«El corazón de Dios tiene un sitio preferencial para los pobres» (EG 197), los marginados y excluidos y, por tanto, también en el de la Iglesia. En ellos la comunidad cristiana encuentra el rostro y la carne de Cristo, que, de rico que era, se hizo pobre por nosotros, para que nosotros nos enriqueciéramos con su pobreza (cf. 2 Co 8, 9). La opción preferencial por los pobres está implícita en la fe cristológica» (DF del Sínodo 19).
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