
Esta es la Iglesia que estamos llamados a soñar: una Iglesia servidora de todos, servidora de los últimos. Una Iglesia que no exige nunca un expediente de «buena conducta», sino que acoge, sirve, ama, perdona. Una Iglesia con las puertas abiertas que sea puerto de misericordia. –Homilía en la Eucaristía conclusiva del Sínodo (29/10/23).
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