
El contacto, la escucha, la relación humana, el encuentro, son sanadores. Todos los necesitamos. Para ello hace falta la cercanía vital, la encarnación, compartir la vida. Muchas veces pensamos que la humanización de nuestra vida requiere de acciones grandiosas. En realidad son los pequeños gestos humanizadores los que nos ayudan a avanzar. Lo proclamamos así en el salmo responsorial (146) de la Eucaristía de hoy: Alabad al Señor, que sana los corazones destrozados.
5 Domingo TO
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