Necesitamos orar para ser discípulos. Necesitamos aprender de Jesús la oración. También como los discípulos tendremos que pedirle que nos enseñe a orar, a orar como él. A orar con frecuencia, con perseverancia, de continuo, mientras vamos de camino o cuando llegamos. Mientras andamos embarrados en el trabajo de cada día, o cuando descansamos y contemplamos lo realizado. A orar en las tristezas y las alegrías, en las luchas y las esperanzas, en el desaliento y la confianza. A orar desde el dolor humano y en la confianza del amor. A orar, siempre con amor, desde el amor, recibido y ofrecido. A orar, en definitiva, la vida y en la vida.
17º Domingo TO