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Don Carlos Manuel Escribano: «La fe es signo de esperanza en estos tiempos de crisis»

30 abril 2013 | Por

Don Carlos Manuel Escribano: «La fe es signo de esperanza en estos tiempos de crisis»

Los movimientos apostólicos, en fidelidad a la misión de la Iglesia, son llamados a asumir el reto de la Nueva Evangelización con renovadas fuerzas y esperanza. Con ocasión del Día de la Acción Católica y el Apostolado Seglar, que se celebra, el 19 de mayo, festividad de Pentecostés, hablamos con el Consiliario de la Acción Católica Española y obispo de Teruel y Albarracín, Don Carlos Escribano.

–Tras más de un año y medio como obispo consiliario de la Acción Católica Española, ¿cómo valora el presente de esta realidad eclesial? ¿Qué debilidades y fortalezas ha encontrado?

–Es una realidad que valoro con esperanza. Es muy importante la presencia del apostolado seglar y en concreto de la Acción Católica en la acción evangelizadora de la Iglesia. Una de las claves que nos transmitió el Papa Benedicto XVI, y a la que la Acción Católica debe estar muy atenta, es vivir la alegría de la Fe. Tiene que ser un elemento a revisar y una búsqueda de los cauces más adecuados para transmitir con ilusión el gran tesoro que hemos encontrado, como es la presencia de Cristo en nuestras vidas y en quien creemos, como testigos del Resucitado.

Las fortalezas vienen dadas por una tradición y una historia, con sus luces y sus sombras, pero que, en el fondo, han servido para ser capaces en muchos momentos de poner en evidencia la gran apuesta que hace el Concilio Vaticano II, sobre todo con la «Apostolicam Actuositatem», recogiendo elementos previos y relanzando el papel del apostolado seglar en el post-concilio y en los momentos actuales. Quizás las debilidades procedan de lo que nos cuesta la renovación, en el sentido de que se incorpore nueva gente a la militancia.

–¿Qué objetivos se ha marcado como obispo consiliario de esta «singular forma de ministerialidad eclesial» (CLIM, 95)?

–Después de la renuncia del Papa Benedicto XVI todos hemos podido actualizar aquel mensaje que nos dirigió al ser elegido. En su primera celebración de la Eucaristía, cuando todo el mundo esperaba que proclamara un programa a desarrollar, a modo discurso de investidura, dijo que era importante ponerse a la escucha, escuchar aquello que existe en el corazón de la Iglesia. Llevo ya un tiempo como Obispo Consiliario, pero muchas veces entiendo que mi función pasa por tener esa capacidad de escuchar, de ver como está la Acción Católica en España, de tomar conciencia de que su papel es muy importante y es necesaria en la Nueva Evangelización. A partir de ahí, debo ver el papel que se puede ir ejecutando, qué elementos conviene retocar, redefinir, renovar…, para poder ser más, si vale la expresión en la dinámica eclesial, eficaces. Es verdad que yo entro en la Acción Católica sin tener historia en ella, algo que puede implicar falta de la perspectiva, pero también es algo que me lleva a contemplar sin prejuicios esa realidad. A veces, puedo ayudar a gente que lleva años de militancia a ver esos elementos positivos y otros que no lo son tanto.

–Precisamente en el Año de la Fe y tras el Sínodo sobre la Nueva Evangelización, ¿qué papel cree que está llamada a desempeñar la Acción Católica? ¿Qué puede aportar desde la fidelidad a su «larga y fecunda historia, escrita por valientes testigos de Cristo y del Evangelio», en palabras de Benedicto XVI con ocasión de la IV Asamblea Ordinaria del Foro Internacional de Acción Católica?

–No es algo nuevo en nuestro horizonte. Ahora podemos estar dándole más vueltas, después de la celebración del Sínodo, nos sentimos más interpelados, por su preparación por sus documentos, donde encontramos seguramente elementos sugerentes para nuestra misión. Releyendo muchos libros de diversos Papas sobre la Acción Católica, me he encontrado con que el mismo Juan Pablo II, ya en 1989, en la séptima Asamblea Nacional de la ACLI se hacía esta pregunta: «¿Qué aportación puede hacer la Acción Católica a la Nueva Evangelización?». Y añade una aportación que sigue siendo una pista de acción.

Teniendo en cuenta la importancia de las cuatro notas de la «Apostolicam Actuositatem», número 20, hemos de ver cómo somos capaces de redescubrir lo que es la Acción Católica y cómo podemos llevar adelante la acción evangelizadora. Es bueno siempre mantener la actualización de las propuestas del Concilio que siguen desarrollándose en la historia de la Iglesia en medio de la historia de los hombres.

–En el mensaje al Foro internacional de Acción Católica, el Papa habla de la necesidad de potenciar «un laicado maduro y comprometido, capaz de dar su contribución específica a la misión eclesial, en el respeto de los ministerios y de las tareas que cada uno tiene en la vida de la Iglesia y siempre en comunión cordial con los obispos». En este sentido: ¿qué actitudes, comportamientos y valores habría que reforzar?

–En ese discurso de Juan Pablo II que he citado, como en otros documentos, como puede ser «Christifideles Laici», número 30, vemos cuáles son los criterios de eclesialidad que nos pueden hacer vivir nuestra pertenencia a la Iglesia, nuestra experiencia de comunión, de vida y de misión compartida de la Iglesia, en línea con la «Apostolicam Actuositatem», con convicción. A veces nos desanimamos, pero nosotros somos proclives a pensar que la fe debe llenar el corazón de la gente de esperanza, especialmente en el contexto en el que nos estamos moviendo. Precisamente, debemos intentar crear cauces para que eso sea una realidad que ilumine el camino de nuestros contemporáneos. La Acción Católica, en concreto, y la Iglesia católica, en general, si vivimos con una perspectiva profunda el don de la Fe, nos podemos convertir en un signo de esperanza para el mundo, especialmente ahora, que nuestro país vive unas circunstancias realmente complejas.

–Benedicto XVI insistió a los miembros de la Acción Católica en que «en esta fase de la historia, a la luz del Magisterio social de la Iglesia, trabajad también para ser cada vez más un laboratorio de “globalización de la solidaridad y de la caridad”, para crecer, con toda la Iglesia, en la corresponsabilidad de ofrecer un futuro de esperanza a la humanidad, teniendo también la valentía de formular propuestas exigentes». ¿Qué signos le gustaría que pudieran ofrecer en esta línea los movimientos apostólicos de nuestro país?

–En ese texto, primero Benedicto XVI habla de la cuestión del trato familiar, en coherencia con «Lumen Gentium», 37, entre los seglares y los pastores es un elemento muy importante. Hay que volver a poner eso en valor. Dice, citando el Concilio Vaticano II, que ese trato familiar hace que se desarrolle el sentido de la responsabilidad, favorece el entusiasmo, sirve para unir nuestras fuerzas para realmente, partiendo de la competencia de los seglares, poder juzgar con mayor precisión y capacidad las realidades del mundo. Es importante no dejar de lado este elemento, como primer paso.

A parte de las acciones concretas, de denuncia y solidaridad, respecto al entorno social, un gran tesoro que tiene la Iglesia, y que especialmente los movimientos de Acción Católica pueden trasladar a la sociedad es la Doctrina Social de la Iglesia, una potencia que tiene la Iglesia en sí misma y que a veces es desconocida hasta por la misma Iglesia. Es uno de nuestros elementos que podemos ofrecer para llenar de esperanza a la humanidad que nos interpela, un tesoro a trabajar con dedicación e intensidad.

Otra cuestión es que nuestras propuesta pastorales, a veces, tienen poco fuste, porque no somos rigurosos a la hora de abordarlas y de transmitirlas. Los destinatarios de nuestra acción evangelizadora tienen siempre esa gran dignidad de los creados a imagen y semejanza de Dios, con lo cual, aquello que intentamos proponer, decir y manifestar debe requerir una preparación que, al menos, esté conforme con su dignidad. Si son bautizados, con razón de más, y si no lo son, también, por la responsabilidad que tenemos de abrirnos.

–¿Cree necesario también reforzar la vivencia de la comunión y dentro de la gran diversidad asociativa de la Iglesia?

–En la misma propuesta del Concilio Vaticano II que luego se va desarrollando en los años del post-concilio y que Juan Pablo II termina definiendo muy bien en «Novo Millennio Ineunte» es la necesidad de la espiritualidad de comunión. De alguna manera, como aparece en el número 43, nos viene a decir que cualquier programación pastoral debe tener como antesala esa experiencia de comunión que ilumina nuestra acción y que no es otra cosa que la capacidad de descubrir que el otro es un don para mí, es un regalo, alguien de quien aprender. A veces esa perspectiva se difumina y no terminamos de descubrir esa realidad que el Espíritu suscita en otros movimientos eclesiales. Si no, corremos el riesgo de fijarnos más en lo que nos separa y tener un espíritu crítico con respecto a cuestiones que no terminamos de entender sobre la identidad de los otros movimientos, con lo que se genera una división que dificulta la fecundad de la acción evangelizadora de la Iglesia, cuando se trata de un don y un fruto de la acción del Espíritu en su Iglesia

–En estos tiempos de secularismo y materialismo, y en plena crisis ética, económica y política y social, ¿tiene sentido la existencia de movimientos apostólicos especializados?

–La crisis es una realidad que nos llena, no solo la boca, también el corazón y la mente. Estamos todos un poco aturdidos por esta realidad abrumadora. La Iglesia tiene que ser signo de esperanza, como los propios movimientos de la Iglesia. Hay que seguir evangelizando los ambientes y hay que ser eficaces en esa acción. Tenemos que ser enormemente exigentes y autocríticos. En la acción pastoral, como decía el obispo Dominique Rey, en el primer congreso de Nueva Evangelización, tendemos a hacer siempre lo mismo, con lo que tiende a salir siempre lo mismo. Hay fórmulas que en sí mismas son fecundas y en un momento tienen un gran vigor, pero que van decayendo con el paso del tiempo. El debate, en el fondo, está en la capacidad de ver la realidad a evangelizar, verla con ojos nuevos, renovados, con ilusión y esperanza, con una fe renovada para actuar en ese contexto. Hay que llevar el Evangelio a todos los hogares de la realidad social. Tenemos una realidad por delante que es enormemente compleja y el anuncio en ese contexto es absolutamente prioritario.

Han pasado ya 20 años de la redacción de las bases y estatutos de la Acción Católica, que son de 1993, después de un momento convulso, en plena búsqueda de una solución, pero también en un momento social muy distinto. Recordamos aquellos años 90, también había crisis, pero era muy distinta de la actual. Desde la perspectiva de la historia, podemos ver cómo darle actualidad a aquello, de acuerdo con el fin de los movimientos, que no es otro que transmitir el Evangelio en el contexto actual.

Publicado en Noticias Obreras nº 1547, mayo 2013.

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