“Hilando Vidas”

“Tenemos dos manos, pero no tenemos trabajo”, se quejaba una mujer inmigrante de la Escuela de Padres del Cártias en el arziprestazgo tercero de Madrid. “Queremos trabajo, no pedir limosna”, apuntaba otra. Así que ni cortas ni perezosas apostaron por crear una empresa de costura que pudiera proporcinarles los empleos que necesitan.

“Llevábamos un tiempo trabajando con menores en riesgo de exclusión y nos dimos cuenta de que también había que contar con los padres y las madres”, recuerda Beatriz Núñez, trabajadora Social del Centro arziprestal de Cáritas Emianio Barrail, en el barrio de Moratalaz (Madrid). Por eso crearon una Escuela de Padres, a la que curiosamente sólo se apuntaron mujeres, la mayoría inmigrantes.

Pero de poco sirve hablar de educación de los hijos si no hay como alimentarlos, vestirlos, cuidarlos y proporcionarles los recursos materiales necesarios para su formación. Sin un trabajo, con una salario suficiente y unos horarios compatibles con la vida familiar, –del que carecían las madres del centro de Cáritas, el camino de la integración en la vida social se hace muy difícil.