Lo importante en la vida, según Jesús, no es teorizar mucho sobre el sentido de la existencia o sobre la legalidad o moralidad humana y divina, sino saber vivir como el samaritano: con los ojos bien abiertos y atentos a las situaciones de sufrimiento de nuestras hermanas y hermanos ante las que este mundo parece haberse vuelto ciego y sordo, porque ha terminado por normalizarlas, de modo que resulten invisibles o, peor aún, de modo que nos hayamos insensibilizado ante ellas.
Orar nos abre oídos, ojos, y corazón, y apresta nuestras manos.