Muchas voces siguen resonando en nuestro mundo, en un sinfónico desconcierto, que ofrecen, prometen, aseguran, reivindican, demonizan, en una algarabía demasiado ruidosa para generar vida. Voces y prácticas que atienden a la propia seguridad, al propio interés particular, al exclusivo beneficio personal; que, pese a sus reclamos de confianza, hacen difícil confiar la vida en manos de quienes se desgañitan de esa manera. Mucho “asalariado” aprovechado, de los que habla Jesús en el evangelio, que abandona, que no le importan las ovejas, que huye, que entrega a la muerte.
Los cristianos debemos hacer oídos sordos a esas voces. Incluso señalarlas como inaudibles. Los cristianos solo seguimos a Jesús.
4º Domingo de Pascua 2021