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Las semillas del Adviento

23 diciembre 2019 | Por

Las semillas del Adviento

Juan Mari Lechosa | Consiliario de la HOAC de Bilbao.

Thony de Mello1 cuenta que una mujer soñó que entraba en una tienda recién inaugurada en la plaza del mercado y, para su sorpresa, descubrió que Dios mismo se encontraba tras el mostrador. Se acercó y le preguntó: ¿Qué vendes aquí? Todo lo que tu corazón desee, respondió Dios. Sin atreverse casi a creer lo que estaba oyendo, la mujer se decidió a pedir lo mejor que un ser humano podría desear: deseo paz de espíritu, amor, felicidad, sabiduría y ausencia de todo temor. Y luego, tras un instante de vacilación añadió: no solo para mí, sino para todo el mundo. Dios se sonrió y dijo: Creo que no me has entendido, querida. Aquí no vendemos frutos. Únicamente vendemos semillas.

En el Adviento, la Iglesia católica expone en el escaparate de su liturgia una colección de los mejores deseos que se han suscitado en la humanidad a lo largo de su historia. Isaías, un profeta de la corte del reino de Judá, que vivió 700 años antes de Cristo, es el portavoz de los anhelos más profundos del ser humano expresados con imágenes que han resistido el desgaste de los tiempos. Su voz resonará, un año más, en nuestros templos. «De las espadas forjarán arados; de las lanzas podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra»2. Él se dirigía a un pueblo desterrado que se sentía abandonado, pero la fe en su Dios le hacía desear la paz con tanta fuerza que ya la veía realizada. «Sed fuertes, no temáis… mirad a vuestro Dios que viene en persona, os resarcirá y os salvará»3.

Hoy también, la pobreza y la injusticia a la que están sometidas muchas personas, suscitan deseos de justicia y paz. A diferencia del tiempo de Isaías, esta cultura neoliberal que ha invadido las relaciones comerciales y sociales, amenaza con apagar estos deseos humanos con la adquisición de sus productos de consumo. Es una amenaza que cuando se realiza convierte el Adviento de la Iglesia en un tiempo muerto desactivando su capacidad transformadora.

El Adviento mira siempre al futuro, un futuro deseado por los mejores hombres y mujeres de nuestra humanidad. Es un tiempo para recuperar la utopía del Reino, del mundo nuevo con el que soñaba Jesús y que se hizo realidad con su práctica social solidaria y comprometida con los pobres desde su nacimiento en un pesebre hasta su muerte en una cruz.

Vivimos este Adviento teniendo presente que el futuro de justicia y paz que anunció Isaías y que siguen esperando los pobres no es un producto fabricado en el cielo sino una conquista humana que se va realizando gracias a las semillas que Dios nos ha entregado con el nacimiento de su hijo Jesús que vamos a celebrar en la Navidad.


1 Anthony de Mello, La oración de la rana, p 139, Sal Terrae, Santander 1988.
2 Is 2, 4.
3 Is 35, 4.

 

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