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Entrevista a Élio Estanislau Gasda, autor de «Fe cristiana y Sentido del Trabajo»

03 septiembre 2013 | Por

Entrevista a Élio Estanislau Gasda, autor de «Fe cristiana y Sentido del Trabajo»

Élio Estanislau Gasda, profesor de la Facultad Jesuita de Belo Horizonte, doctor en Teología por la Universidad Pontificia Comillas, pertenece al grupo de Doctrina Social de la Iglesia organizado por las universidades católicas de América Latina y España, junto con la Conferencia Episcopal Latinoamericana. Es autor de «El Evangelio del Trabajo, Fe cristiana y Sentido del Trabajo» (San Pablo).

Publicado en NNOO nº 1551 de septiembre de 2013

 –Ante la realidad de crisis que vivimos con cifras de desempleo alarmante y con una precarización del empleo, ¿cree que estamos viviendo una crisis del trabajo?

–El capitalismo ha reducido el sentido del trabajo a una actividad remunerada y a una mercancía. Somos una civilización impulsada por la lógica del mercado. En él, la vida del trabajador se caracteriza por el trabajo productivo y asalariado. El trabajo en las fábricas y la relación salarial configura las relaciones sociales. Esta proletarización de los individuos es un acontecimiento fundamental en la consolidación de la sociedad contemporánea. Este proceso convierte al trabajador en una pieza más de la maquinaria.

En la actualidad, el sentido del trabajo como un empleo y mercancía está en crisis. Hablar de la organización del trabajo es hablar de personas que son miembros de la sociedad: si mi producto es innecesario, pierde valor de mercado. Una crisis en el mercado laboral es una crisis social. Somos una sociedad impulsada únicamente por el mercado. Cuando este entra en crisis, la sociedad sufre los efectos inmediatos. El trabajo, secuestrado por la economía, sufre un gran impacto. El sentido del trabajo como empleo se impuso como factor decisivo en el orden social y contaminó y afectó a todos los demás aspectos de la persona: la familia, la política, la educación, la religión. En el antiguo régimen, el criado estaba sometido a los señores feudales, ahora el trabajador está sometido al poder del capital.

–¿Qué rasgos tiene la crisis actual? ¿Está acarreando una transformación del modelo social en el que vivimos?

–El mercado de trabajo sujeto a los mercados financieros genera un turbo-capitalismo (Edward Luttwak) que ha intensificado el proceso de precarización. El éxito de las personas y de las organizaciones depende de la agilidad en la adaptación a la evolución tecnológica y la competitividad. Se han multiplicado las fábricas robotizadas como laboratorios de informática. La mayoría de los buenos empleos se encuentran en oficinas llenas de diseñadores, ingenieros, informáticos, especialistas en medios de comunicación, en logística y marketing. Vivimos un ascenso de la clase creativa (Richard Florida).

Sin embargo, muchos creativos, en el mundo real, trabajan en redes informales y sufren la inestabilidad económica. Junto a las maravillas de la tecnología, la precariedad ha invadido la vida de los trabajadores. Una parte cada vez más importante de la población ha quedado fuera de los avances. Los derechos laborales, conquistados a través de mucha lucha, son el blanco del capital financiero. La legislación laboral está siendo sustituida por el contrato de trabajo temporal. La clase obrera es más heterogénea y fragmentada. El eje de las relaciones laborales es la externalización (subcontratación o tercerización, del inglés «outsourcing»). Con los contratos individualizados, las personas se convierten en productos.

En Europa ha surgido un nuevo tipo de trabajador, la persona endeudada. Giovanni Guarascio, el albañil italiano que se prendió fuego el 14 de mayo, cuando su casa fue subastada porque no pudo devolver 10.000 euros al banco (La Repubblica, 15/05/2013) es la imagen de los miles de trabajadores europeos endeudados. Pueblos enteros, incluyendo el español, viven esclavizados por la deuda y por la disciplina impuesta por el sistema financiero. El esquema clásico de la relación capital/trabajo ha sido suplantado por la relación deudor / acreedor. La deuda individual va más allá de las barreras sociales tradicionales: pueden ser desempleados o artesanos, trabajadores o empresarios, precarios o funcionarios. Pero siempre es un hombre endeudado (Maurizio Lazzarato, «La Fabbrica dell’uomo indebitato»).

En resumen, las crisis vuelven al capitalismo más agresivo. El desempleo solo es su cara más visible. La otra es el creciente número de personas con trabajos precarios y remuneraciones miserables: desempleo, trabajo precario y salario bajo afectan a millones de trabajadores de todo el mundo. Los cambios son muchos, pero el principio básico del capitalismo sigue siendo el mismo: el aumento de la productividad y la acumulación de capital a costa de la explotación laboral y agotamiento de los recursos naturales. La gente sigue trabajando mucho y rápido, porque es el ritmo impuesto por el turbo-capitalismo. Los focos de resistencia de la sociedad son muy frágiles, frente a los constantes ataques a los derechos laborales. La crisis del movimiento sindical es una de las principales consecuencias.

–¿Qué comprensión del trabajo humano nos aporta la Doctrina Social de la Iglesia?

–La doctrina social de la Iglesia enseña que el factor decisivo en esta fase compleja de cambio es el ser humano, que debe seguir siendo el verdadero protagonista de su trabajo. Desde «Rerum Novarum» (1891) León XIII, la Iglesia considera el problema del trabajo en el contexto de la cuestión social, que ha ido asumiendo progresivamente dimensiones mundiales. El trabajo es la clave esencial («Laborem exercens», 3) de toda la cuestión social, determina el desarrollo no solo económico, sino también cultural y moral de las personas, la familia, la sociedad y todo el género humano. El trabajo, por su carácter personal, es superior a cualquier otro factor de producción. Poseer bienes propios de naturaleza técnica, financiera, intelectual y personal. En la encíclica más reciente sobre DSI, «Caritas in Veritate», el Papa Benedicto XVI mostraba que el trabajo humano tiene que ser decente. Por lo tanto, no es suficiente que la persona tenga un trabajo, sino que sea decente («Caritas in Veritate», n. 63).

Cambian las formas históricas que expresan el trabajo humano, pero no debe cambiar la exigencia de respeto a los derechos inalienables de la persona que trabaja. En el actual escenario de profunda transformación se hace aún más urgente el desarrollo de la solidaridad auténticamente global. Es necesario dar expresión a un humanismo del trabajo a escala planetaria.

–¿Por qué hoy es necesaria una teología del trabajo?

–El mundo del trabajo es uno de los acontecimientos del hoy de la historia. El Evangelio es el faro de la vida cristiana, pero no se puede reflexionar sobre el trabajo sin tener la mirada fija en la realidad. El trabajo es una realidad antropológica y social en constante cambio. En línea con este fenómeno, también operan los cambios en la reflexión teológica. ¿El trabajo todavía puede conservar el sentido conferido por el cristianismo? ¿Un trabajador subcontratado, absorbido hasta el alma, y sin perspectivas de emancipación profesional puede sentirse colaborador con la obra de la creación? ¿La idea del dominio del hombre sobre la naturaleza, habitualmente derivada del Génesis, no alimenta una idea de progreso desproporcionada con la capacidad de recuperación de los recursos naturales? ¿La sobrevaloración del bienestar no reduciría toda actividad humana a una frenética búsqueda de la competitividad que en última instancia alimenta los deseos de los consumidores? ¿En un contexto en el que se produce cada vez más con menos mano de obra, es correcto insistir en el deber de trabajar por aquello de que el que no trabaje que no coma? (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2427). Las preguntas son ilustrativas de cómo los cambios en el trabajo interrogan a la fe cristiana.

–¿Cuáles son hoy los rasgos más importantes de su reflexión teológica sobre el trabajo?

–La reflexión teológica debe entender cómo se realiza el trabajo, así como el sistema de producción en el que se inserta. La cuestión del trabajo está conectada a los procesos globales y se encuentra en el corazón de las injusticias del mercado. La desintegración del mundo del trabajo significa la desintegración de la sociedad. Aquí está la importancia del carácter crítico de la ética teológica cristiana. Es difícil imaginar mayor desafío a la teología.

La segunda característica es la reflexión propiamente teológica: lo que la fe cristiana tiene que decir sobre el fenómeno del trabajo, la contribución más original que la teología puede dar es poner el trabajo a la luz de la Palabra de Dios. La reflexión tiene en cuenta el trabajo en el proceso evolutivo de la historia de la salvación, e identifica tres grandes bloques en la Sagrada Escritura, a saber: La Ley: el mensaje más importante de la Sagrada Escritura sobre el trabajo se condensa en la institución del Sábado, un día de descanso; La Sabiduría: «Qoheleth» desenmascara los engaños escondidos en el éxito puramente político-económico logrado por el trabajo. Solo el trabajo realizado con sabiduría puede traer armonía a la vida humana; y El Misterio Pascual de Cristo: El Verbo del Padre profundiza el significado del trabajo conferido por la tradición de Israel, al convertirse en uno de nosotros en la carne de un trabajador. El anuncio del Reino de Dios, su obra por excelencia (cf. Jn 5, 17-9,4) da sentido al trabajo. Para el cristiano, Cristo es el verdadero día de reposo.

–¿Crees que en estos momentos es fundamental una pastoral que ponga en el centro la realidad del trabajo y de las personas que lo desarrollan? ¿Qué retos consideras que tendría que afrontar la comunidad eclesial en una pastoral obrera?

–La Iglesia quiere estar presente entre los trabajadores formales, informales y desempleados. El agente de pastoral es una encarnación de la opción preferencial de la Iglesia por los pobres. La opción por los pobres fue la razón fundamental de la «Rerum Novarum». Desde la Revolución Industrial, los conceptos «pobres» y «trabajadores» se habían convertido en sinónimos. Por lo tanto, la Pastoral Obrera tiene como principio la opción por los pobres.

Es muy importante situar la «cuestión obrera» en el contexto de la solidaridad con los pobres, que, en última instancia, son quienes viven de su trabajo. Hay que estar unidos a los trabajadores y, junto con ellos, denunciar las formas de violencia que destruyen los derechos de los pobres. Esta opción pastoral confirma el sentido liberador de la solidaridad. La Pastoral Obrera debe ayudar a la Iglesia a entender la dinámica de las relaciones entre los que controlan el poder económico y los que tienen la fuerza del trabajo.

Para ayudar a la Iglesia a vivir el mensaje de Jesús en el mundo del trabajo, la HOAC debe mostrar la fuerza liberadora del Evangelio en la historia, «hasta que se establezca una verdadera justicia en la tierra» (Is 42, 2.4 – Mt 12, 18-21). La HOAC está llamada a ser «fermento del Reino de Dios para el mundo de los trabajadores» (Mt 13, 13) y mirar la realidad del trabajo humano desde la fe como pretenden los militantes la HOAC, de otros movimientos o de quienes andan en la Pastoral Obrera.

 
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