El papa Francisco define la asamblea del Sínodo de los Obispos como “la Iglesia que camina junta para leer la realidad con los ojos de la fe y con el corazón de Dios” misericordioso. Hasta el próximo 25 de octubre se desarrolla la XIV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, con el fin de dar nuevas respuestas a los desafíos actuales que afronta la familia.
El encuentro sinodal que aborda “La vocación y misión en la Iglesia y en el mundo contemporáneo” es una ocasión inmejorable para reconocer el valor de la familia en nuestra sociedad, y una oportunidad para renovar los procesos eclesiales de acompañamiento a las familias, en toda su diversidad, hacia su realización más plenamente humana, desde el seguimiento de Jesucristo.
El Papa señaló que este Sínodo podrá ser “un espacio de la acción del Espíritu Santo sólo si sus participantes se revisten de coraje apostólico, de humildad evangélica y de oración confiada.”
Reiteramos así el propósito, expresado en nuestra última asamblea general de “acompañar la vida de las personas y colaborar con ellas a que se den las condiciones para que podamos vivir nuestra humanidad de manera plena”.
En la misma asamblea general, ya indicamos la necesidad de colaborar a un cambio de mentalidad para que sea comprendido y compartido el sentido más pleno de la humanidad de cada persona y se favorezca su realización libre y responsable. Los cristianos somos llamados a proclamar y promover “el anuncio de la belleza de la vocación al amor”, proyectando la misericordia de Dios sobre las familias.
El Sínodo es muy consciente de las dificultades de todo tipo que atraviesa la familia en la actualidad. El impacto en las vidas de las familias y en los proyectos familiares de las personas de las condiciones y organización del trabajo, como no podía ser de otra manera, sin ser un aspecto particular, ocupa un papel destacado en el documento de trabajo. “Desde el punto de vista de la economía, los problemas más relevantes son los relacionados con salarios insuficientes, desempleo, inseguridad económica, falta de un trabajo digno y de seguridad en el puesto de trabajo, trata de personas humanas y esclavitud”, se puede leer en el punto 14.
Como movimiento de Acción Católica especializado en el mundo del trabajo, la HOAC hemos de recibir con especial cariño la propuesta sinodal que reza: “Las asociaciones familiares y los movimientos católicos deberían trabajar de modo conjunto, a fin de atraer la atención de las instituciones sociales y políticas sobre los problemas reales de la familia y denunciar las prácticas que comprometen su estabilidad”, puesto que comparte la idea de que “es indispensable que las familias, agrupándose, encuentren modalidades para interaccionar con las instituciones políticas, económicas y culturales, a fin de edificar una sociedad más justa”. No en vano, las conclusiones de la reciente XIII Asamblea de la HOAC nos llamaban a “colaborar al cambio de las instituciones para que estén mucho más al servicio de las necesidades de las personas, en particular de las empobrecidas”.
Entendemos que el Sínodo viene a reforzar la defensa de los “derechos familiares de las personas y derechos sociales de las familias”, cuando el documento de trabajo propone que “los cristianos deben comprometerse de modo directo en el contexto sociopolítico, participando activamente en los procesos de toma de decisiones y llevando al debate institucional las instancias de la doctrina social de la Iglesia. Dicho compromiso favorecería el desarrollo de programas adecuados para ayudar a los jóvenes y a las familias necesitadas, que corren el riesgo del aislamiento social y de la exclusión” y sugiere “crear estructuras económicas de sostén adecuado para ayudar a dichas familias”, lo que está en sintonía con el compromiso acordado en nuestra asamblea general de “construir experiencias alternativas en la forma de ser y trabajar que expresen y construyan la nueva mentalidad que necesitamos”.
Por el fruto de este Sínodo, nos unimos, como pide el Papa, en la oración confiada.