La cruz de Jesús es la prueba indeleble del amor de Dios por nosotros: «Si Dios está a nuestro favor, ¿quién podrá estar en contra? Aquel que no escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo es posible que con él no nos lo regale todo? ¿Quién será el fiscal de los elegidos de Dios? Dios, el que perdona. Y ¿a quién tocará condenarlos? Al Mesías Jesús, el que murió, o, mejor, resucitó, el mismo que está a la derecha de Dios, el mismo que intercede en favor nuestro…» (Rm 8, 31ss).
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