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Ecología, trabajo y sindicalismo

22 septiembre 2015 | Por

Ecología, trabajo y sindicalismo

Francisco Porcar | Hay un triple desafío de gran importancia: cuidar de la casa común (la tierra en la que habitamos), hacer del trabajo un instrumento de ese cuidado de la vida (de la casa común y de la familia humana que en ella habitamos), y construir como tarea esencial del sindicalismo el hacer posible que el trabajo sea así. Las tres cosas son un deber de justicia con la dignidad del ser humano, especialmente un deber de justicia con los empobrecidos. ¿Es esto una quimera? No. Es el horizonte en el que necesitamos situarnos. ¿Qué otra cosa si no es el trabajo decente? No solo un trabajo en condiciones dignas del ser humano, sino también un trabajo que responda al ser y la vocación de las personas: un trabajo decente es aquel que sirve al ser humano para cuidar y desarrollar la vida.

En diciembre de este año tendrá lugar en París una negociación política sobre el clima. Tal como van las cosas, seguramente ocurrirá lo de siempre, que no se adoptarán los acuerdos necesarios, porque la voluntad política sigue sometida a grupos económicos que arrasan las fuentes de la vida desde su insaciable codicia enmascarada de «progreso». También en París, el movimiento sindical internacional celebra este mes de septiembre una Cumbre Sindical sobre el Clima, reclamando «justicia climática». Un movimiento sindical que insiste cada vez más en unir «trabajo con derechos y justicia climática», «justicia social y justicia climática».

En este sentido, la Secretaria General de la Confederación Sindical Internacional (CSI), Sharan Burrow, acogió y celebró la encíclica «Laudato si’» del papa Francisco: «Las palabras del papa Francisco destacan el hecho de que, a menos de que se tomen medidas para luchar contra el cambio climático, nuestros objetivos de progreso social y de trabajo decente para todo seguirán siendo un mero sueño. Nosotros compartimos este imperativo de transformación de nuestro sistema económico a fin de evitar la contaminación y hacer posible que los trabajadores y sus familias accedan a puestos de trabajo decentes y medios de vida dignos». Necesitamos «un compromiso común de apoyar una transformación profunda y justa de nuestras economías y sociedades para el bien del planeta y de todos los hombres y mujeres que lo habitan».

En esa misma línea apunta la Organización Internacional del Trabajo (OIT) con su estrategia de «empleos verdes» o de transición justa hacia un nuevo modelo económico, social y laboral, estrechamente vinculado al trabajo decente. En la 104 Conferencia Internacional de Trabajo, celebrada el pasado mes de junio, se ha dado un gran relieve a esta estrategia.

Ciertamente, «Laudato si’» plantea lo que dice la CSI. Pero insiste en algo que es decisivo: la crisis ecológica es un problema antropológico, fruto de una crisis ética, cultural y espiritual provocada por un modelo social economicista que deforma nuestra humanidad (n. 119); por eso, «no habrá una nueva relación con la naturaleza sin un nuevo ser humano. No hay ecología sin una adecuada antropología» (n. 118). Y aquí habla Francisco del sentido del trabajo, apuntando al desafío que hemos indicado al principio: «En cualquier planteo sobre una ecología integral, que no excluya al ser humano, es indispensable incorporar el valor del trabajo (…) En realidad, la intervención humana que procura el prudente desarrollo de lo creado es la forma más adecuada de cuidado» (n. 124). «Cuando en el ser humano se dañan la capacidad de contemplar y de respetar, se crean las condiciones para que el sentido del trabajo se desfigure» (n. 127). «Estamos llamados al trabajo desde nuestra creación (…). El trabajo es una necesidad, parte del sentido de la vida en esta tierra, camino de maduración, de desarrollo humano y de realización personal» (n. 128). La esclavitud economicista (el haberlo reducido a un mero instrumento de la economía) a la que ha sido sometido el trabajo humano (la persona del trabajador y trabajadora) impide el sentido humano del trabajo, dañando gravemente nuestra humanidad y nuestro mundo.

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