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Misión de la Iglesia en un país en crisis, por el Episcopado Portugués

25 septiembre 2012 | Por

Misión de la Iglesia en un país en crisis, por el Episcopado Portugués

Nota de la Comisión permanente de la Conferencia Episcopal Portuguesa

1º. El momento socio-económico que atraviesa Portugal es muy difícil para muchos portugueses.

La Iglesia es sensible al sufrimiento de todas las personas, especialmente de los pobres y los desempleados, independientemente de la fe que profesan.

La Iglesia es parte de la sociedad y, con la visión que tiene de la persona y de su vida, está llamada a contribuir al bien de las personas y de la comunidad nacional en su conjunto. La principal respuesta de la Iglesia hasta nuestros días se ha dado en sus obras de caridad, con la práctica activa de la caridad.

La Iglesia y la comunidad política

2 º. Cuando celebramos los 50 años del inicio del Concilio Vaticano II, es oportuno recordar sus enseñanzas, tantas veces confirmado por el Magisterio posterior, especialmente los Papas. La iglesia es un pueblo, una comunidad estructurada y organizada, que asume como deber el servicio al bien común de toda la sociedad. Este es también el fin de la comunidad política. “En el ámbito propio, la comunidad política y la Iglesia son independientes y autónomas entre sí. Pero ambos, aunque diferentes títulos, están al servicio de la vocación personal y social de los mismos hombres” ( Gaudium et Spes , n º 76).

De acuerdo con la enseñanza del Magisterio, la Iglesia interviene como comunidad en la sociedad en tres niveles: el laicado cristiano, guiado por su conciencia cristiana, tienen toda la libertad de intervención y participación política. Las asociaciones de la Iglesia, con especial referencia a la jerarquía, deben intervenir teniendo en cuenta el diálogo con sus pastores. Los sacerdotes y obispos tienen el ministerio de la proclamación del Evangelio y la doctrina de la Iglesia para todos, para que pueda ser aceptado, particularmente la Doctrina Social.

La Iglesia y el momento actual de la sociedad portuguesa

3 º. La Doctrina social de la Iglesia, que tenemos siempre el deber de anunciar, ilumina la realidad, interpela la conciencia de las personas involucradas en los asuntos públicos y sugiere actitudes que expresan valores.

– Prioridad en la búsqueda del bien común. Esta primacía de la búsqueda del bien común de toda la sociedad llega a todas las personas y todos los órganos sociales. Es la manera de construir una unidad de objetivos, respetando las diferencias: gobierno y partidos políticos de oposición, los sindicatos y los empresarios, etc. Las diferencias son legítimas, pero la unidad en la búsqueda del bien común es siempre necesaria e indispensable. La superación de las diferencias legítimas, en un amplio consenso nacional, supone sabiduría y lúcida generosidad.

– Derecho al trabajo. No sólo debe concebirse como una forma de manutención económica, sino como medio de realización humana.

El desempleo es sin duda uno de los aspectos más graves de la crisis, lo que significa que para superarlos, debe haber un equilibrio de varios factores convergentes:

la creatividad en los negocios, caminos audaces en la financiación, el diálogo social en el que las personas y los grupos deciden unir sus manos a pesar de sus diferencias.

– La estabilidad política. Es requerida por la naturaleza misma de la democracia y la responsabilidad de sus actores, lo que requiere la continua búsqueda de un mayor consenso social y político. En una democracia adulta, las “crisis política” siempre serán la excepción. En momentos críticos, pueden comprometerse las soluciones y retrasar dinámicas en su búsqueda. Todos sabemos que para superar estas dificultades, no hay muchas formas de solución.

Compete a los políticos escogerlas, estudiarlas y presentarlas con sabiduría.

– El respeto a la verdadEl discurso público debe respetar la verdad de las situaciones y encontrar soluciones.

– Generosidad en la honestidad. El bien de la comunidad nacional exige generosidad de todas las personas para no dar prioridad a la búsqueda de intereses privados y la honestidad de renunciar a los caminos poco dignos para buscar estos intereses. Sólo de manera generosa se puede lograr un bien mayor.

La renovación cultural

4 º. Esperamos que esta situación haga crecer la verdadera comprensión sobre algunos de los elementos decisivos del mundo económico y financiero en el que vivimos:

– Los sistemas económicos y financieros . Portugal, miembro de la Unión Europea y la zona euro, se inserta en las economías liberales, comúnmente llamadas capitalismo. La Iglesia siempre ha defendido, entre las expresiones de la libertad, la libertad económica, a condición de que sus logros se somete a los objetivos del bien común. Incluso las ganancias de las personas, las empresas y los grupos deben ser dirigidas hacia el bien común de toda la sociedad.

– El equilibrio entre las finanzas y la economía . El Papa Benedicto XVI ha materializado el pensamiento de la Iglesia, haciendo hincapié en que la financiación debe ser un instrumento que tenga en cuenta las condiciones adecuadas con vistas a la creación de riqueza y desarrollo. Es importante que la economía y las finanzas se practiquen de manera ética para crear las condiciones adecuadas para el desarrollo de los individuos y los pueblos.

– Los mercados . Deben estar sujetos a una dimensión ética de servicio a la humanidad, los mercados no se puede separar del desarrollo económico, convirtiéndose en fuentes autónomas de ingresos que no revierten  en el bien común de la sociedad.

La superación de la crisis implica una renovación cultural. La Iglesia desea contribuir a esta renovación de los valores que le son propios: la dignidad de la persona humana, la solidaridad como victoria sobre los egoísmos,

la equidad en las soluciones y en la distribución de sacrificios, sirviendo a los más desfavorecidos, la verdad en las declaraciones y en los análisis,  el valor para aceptar que los tiempos difíciles pueden ser el germen de nuevas etapas de la convivencia y de sentido colectivo de la vida. Nosotros, como creyentes, tenemos que hacerlo con la fuerza de Dios y la protección de Nuestra Señora.

Fátima, 17 de septiembre 2012

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