
Nuestro signo distintivo es este: amar como ama Dios. Y es el signo del Reino que posibilita arrancar la violencia, la injusticia y el mal de nuestro mundo. Un amor que no solo se expresa en las relaciones personales, sino en las relaciones sociales de todo tipo, y que construye vínculos, teje fraternidad, tiende puentes, y hace posible la vida social.
Es un amor que, a medida que vamos siendo capaces de vivirlo, trastoca nuestra comprensión de la realidad y del acontecer humano, porque convierte al adversario en hermano, porque nos ayuda a descubrir la presencia de Cristo en la otra persona y a reconocer su humanidad y su dignidad, aunque necesite ser desvelada.
7º Domingo TO A