A Dios lo encontramos donde hay vida. Donde late el deseo de la vida plena, humana y digna; donde se lucha y se trabaja por esa vida humana posible cada día. Lo encontramos donde nos abrimos a su amor y a su presencia. Lo encontramos también donde es necesario enfrentar los signos de muerte que amenazan la vida. Donde esa dignidad sagrada de cada persona es negada, herida, maltratada. Lo encontramos donde la vida se da por amor para que otros puedan vivir, donde se trabaja para que las instituciones estén al servicio de la vida de las personas. Lo encontramos donde con generosidad y gratuidad hacemos de nuestra existencia un don para los demás.