
La universalidad incondicional de la salvación desconcierta a su pueblo, (¡y también a NOSOTROS sus discípulos!) ¿Por qué? Porque no es fácil sustraerse al resentimiento que produce en uno la explotación y la opresión. Que el anuncio de la salvación no guarde proporción con nuestro sentido de la justicia, del deber y del pecado, (como muestra la parábola del hijo pródigo…), no es de recibo para nuestra mentalidad religiosa. Jesús rompe con las ansias muy (des)humanas de odio y venganza contra los opresores, tanto los nacionales como los “romanos” de turno.
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