Con motivo de la Jornada Mundial por la Seguridad y Salud en el Trabajo del próximo 28 de abril, queremos insistir una vez más en la necesaria responsabilidad social de cuidar la vida en el trabajo.

Nunca insistiremos bastante, porque lo que ocurre es un escándalo, un drama de enormes proporciones. Es la peor consecuencia del descuido de la vida en el trabajo. Y la respuesta social está muy lejos de la gravedad de la situación. Son suficientes dos datos para mostrar la enormidad de esta tragedia cotidiana que destroza la vida de tantas familias trabajadoras. Según los datos de la Organización Internacional del Trabajo y de la Organización Mundial de la Salud, cada año mueren en el mundo dos millones de trabajadores y trabajadoras víctimas de la siniestralidad laboral y de enfermedades relacionadas con el trabajo. ¡Dos millones de personas cada año!

Las malas condiciones laborales, a veces pésimas, son su causa. En España, solo en los últimos tres años, de 2021 a 2023, según los datos oficiales han muerto en siniestros laborales 2.252 trabajadores y trabajadoras (705, 826 y 721 respectivamente). ¡Son, de media, dos muertes cada día, solo en siniestros laborales! Otras muchas personas trabajadoras quedan gravemente lesionadas de por vida. Y más aún, sufren serios problemas de salud por trabajar en condiciones indebidas.

Hay muy poca conciencia social de esta dura realidad, por eso es tan importante su visibilización social. Como lo es el impulso de la Estrategia de Salud y Seguridad en el Trabajo acordada entre Ministerio de Trabajo, organizaciones empresariales y sindicales, así como el diálogo social sobre seguridad y salud laboral. Necesitamos que gobiernos y agentes sociales impulsen decididamente este drama, buscando medidas más eficaces para el cumplimiento de la legislación, para la prevención y, sobre todo, para abordar las causas estructurales de este drama.

Y, por ello, merece un particular reconocimiento y gratitud la labor cotidiana que realizan los sindicatos en defensa de la seguridad y salud en el trabajo, así como la de visibilización, solidaridad y reivindicación que realizan las asociaciones de víctimas. También desde la Iglesia colaboramos en esta labor, a través de las acciones de Iglesia por el Trabajo Decente, del impulso que se está dando desde el Departamento de Pastoral del Trabajo de la Conferencia Episcopal Española para denunciar y visibilizar esta realidad y para apoyar a las asociaciones de víctimas. La Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) también realiza cotidianamente en muchas diócesis acciones en esta misma dirección.

Pese a estos compromisos, necesitamos hacer mucho más para redoblar el empeño de cuidar la vida en el trabajo. Necesitamos un profundo cambio de mentalidad sobre la seguridad y salud en el trabajo como derecho humano fundamental y como responsabilidad social de primer orden. Un profundo cambio de mentalidad en la sociedad y en la Iglesia. Es una responsabilidad social en la que la Iglesia estamos llamados a implicarnos decididamente en defensa de la vida.

La HOAC hace muchos años que está comprometida en este quehacer. Ahora queremos colaborar a ese cambio de mentalidad a través de nuestra campaña «Cuidar el trabajo, cuidar la vida». Cuidar la vida es mucho más que cuidar el trabajo, pero sin cuidar el trabajo difícilmente cuidaremos la vida. Cuidar el trabajo es mucho más que cuidar la salud y la seguridad en el trabajo, implica también un trabajo que cuide el planeta, que cuide la sociedad y cuidar la misma dignidad que el trabajo tiene y da. Pero lo primero para cuidar el trabajo es cuidar a los trabajadores y trabajadoras. Y en ese cuidado ocupa un lugar central cuidar la salud y seguridad.

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