El encargo que el Señor nos deja es ser sus testigos. Testigos de una vida que humaniza, de una fe que humaniza, de una humanidad que nos diviniza. Recuerda y agradece hoy a quienes el Señor ha puesto a lo largo de tu vida en tu camino, como testigos de esa fe, de ese amor y esa vida. Y desde la memoria agradecida siéntete también tú convocada a ser testigo de ese mismo amor.