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El ‘efectoGamonal’ o el resurgir de la esperanza en el cambio

13 febrero 2014 | Por

El ‘efectoGamonal’ o el resurgir de la esperanza en el cambio

JULIO CÉSAR RICO BERZOSA (TEXTO), TOMAS ALONSO (FOTOS). Los acontecimientos vividos en el barrio burgalés de Gamonal se han convertido en la chispa que ha prendido en el resto del Estado que ha entendido que el pueblo es capaz de tumbar decisiones políticas injustas o sin consenso.

Cuando la fuerza de la razón asiste al pueblo es complicado que éste pierda la batalla. Si además, la imposición injusta se hace sin tener en cuenta a nadie y con la única opinión aceptada de quienes dicen tener la legitimidad que otorgan los votos, más aún.

Gamonal ha sido un ejemplo de dignidad y lucha en el convulso mes de enero. Los vecinos de este barrio de 70.000 personas (el más poblado de la ciudad de Burgos que cuenta con 190.000 habitantes de derecho con su población flotante incluida) han elevado la bandera de la libertad y de la liberación. Han encendido una mecha que ha prendido en todo el Estado con el nombre de ‘efectoGamonal’ y que ha hecho salir a las calles a miles de personas que entienden que es posible cambiar las cosas, cambiar la ciudad, el mundo en que vivimos si hay unidad de acción; y hay razón para ello.

Obra millonaria

La presión vecinal ante una obra millonaria e innecesaria tumbaba el proyecto de construcción de un bulevar y aparcamiento subterráneo en el barrio de Gamonal. El alcalde, Javier Lacalle (Burgos, 1969, militante del PP), claudicaba demasiado tarde ante las numerosas muestras de rechazo de esta actuación municipal y la ausencia de apoyos de la oposición y de numerosos vecinos de Burgos, amén de las presiones recibidas por los mandamases del PP en el Estado.

El anuncio de renuncia a continuar con el proyecto fue un triunfo del pueblo, del barrio de Gamonal, de sus vecinos y vecinas que han reiterado desde hace meses la innecesaria inversión y han reclamado que se gaste ese dinero en otras obras más necesarias, como guarderías, parques públicos y en políticas de empleo, en una ciudad con 20.000 parados y una provincia con más de 32.000.

Condición de clase

Lejos de ser una demostración de fuerza, la victoria es un canto a la recuperación de la condición de clase; un triunfo de la voluntad popular y un signo de esperanza en que otro barrio, otra ciudad y otro mundo es posible desde la humildad de un barrio de familias obreras.

La lucha en la calle; la defensa del barrio; la llamada a la participación, son un signo, una invitación a seguir en la brecha y a no cejar en el empeño de construir una sociedad más digna en la que se tenga en cuenta la opinión de los ciudadanos y ciudadanas.

Más allá de la lucha común y de la oposición a un proyecto, está la firme decisión de un barrio que toma la calle y que ha despertado su conciencia de clase. La idea de que la ciudad se construye desde abajo y que las imposiciones megalómanas, lejos de hacer comunidad, derivan en protestas.

El ‘efectoGamonal’, como ya se le empieza a llamar, es una invitación para todos a hacer ver a los gobernantes que el pueblo está vivo y que la esperanza empieza a reverdecer en un mundo, una sociedad, viciada por el poder de las mayorías absolutas y la corrupción político-económica-mediática encarnada en los órganos de gobierno de ciudades, comunidades autónomas y el Estado y en determinados medios de comunicación dominados por los caciques de cada ciudad.

El Estado democrático

El pueblo ha tomado el ‘Estado Social y Democrático de Derecho’ que propugna el Título Preliminar de la Constitución y lo ha hecho efectivo en las calles. Es un testimonio evangélico hecho carne en los ciudadanos que quieren trabajar por el bien común y en favor de las personas empobrecidas por el sistema.

La réplica de la lucha de Gamonal ya ha llegado a todos los rincones del Estado y miles de ciudadanos y ciudadanas ya están en la calle en todos los rincones de España con el espíritu de lucha reforzado por el logro de los 70.000 vecinos del barrio y los 190.000 de la ciudad. Es un triunfo de la clase obrera y una lección para los gobernantes. El grito final de los concentrados es unánime: “¡Que viva la lucha de la clase obrera!”, toda una declaración de intenciones, sin duda.

El poder económico

El ‘efectoGamonal’ se ha extendido como la pólvora y ha regado de optimismo al pueblo porque sí es posible desenmascarar la tiranía y la dictadura del poder. Un poder económico en connivencia con el político que se manifiesta en corrupción (Bárcenas, Gurtel, caso de los EREs, Noos…) a gran escala, pero también otras pequeñas corruptelas que afloran en las pequeñas ciudades (o grandes) de todo el Estado.

En cada ciudad, cada comunidad autónoma o en las provincias, nacen como setas las figuras de los caciques de turno. No hace falta repasar la lista de urbes para reconocer en cada una de ellas a uno de estos personajes encumbrados por el político de turno y agraciados por la concesión de licencias, sean del tipo que sean, para que éstos puedan desarrollar sus emporios empresariales. A cambio, las campañas electorales de algunos partidos salen a precio de saldo gracias a los regalos  –envenenados en muchas ocasiones—de los empresarios convertidos en financiadores de campañas.

Eso sin olvidar la desastrosa gestión de los gobiernos autonómicos en las cajas de ahorros de todo el Estado. Y los desorbitados sueldos de sus gestores (casualidad o no, eran los grandes empresarios de cada provincia y/o los políticos locales más reputados). Todo ello con el beneplácito del pueblo que ha vivido engañado por las ‘fuerzas vivas’ de cada ciudad.

El ‘efectoGamonal’ es también la reacción ante ese hartazgo del pueblo; es el ‘basta ya’ de los vecinos, no sólo de Burgos, de Gamonal, sino de toda España. Gamonal ha sido la chispa, pero la llama ya está extendida. Otras chispas, como las de las y los feministas de este país, como las mareas que rompen sus olas en las plazas públicas de nuestras ciudades o como el movimiento obrero que resurge con fuerza en forma de asambleas de parados… ya están encendidas y amenazan al poder con incendiar esa yesca de corrupción y descrédito.

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