La presencia de Jesús es la que anima y da vida a la misión y a la vida comunitaria. Es Él el fundamento de nuestra comunión y de nuestra misión o, lo que es lo mismo, de nuestra vida creyente. Es escuchar a Jesús lo que vivifica la comunidad y hace fructificar la misión.
Nosotros, como Pedro, experimentamos que el Dios del amor sale a nuestro encuentro en la vida, para perdonarnos, sanarnos, y constituirnos en discípulos misioneros en su seguimiento. Es Tiempo de Pascua. Es Tiempo de Misión.