrema derecha. El genocidio contra el pueblo palestino, además de la barbarie que supone en sí mismo, es signo de esta deriva: muestra la extensión de la impunidad, el recurso desmedido a la violencia, la banalización del mal y el desprecio al derecho internacional.
De ahí la importancia de promover las fuerzas de vida. Que la Iglesia, y con ella todos los cristianos y cristianas, se implique en ello tiene pleno sentido. Como recordó Francisco en el I Encuentro de Movimientos Populares (octubre de 2014), «el amor a los pobres está al centro del Evangelio. Tierra, techo y trabajo, eso por lo que ustedes luchan, son derechos sagrados. Reclamar esto no es nada raro, es la doctrina social de la Iglesia».
En el contexto actual resulta decisivo fortalecer la esperanza, afianzar los «sueños de fraternidad» (FT 8), es decir, esa capacidad de imaginar otra realidad y comprometerse en su construcción: «Soñemos juntos (…) necesitamos soñar para no volver atrás (…) Soñar juntos, porque fueron los sueños de libertad e igualdad, de justicia y dignidad, los sueños de fraternidad los que mejoraron el mundo». Son esos sueños, añadía Francisco en el IV Encuentro de Movimientos Populares (octubre de 2021), los que «tienen la capacidad de ponernos en movimiento, de ponernos en camino (…) porque son capaces de ir más allá de miopes autojustificaciones (…) que lo único que logran es seguir justificando las cosas como están (…) No caigan en esa resignación dura y perdedora».
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