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La HOAC de Murcia felicita la Navidad

20 diciembre 2012 | Por

La HOAC de Murcia felicita la Navidad

Vamos de camino; vamos avanzando poco a poco. Somos mucha gente y nos gustaría hacértelo saber, contarte cómo vamos haciendo el camino.

En la caravana humana estamos muchas personas. Algunas se unen en los cruces de la vida; otras se enganchan y se suman desde las cunetas mismas de la vida. Unas van al principio, otras en medio y las más por la cola. Estas nos duelen especialmente. No han hecho nada para estar ahí; nada. ¡No han hecho nada malo y necesitamos gritarlo para que se enteren los grandes! No son culpables de nada y aún así, a veces, lo viven con cierta alegría que nos contagian. Son los inmigrantes doloridos que cruzaron el mar de la pobreza para intentar recalar en la mísera abundancia. Son las desahuciadas de la vida por no tener trabajo y a las que se les niega, casa, trabajo, hijos e hijas y hasta el pan. Van apiñadas en la marcha las prostitutas que sólo pueden vender su ajado cuerpo porque no les queda nada más y en el frío de la noche venden un poco de calor. Hacen camino también las precarias si las doce horas de trabajo diario les permite, exhaustas y rotas, colgarse del “coche escoba”. A veces, cuando despiertan del sueño mediático inoculado por un sistema perverso, nos acompañan los jóvenes que perdieron el tren último y no saben ya por dónde retomar el camino. Si su cuerpo se lo permite, algunas personas enfermas empujan también en la caravana haciendo de bálsamo con otros que casi no pueden andar. Es entonces cuando creemos que Alguien está al lado empujando con nosotros y nosotras.
Sabemos que todo esto es transitorio porque nuestra marcha tiene los ojos puestos en el Reino, Horizonte y Camino tal como nos informó Jesús que ya recorrió este camino. Nuestros ojos brillan con Esperanza cuando encontramos hombres y mujeres animados por la Luz de la Vida. Es nuestra certeza comunitaria. En el convoy solemos hacer de todo. No somos personas expertas ni tenemos título de caminantes pero sabemos que la Promesa de un Niño que nace en la miseria y se atreve con los grandes nos empuja con un Espíritu que viene de más allá de nosotras mismas. Estamos comprometidas porque nos compromete la Vida, la riada humana, el aliento de vida que late en cada ser. A veces, incluso estamos dispuestos a caminar con las rozaduras de la vida porque el Señor anima nuestro esfuerzo y sabemos que Él está más allá del éxito o del fracaso. Jesús siempre nos ensancha y nos empuja; también nos engancha.
Tenemos signos de que vamos por buen camino. Hemos visto cómo avanza la Caravana cuando se paran un centenar de desahucios; cuando Jimmy obtiene los papeles y puede ir a Mali para reunirse con su familia. Avanza otro poco cuando Mohamed y Nora aprenden a decir gracias en español. Nos sentimos más Caravana cuando vemos en la calle a vecinos reclamando su dignidad y plantando cara a un sistema diabólico que justifica la miseria porque tiene fuerza y poder; un sistema que organiza la información de modo que nos enredemos en lenguas de confusión. Ellos, los ricos y poderosos, aprovechan para someter y humillarnos con teorías que nos adormecen. En nuestra Caravana vamos con Esperanza tratando de desmontar un tingladillo que tiene hemorragias de vida por muchos rincones.
 A nosotros-as no nos convencen. Nos quieren confundir un día y otro con mensajes y drogas legales. Pero sabemos que todo son patrañas y mentiras. Y lo sabemos porque un año más Jesús de Nazaret vuelve a nacer en nuestra marcha. Este tiempo de Adviento nos permite el descanso necesario antes de seguir. Es tiempo de descanso inteligente. Tiempo para otear en las encrucijadas de nuestra marcha y ¡quién sabe si hasta para cambiar de compañeros engañosos que nos confunden con sus caminos de muerte y miseria!
Apaciguados en el regazo de Jesús todo parece más sencillo y nos regala su mirada. Necesitamos seguir y en ello nos va nuestra Vida. No sabemos hacer otra cosa que Confiar en el Dios de la Vida, en el Dios de Jesús de Nazaret. Y lo queremos hacer desde la humildad, desde la pobreza y desde el sacrificio generoso para con nuestros hermanos aún hoy atados a férreas condiciones trabajo, miserables cláusulas de convenios y largas colas del paro que parecen nunca acabar.
En los descansos nos gusta contarnos cosas y también recordar lo que hizo y dijo Jesús. Nos despierta especialmente aquel día en que dijo:
“Al ver Jesús las multitudes subió al monte, se sentó y se le acercaron sus discípulos. 2 Él tomó la palabra y se puso a enseñarles así:
Dichosos los que eligen ser pobres, porque sobre ésos reina Dios.
Dichosos los que sufren, porque ésos van a recibir el consuelo.
Dichosos los sometidos, porque ésos van a heredar la tierra.
Dichosos los que tienen hambre y sed de esa justicia, porque ésos van a ser saciados.
Dichosos los que prestan ayuda, porque ésos van a recibir ayuda.
Dichosos los limpios de corazón, porque ésos van a ver a Dios.
Dichosos los que trabajan por la paz, porque a ésos los va a llamar Dios hijos suyos.
Dichosos los que viven perseguidos por su fidelidad, porque sobre ésos reina Dios.
Dichosos vosotros cuando os insulten, os persigan y os calumnien de cualquier modo por causa mía.
Estad alegres y contentos, que grande es la recompensa que Dios os da”.
 Mateo (5, 1-12)

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