
El encuentro con el Resucitado que nos da su paz nos envía también al encuentro vital con los otros, con nuestras hermanas y hermanos, y nos envía a tender los puentes del encuentro que hacen posible la fraternidad. Y no tenemos otro camino, salvo que malbaratemos la Gracia y acallemos la voz del Espíritu que recibimos también de mano del Resucitado. Así pues, oramos para vivir esa Paz.
2º Domingo Pascua