Paro, pobreza y exclusión >> , , ,

Un encierro de cuatro meses y medio en el centro Magerit de Madrid

02 septiembre 2011 | Por

Un encierro de cuatro meses y medio en el centro Magerit de Madrid

Alumnos y trabajadores podrán seguir juntos tras el éxito obtenido con su encierro. Abandonan el centro declarado en ruina por la Comunidad de Madrid, con la promesa de volver en cuanto se subsanen las deficiencias. Mientras, los alumnos y trabajadores que lo deseen permanecerán unidos en otras instalaciones. Los padres de los chicos dan por buena la tenaz lucha que han mantenido.

Todo empezó en el mes de marzo. De un día para otro, sin previo aviso, la Consejería de Asuntos Sociales, dirigida en ese momento por Engracia Hidalgo, ordenó el desalojo de tres centros de personas con discapacidad intelectual (Magerit y Fray Bernardino Álvarez, en Carabanchel y el de Arganda) y de una residencia de Mayores, también de Carabanchel.

Las 72 mayores que vivían en la residencia se tuvieron que distribuir en otras dos instalaciones (Vistalegre y la Gran Residencia) dentro del mismo complejo, una antigua finca donada por el Marqués de Salamanca para obras caritativas, con el fin de acoger a los discapacitados provenientes del Fray Bernardino. A los de Arganda se les ofreció ser reubicados en la residencia de mayores de la localidad, mientras que los alumnos del Magerit, según el entonces Director Regional de Bienestar Social, Américo Puente, debían ser distribuidos «entre cinco o seis centros de Madrid».

La administración madrileña explicó que el pasado mes de octubre ordenó revisar la situación de estos edificios, con casi 100 años de antigüedad y constantes reformas. El director regional de Bienestar Social declaró que «en los tres centros clausurados se había invertido más de un millón de euros en los últimos cuatro años». La evaluación, que concluyó «entre enero y finales de febrero» determinó que «podría haber algún daño estructural», por lo que se procedió a decretar los traslados. Algo que se hizo con sólo 48 horas de antelación, a pesar de involucrar a más de 300 afectados, algunos de edad avanzada y con un estado de salud precario.

Las protestas no se hicieron esperar. En Arganda se realizó una cacerolada, mientras que en Carabanchel, ocho trabajadores del Magerit decidieron iniciar un encierro de protesta, al que acabaron sumándose también los familiares de los alumnos del centro ocupación, y al que siguieron numerosas concentraciones y manifestaciones. El informe técnico descartaba «riesgo de inminencia apremiante general». Ante la cercanía de las elecciones municipales y autonómicas se mantuvieron negociaciones infructuosas con la administración regional y numerosos contactos con la oposición.

Los sindicatos CC.OO. y UGT alcanzaron un principio de acuerdo con la Consejería de Familia y Asuntos Sociales y el Servicio Regional de Bienestar Social, en el que la Administración se comprometía a encargar nuevos estudios técnicos y a mantener la actividad en los centros cerrados «en función de la viabilidad que resulte de dichos estudios y de la disponibilidad presupuestaria». Además, el acuerdo, al que se sumaron los familiares de los alumnos de los otros centros, incluía que «en ningún caso se producirá destrucción de empleo público». Sin embargo, algunos trabajadores implicados rechazaron el pacto, por no incluir suficientes garantías ni contar con el visto bueno de los beneficiarios afectados.

A las protestas, se unieron las asociaciones de vecinos, pero también los indignados entonces acampados en la Puerta del Sol. Corrían rumores sin confirmar de que en realidad la intención de la administración era cerrar el centro ocupacional Magerit para construir una universidad de élite, así como reordenar las instalaciones de la histórica finca de Vista Alegre para ceder espacios a la iniciativa privada. La comisión de seguimiento creada entre los sindicatos y la Consejería llegó a reunirse en nueve ocasiones, sin que por ello, la Plataforma Magerit, en la que se integraron los afectados disconformes, viera satisfechas sus reivindicaciones.

La comunidad de Madrid publicó en el Boletín Oficial el cierre definitivo del centro, decretado para el ocho de junio. El plazo expiró, pero los ocupantes del inmueble, en el que se mantuvo un pequeño «retén» que pasaba las noches en un viejo salón de actos, no dieron su brazo a torcer. Es más, ante el posible desalojo por la fuerza, de nuevo, hubo muestras de solidaridad con los encerrados y de protesta contra los planes regionales.

Con los cambios introducidos por Esperanza Aguirre en el Gobierno formado tras las últimas elecciones, el conflicto comenzó a desatascarse. El nuevo consejero de Asuntos Sociales, Salvador Victoria, accedió a reunirse con los familiares de los alumnos del Magerit, algo que nunca hizo su antecesora. Llegó a trasladarse hasta el centro para hablar personalmente con las familias y los chavales. Así en una reunión mantenida el 19 de julio, prometió hacer públicos los nuevos informes técnicos sobre los inmuebles afectados, encargados a una empresa estatal, en torno a la primera quincena de agosto.

Si las reformas exigidas, permiten el uso parcial del centro, éste se mantendrá abierto. De tener que cerrarse por obras de mayor envergadura, la plantilla y los alumnos serán trasladados provisionalmente al colegio Juan Ramón Jiménez, en el municipio de Leganés, próximo al barrio de Carabanchel, hasta que sea posible la vuelta al mismo.

«Con esto, se atiende nuestra demanda desde el principio del conflicto para que usuarios y profesionales puedan volver a estar juntos, con los mismos servicios y condiciones que se prestaban antes del día del cierre, en tanto se realizasen las reparaciones necesarias en Magerit». Todos los miembros de la Plataforma Magerit mantienen su compromiso de seguir trabajando para el cumplimiento y buen desarrollo de los acuerdos firmados y esperan seguir contando con el «ambiente de dialogo y negociación» demostrado en estos días y la «transparencia» del nuevo consejero.

El encierro de 136 días culminó con un asamblea para ratificar la decisión y la pertinente fiesta de celebración. «Dispersarlos era empezar el trabajo de cero», declaraba Julia, una de las trabajadoras a un periódico de Madrid. Miguel, padre de otro afectado, añadía a su lado: «Se han dado cuenta de que somos una familia». «El muchacho mío hasta se ha echado novia… ¡Tantos días encerrados!», contaba Miguel mientras en un pequeño escenario del patio los chicos se hacían una foto de familia.

Revista TU!

Acceso a la suscripción.
■ Edición digital www.hoac.es/tu

Nuevo libro

Ultimo cuaderno

Redes Sociales

Instagram


© 2024 HOAC.

| Diseño original | DET | Adaptación de ACF | Desarrollado con WordPress | CM/Admo