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«Es duro querer trabajar con 45 o 50 años y que nadie quiera contratarte»

25 marzo 2020 | Por

«Es duro querer trabajar con 45 o 50 años y que nadie quiera contratarte»

Elena Moreno | Periodista

Jesús Martínez perdió el empleo hace ya diez años. Trabajaba en el sector de la construcción como peón desde los 18 años y recuerda que nunca le había faltado empleo. En su vida había imaginado que podría llegar a esta situación, a querer trabajar y no poder.

Jesús es vecino de la Vall d’Uixó (Castellón). En el 2010, en plena crisis, la empresa de construcción en la que trabajaba redujo la plantilla a través de un ERE y, de la noche a la mañana, se quedó en el paro. Entonces tenía 45 años, en plena madurez laboral y con más de 25 años de experiencia. «En ese momento no me podía imaginar que me iba a costar tanto encontrar un trabajo», asegura. «Nunca antes había estado parado, toda la vida he trabajado como un esclavo… Nunca creí que me iba a suceder esto».
Como cualquier persona que se queda en paro, empezó repartiendo currículums por todas las empresas de la zona. «Me recorrí toda la provincia, cuando todavía se podían entregar los currículums en papel. ¡No te puedes imaginar la cantidad de currículums que he echado! Pero nada, siempre me decían “ya te llamaremos”, y no volvía a saber nada más».

También intentó aprovechar este tiempo para formarse en diversos aspectos y tener mayores opciones profesionales. «Lo que veía que me podía ayudar a encontrar un trabajo, lo estudiaba. Me apuntaba a cursos y bolsas de empleo, estudié inglés, mecanografía, informática, electricidad, me saqué el carné europeo de carretillero…, en fin, diversas cosas para ampliar mi currículum y tener más posibilidades laborales». Durante dos años y medio incluso estuvo preparándose en una academia para presentarse a una plaza de celador con la intención, al menos, de entrar en bolsa, pero tampoco ahí hubo suerte. «Al final te agobias y te desilusionas, y ya no tienes ganas de hacer ningún curso más, ni de seguir buscando».

La parte anímica y psicológica es muy importante para afrontar una situación como la de Jesús. «Cuando te dicen tantas veces que no y se te van cerrando tantas puertas, te entra un poco de depresión, incluso de ansiedad. Empiezas a pensar que no vales para trabajar, que hagas lo que hagas, nunca vas a encontrar trabajo, y te preguntas por qué te ha pasado esto a ti». Y es que la vida sin empleo no es fácil. Si no encuentras una motivación que te haga seguir adelante, existe el peligro de encerrarse en uno mismo, mientras ves los días pasar y las esperanzas se van desvaneciendo. «Tienes más tiempo libre, pero lo tienes que aprovechar. Si no, te agobias. Y es lo que me ha pasado al final».

Este desánimo es común en parados de larga duración, como es el caso de Jesús, que se convierten en parados estructurales. Tal vez esta sea la faceta más silenciada e invisible para el resto de la sociedad, porque, de alguna manera, el desempleado tiende a aislarse. «Después de tantos años, mi día a día se reduce a hacer las tareas de la casa y poco más. Tampoco salgo mucho. Estuve participando en la asociación de vecinos, pero dejé de ir».

Muchas veces, la sociedad también culpabiliza a los desempleados por su situación. «Cuando la gente dice que los parados no trabajamos porque no queremos, a mí me da la risa. Si me dieran a elegir entre una ayuda económica o un trabajo, elegiría el trabajo sin pensarlo. Es muy duro querer trabajar con 45 o 50 años y que nadie quiera contratarte. Nos hacen sentir que ya no valemos para nada».

Jesús está convencido que la principal causa de no encontrar trabajo es la edad, a pesar de todos los años de experiencia y los esfuerzos que ha realizado durante estos años para adaptar su formación a la realidad laboral. No obstante, reconoce que ahora todos los trabajos de esfuerzo ya no los puede realizar como antes. «El cuerpo, con diez años más, tampoco es el mismo, aunque estaría dispuesto a trabajar en lo que fuera».

Para la familia de Jesús, estos años han sido difíciles también económicamente. Su mujer no siempre ha tenido trabajo y durante alguna temporada no entraba ningún sueldo en casa. «Incluso nos vimos obligados a ir a Cáritas a pedir comida, porque no teníamos nada». Actualmente, ella trabaja en la campaña de la naranja como fija discontinua y, por suerte, ya han acabado de pagar la hipoteca. Además, sus hijos son mayores de edad y viven de manera independiente.

Jesús ha encontrado en su mujer el principal apoyo para afrontar esta situación. «Si algo puedo sacar en positivo de todos estos años es la relación con mi mujer, el apoyo que he recibido por su parte y todo lo que hemos compartido juntos». También obtuvo ayuda psicológica desde el servicio de orientación del ayuntamiento, compartiendo con un grupo de parados su experiencia en la búsqueda de empleo.

Si pudiera elegir, Jesús asegura que le gustaría trabajar como cocinero. «Me gusta mucho cocinar y estuve haciendo un curso muy completo, en el que incluso hice prácticas. Creo que ahí encontré mi vocación. Pero tampoco me ha servido para encontrar trabajo». Actualmente, se encuentra más animado, aunque también bastante resignado. «Con los años te haces a la idea de que tu vida va a ser así ya para siempre. Si, por un casual, fuera diferente y encontrara un trabajo, sería toda una sorpresa… ¡y un regalo! Ya no puedo perder nada más».

 

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